VERS. 1: El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, la altura de la cual era de sesenta codos, su anchura de seis codos: levantóla en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia.
ES ADMISIBLE creer que esta imagen se refería en cierto sentido al sueño descrito en el capítulo anterior. En ese sueño, la cabeza era de oro, y representaba el reino de Nabucodonosor. Le sucedían metales de calidad inferior, que simbolizaban una sucesión de reinos. Nabucodonosor se sintió indudablemente satisfecho de que su reino fuese representado por el oro; pero no le agradaba tanto que hubiese de ser sucedido por otro reino. Por lo tanto, en vez de decidir simplemente que la cabeza de su imagen fuese de oro, la hizo completamente de oro, con el fin de indicar que su reino no sería reemplazado por otro reino, sino que se perpetuaría.
VERS. 2-7: Y envió el rey Nabucodonosor a juntar los grandes, los asistentes y capitanes, oidores, receptores, los del consejo, presidentes, y a todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado. Fueron pues reunidos los grandes, los asistentes y capitanes, los oidores, receptores, los del consejo, los presidentes y todos los gobernadores de las provincias a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado: y estaban en pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor. Y el pregonero pregonaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, en oyendo el son de la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampona, y de todo instrumento músico, os postraréis y adoraréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado: y cualquiera que no se postrare y adorare, en la misma hora será echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Por lo cual, en oyendo todos los pueblos el son de la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento músico, todos los pueblos, naciones, y lenguas, se postraron, y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.
debía ser una gran ocasión, pues fueron convocados los hombres principales del reino. A estos extremos de esfuerzos y gastos están dispuestos a llegar los hombres para sostener los sistemas de culto idólatras y paganos. Cuánta lástima es que aquellos que tienen la verdadera religión queden tan superados al respecto por los que sostienen lo falso y espurio. La adoración iba acompañada de música; y cualquiera que no participase de ella se veía amenazado de ser arrojado al horno de fuego. Tales son siempre los motivos más poderosos que se usan para impeler a los hombres en cualquier dirección: el placer por un lado, el dolor por el otro.
VERS. 8-12; Por esto en el mismo tiempo algunos varones Caldeos se llegaron, y denunciaron de los judíos, hablando y diciendo al rey Nabucodonosor; Rey, para siempre vive. Tú, oh rey, pusiste ley que todo hombre en oyendo el son de la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampona, y de todo instrumento músico, se postrase y adorase la estatua de oro: y el que no se postrase y adorase, fuese echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Hay unos varones judíos, los cuales pusiste tú sobre los negocios de la provincia de Babilonia; Sadrach, Mesach, y Abed-nego; estos varones, oh rey, no han hecho cuenta de ti; no adoran tus dioses, no adoran la estatua de oro que tú levantaste.
Tres hebreos probados.--Los caldeos que acusaron a los judíos pertenecían probablemente a la secta de filósofos así llamada, y los agitaba aún el resentimiento por el fracaso que habían sufrido cuando no pudieron interpretar el sueño del rey relatado en Daniel 2. Deseaban ávidamente aprovechar cualquier pretexto para acusar a los judíos ante el rey, a fin de obtener su deshonor o su muerte. Influyeron en los prejuicios del rey insinuando con insistencia que esos hebreos eran ingratos. Querían decir: "A pesar de que les encargaste los negocios de Babilonia, te desprecian." No se sabe dónde estaba Daniel en esta ocasión. Probablemente estaba ausente atendiendo algún negocio del imperio. Pero ¿por qué estaban presentes Sadrach, Mesach y Abed-nego, sabiendo que no podían adorar la imagen? ¿No sería porque estaban dispuestos a cumplir con los requerimientos del rey hasta donde les fuese posible sin comprometer sus principios religiosos ? El rey exigía que estuviesen presentes. Esto podían cumplirlo, y
lo hicieron. Se les exigió que adorasen la imagen, pero esto se lo prohibía su religión, y por lo tanto se negaron a hacerlo.
VERS. 13-18: Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrach, Mesach, y a Abed-nego. Al punto fueron traídos estos varones delante del rey. Habló Nabucodonosor y dijoles: ¿Es verdad Sadrach, Mesach, y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora pues, ¿estáis prestos para que en oyendo el son de la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampona, y de todo instrumento músico, os postréis, y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo: ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrach, Mesach, y Abed-nego respondieron y dijeron al rey Nabucodonosor: No cuidamos de responderte sobre este negocio. He aquí nuestro Dios a quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco honraremos la estatua que has levantado.
La tolerancia del rey se nota en el hecho de que concedió a Sadrach, Mesach y Abed-nego otra oportunidad después de su primera negativa a cumplir sus requisitos. Indudablemente, ellos comprendían cabalmente el asunto. No podían alegar ignorancia. Sabían lo que quería el rey, y si no le obedecían era porque intencional y deliberadamente rehusaban hacerlo. En el caso de la mayoría de los reyes, eso habría bastado para sellar su suerte. Pero Nabucodonosor dijo: No; pasaré por alto esta ofensa si en una segunda prueba cumplen la ley. Mas ellos informaron al rey que no necesitaba molestarse en repetir la prueba. Su respuesta fué sincera y decisiva. "No cuidamos--dijeron--de responderte sobre este negocio." Es decir, no necesitas concedernos el favor de otra prueba; nuestra decisión está hecha. Podemos contestarte tan bien ahora como en cualquier momento futuro; y nuestra respuesta es: No serviremos tus dioses, ni adoraremos la imagen de oro que has levantado. Nuestro Dios puede librarnos si quiere; pero si no lo hace, no nos quejaremos. Conocemos su voluntad y le obedeceremos incondicionalmente.
VERS. 19-25: Entonces Nabucodonosor fué lleno de ira, y demudóse la figura de su rostro sobre Sadrach, Mesach, y Abed-nego: asi habló,
y ordenó que el horno se encendiese siete veces tanto de lo que cada vez solía. Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrach, Mesach, y Abed-nego, para echarlos en el horno del fuego ardiendo. Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, y sus calzas, y sus turbantes, y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y porque la palabra del rey daba priesa, y había procurado que se encendiese mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrach, Mesach, y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadrach, Mesach, y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo. Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y levantóse apriesa, y habló, y dijo a los de su consejo: ¿No echaron tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron y dijeron al rey; Es verdad, oh rey. Respondió él y dijo: He aquí que yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego, y ningún daño hay en ellos: y el parecer del cuarto es semejante a hijo de los dioses.
Nabucodonosor no estaba completamente exento de las faltas e insensateces en las cuales es tan fácil que caiga un monarca absoluto. Embriagado por el poder ilimitado, no podía soportar la desobediencia ni la contradicción. Aunque fuese por buenos motivos, si alguien resistía a la autoridad que expresaba, manifestaba la debilidad que, en tales circunstancias, es común entre la humanidad caída, y se enfurecía. Aunque dominaba al mundo, no sabía cumplir con el deber más difícil de dominar su propio espíritu. Su rostro mismo se demudó. En vez del dominio propio y la apariencia serena y digna que debiera haber conservado, dejó ver en su expresión y sus actos que era el esclavo de una pasión ingobernable.
Arrojados en el horno de fuego.--El horno fué calentado siete veces más que de costumbre; en otras palabras, hasta lo sumo. En esto el rey anulaba su propósito; porque si el horno sobrecalentado tenía sobre las personas arrojadas en él el efecto que era de esperar, las víctimas quedaban destruídas tanto más pronto. Nada ganaría el rey con su furia. Pero al quedar libres de aquellos efectos, se ganó mucho para la causa de Dios y su verdad; porque cuanto más intenso era el calor, tanto mayor y más impresionante había de ser el milagro constituído por el libramiento de los jóvenes.
Cada circunstancia reveló el poder directo de Dios. Los hebreos fueron atados con todas sus vestiduras, pero salieron sin que se notase siquiera en ellos el olor del fuego. Se eligieron a los hombres más fuertes del ejército para que los arrojasen al horno, pero el fuego los mató antes que llegasen en contacto con él. Y sin embargo no tuvo efecto sobre los hebreos, aun cuando estuvieron en medio de las llamas. Es evidente que el fuego se hallaba bajo el dominio de algún ser sobrenatural, porque aun cuando consumió las cuerdas con que los habían atado, de manera que podían andar libremente por en medio del fuego, ni siquiera chamuscó sus vestiduras. No salieron del fuego tan pronto como estuvieron libres, sino que permanecieron en él; porque el rey ios había metido en el horno, y a él le tocaba invitarlos a salir. Además, había una cuarta persona con ellos, y en su presencia podían estar tan contentos y gozosos en el horno de fuego como en las delicias y los lujos del palacio. ¡Ojalá que en todas nuestras pruebas, aflicciones, persecuciones y estrecheces nos acompañe la presencia "del Cuarto," y nos bastará!
El rey obtiene una. nueva visión.--El rey dijo: "El parecer del cuarto es semejante a hijo de los dioses." Algunos piensan que este lenguaje se refiere a Cristo. El significado más literal es que tenía aspecto de ser divino. Pero si bien ésa era la manera en que Nabucodonosor solía hablar de los dioses a quienes adoraba (véanse los comentarios sobre Daniel 4:18), ello no es óbice para creer que la expresión podía referirse a Cristo, por cuanto la palabra elahin, usada aquí en su forma caldea, aunque está en número plural, se traduce regularmente "Dios" en todo el Antiguo Testamento.
¡Qué mordaz reprensión fué para la insensatez y locura del rey esta liberación que del horno de fuego obtuvieron estos nobles jóvenes! Un poder superior a cualquier otro de la tierra había vindicado a los que habían permanecido firmes contra la idolatría, y despreciado el culto y los requerimientos del rey. Ninguno de los dioses paganos había efectuado ni podía efectuar jamás una liberación como ésta.
VERS. 26-30: Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del
horno de fuego ardiendo, y habló y dijo: Sadrach, Mesach, y Abed-nego, siervos del alto Dios, salid y venid. Entonces Sadrach, Mesach, y Abed-nego, salieron de en medio del fuego. Y juntáronse los grandes, los gobernadores, los capitanes, y los del consejo del rey, para mirar estos varones, como el fuego no se enseñoreó de sus cuerpos, ni cabello de sus cabezas fué quemado, ni sus ropas se mudaron, ni olor de fuego había pasado por ellos. Nabucodonosor habló y dijo; Bendito el Dios de ellos, de Sadrach, Mesach, y Abed-nego, que envió su ángel, y libró sus siervos que esperaron en él, y el mandamiento del rey mudaron, y entregaron sus cuerpos antes que sirviesen ni adorasen otro dios que su Dios. Por mí pues se pone decreto, que todo pueblo, nación, o lengua, que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrach, Mesach, y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa sea puesta por muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste. Entonces el rey engrandeció a Sadrach, Mesach, y Abed-nego en la provincia de Babilonia.
Cuando recibieron la orden de hacerlo, los tres hombres salieron del horno. Entonces los príncipes, los gobernadores, y consejeros del rey, por cuyo consejo o asentimiento, habían sido arrojados al horno, pues el rey les dijo: "¿No fueron tres los hombres que echamos atados en medio del fuego?" (Vers. 24, V.M.), se reunieron para mirar a estos hombres, y obtuvieron la prueba tangible de su protección milagrosa. Todos se olvidaron del culto de la gran imagen. El interés de este vasto concurso de gente se concentró en estos tres hombres notables, ¡ Cómo debió difundirse a través del imperio el conocimiento de esta liberación, cuando la gente volvió a sus respectivas provincias! ¡Cuán notablemente obtuvo Dios alabanza de la ira del hombre!
El rey reconoce al verdadero Dios.--Entonces el rey bendijo al Dios de Sadrach, Mesach y Abed-nego, y decretó que nadie hablase contra él. Es indudable que los caldeos habían hablado contra él. En aquellos días, cada nación tenía su dios o sus dioses, porque había "muchos dioses y muchos señores." La victoria de una nación sobre otra se consideraba como debida a que los dioses de la nación vencida no habían podido librarla de sus conquistadores. Los judíos habían sido completamente subyugados por los babilonios, y éstos habían hablado sin duda despectivamente del Dios de los judíos. Esto el rey lo prohibía ahora; por-
que comprendía claramente que su éxito contra los hebreos era resultado de los pecados de ellos y no porque faltara poder a su Dios. ¡En qué situación conspicua y exaltada colocaba esto al Dios de los hebreos en comparación con los dioses de las naciones! Era un reconocimiento de que él imponía a los hombres alguna elevada norma de carácter moral, y no miraba con indiferencia sus acciones al respecto. Nabucodonosor hizo bien al ensalzar públicamente al Dios del cielo por encima de todos los demás dioses. Pero no tenía más derecho civil ni moral de imponer a sus súbditos una confesión y reverencia similar, ni de amenazar de muerte a los hombres por no adorar al verdadero Dios, de lo que había tenido para amenazar de muerte a todos los que se negaban a adorar su imagen de oro. Dios no fuerza nunca la conciencia.
Tres hebreos ascendidos.--El rey ascendió a los jóvenes cautivos, es decir que les devolvió los cargos que habían desempeñado antes que se los acusase de desobediencia y traición. Al final del versículo 30, la Septuaginta, o versión griega del Antiguo Testamento, añade lo siguiente al texto hebreo: "Los ascendió a gobernadores sobre todos los judíos que había en su reino." No es probable que insistiera en que se siguiese adorando su imagen.
Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis (Tomo I y Tomo II) by Urías Smith (Copyright 1949; Edición Revisada 1977, 1979) was originally published by the Pacific Press Publishing Association, 1350 N. Kings Road, Nampa, Idaho 83687 USA, a wholly owned and operated Seventh-day Adventist publishing house. The electronic text for Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis by Urías Smith was not supplied by the Pacific Press Publishing Association. However, their permission was requested and secured to freely distribute it.
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