VERS. 1: El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus principes, y en presencia de los mil bebía vino.
ESTE capítulo describe las escenas finales del imperio babilónico, la transición del oro a la plata en la gran imagen de Daniel 2; y del león al oso, en la visión del capítulo 7. Algunos suponen que este banquete era una fiesta anual que se celebraba en honor de las divinidades paganas. Ciro, que estaba entonces sitiando Babilonia, sabiendo que se la iba a celebrar, la tuvo en cuenta en sus planes para tomar la ciudad. Nuestra traducción dice que habiendo invitado Belsasar a mil de sus príncipes, "en presencia de los mil bebía vino." Algunos traducen así la expresión; "Bebía . . . contra los mil," con lo que dan a entender que, además de cualesquiera otras debilidades que tuviese, era también un gran bebedor.
VERS. 2-4: Belsasar, con el gusto del vino, mandó que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había traído del templo de Jerusalem; para que bebiesen con ellos el rey y sus principes, sus mujeres y sus concubinas. Entonces fueron traídos los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalem, y bebieron con ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de metal, de hierro, de madera, y de piedra.
Este hecho de que, cuando el rey empezó a sentir el efecto del vino pidió que se trajesen los vasos sagrados que habían sido tomados en Jerusalén, parecería indicar que la fiesta se refería en cierto sentido a las victorias anteriores obtenidas sobre los judíos. Era de esperar, ciertamente, que el rey usase estos vasos para celebrar la victoria que los había entregado a los babilonios. Probablemente, ningún otro rey había ido tan lejos en su impiedad. Y mientras bebían vino en los vasos dedicados al Dios verdadero, alababan a sus dioses de oro, plata, bronce, hierro, madera y piedra. Posiblemente, como lo hemos notado en los comentarios referentes a Daniel 3:29, celebraban la superioridad del poder de sus dioses frente al Dios de los judíos, de cuyos vasos bebían ahora en honor de sus divinidades paganas.
VERS. 5-9: En aquella misma hora salieron unos dedos de mano de hombre, y escribían delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el rey veía la palma de la mano que escribía. Entonces el rey se demudó de su color, y sus pensamientos lo turbaron, y desatáronse las ceñiduras de sus lomos, y sus rodillas se batían la una con la otra. El rey clamó en alta voz que hiciesen venir magos, Caldeos, y adivinos. Habló el rey, y dijo a los sabios de Babilonia: Cualquiera que leyere esta escritura, y me mostrare su declaración, sera vestido de púrpura, y tendrá collar de oro a su cuello; y en el reino se enseñoreará el tercero. Entonces fueron introducidos todos los sabios del rey, y no pudieron leer la escritura, ni mostrar al rey su declaración. Entonces el rey Belsasar fué muy turbado, y se le mudaron sus colores, y alteráronse sus príncipes.
La escritura en la pared.--Ningún fulgor de luz sobrenatural ni trueno ensordecedor anunció la intervención de Dios en la impía orgía. Apareció silenciosamente una mano que trazó caracteres místicos sobre la pared. Escribió frente al candelero. El terror se apoderó del rey, porque su conciencia lo acusaba. Aunque no sabía leer lo escrito, comprendía que no era un mensaje de paz ni de bendición el que había sido trazado en caracteres resplandecientes sobre la pared de su palacio. La descripción que hace el profeta del efecto que sobre el rey producía el temor es insuperable. Se demudó el rostro del rey, su corazón desfalleció en él, dolores se apoderaron de él, y tan violento era su temblor que sus rodillas se entrechocaban. Se olvidó de sus jactancias y su orgía. Se olvidó de su dignidad. Y clamó en alta voz que viniesen sus astrólogos y adivinadores a revelarle el significado de la inscripción misteriosa.
VERS. 10-16: La reina, por las palabras del rey y de sus príncipes, entró a la sala del banquete. Y habló la reina, y dijo: Rey, para siempre vive, no te asombren tus pensamientos, ni tus colores se demuden: En tu reino hay un varón, en el cual mora el espíritu de los dioses santos; y en los días de tu padre se halló en él luz e inteligencia y sabiduría, como ciencia de los dioses: al cual el rey Nabucodonosor, tu padre, el rey tu padre constituyó príncipe sobre todos los magos,
astrólogos, Caldeos, y adivinos: Por cuanto fué hallado en él mayor espíritu, y ciencia, y entendimiento, interpretando sueños, y declarando preguntas, y deshaciendo dudas, es a saber, en Daniel; al cual el rey puso por nombre Beltsasar. Llámese pues ahora a Daniel, y él mostrará la declaración. Entonces Daniel fué traído delante del rey. Y habló el rey, y dijo a Daniel: ¿Eres tú aquel Daniel de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea ? Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se halló luz, y entendimiento y mayor sabiduría. Y ahora fueron traídos delante de mí, sabios, astrólogos, que leyesen esta escritura, y me mostrasen su interpretación: pero no han podido mostrar la declaración del negocio. Yo pues he oído de ti que puedes declarar las dudas, y desatar dificultades. Si ahora pudieres leer esta escritura, y mostrarme su interpretación, Serás vestido de púrpura, y collar de oro tendrás en tu cuello, y en el reino serás el tercer señor.
De las circunstancias narradas aquí parecería desprenderse que en la corte y en el palacio se habían olvidado de Daniel como profeta de Dios. Esto se debía indudablemente a que, por asuntos del reino, él se había ausentado a Susán, en la provincia de Elam. (Daniel 8:1, 2, 27.) Probablemente, la invasión del país por el ejército persa le había obligado a volver a Babilonia. La reina que hizo saber al rey que había una persona a quien dirigirse para obtener conocimiento de las cosas sobrenaturales, debe haber sido la reina madre, hija de Nabucodonosor. Debe haber recordado el admirable consejo que Daniel había dado durante el reinado de su padre.
Aquí se llama a Nabucodonosor padre de Belsasar, de acuerdo con la costumbre entonces común de llamar padre a cualquier antepasado paterno, e hijo a cualquier descendiente masculino. En realidad, Nabucodonosor era abuelo de Belsasar. Cuando entró Daniel, el rey preguntó si el profeta era uno de los hijos del cautiverio de Judá. De modo que pareció ordenado del Altísimo que, mientras los príncipes celebraban su banquete impío en honor de sus falsos dioses, un siervo del Dios verdadero, uno de aquellos a quienes retenían en cautiverio, fuera llamado a pronunciar el juicio que merecía su conducta impía.
VERS. 17-24: Entonces Daniel respondió, y dijo delante del rey: Tus dones sean para ti, y tus presentes dalos a otro. La escritura yo la leeré
al rey, y le mostraré la declaración. El altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino, y la grandeza, y la gloria, y la honra: y por la grandeza que le dió, todos los pueblos, naciones, y lenguas, temblaban y temían delante de él. Los que él quería mataba, y daba vida a los que quería: engrandecía a los que quería, y a los que quería humillaba. Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en altivez, fué depuesto del trono de su reino, y traspasaron de él la gloria: y fué echado de entre los hijos de los hombres; y su corazón fué puesto con las bestias, y con los asnos monteses fué su morada. Hierba le hicieron comer, como a buey, y su cuerpo fué bañado con el rocío del cielo, hasta que conoció que el altísimo Dios se enseñorea del reino de los hombres, y que pondrá sobre él al que quisiere. Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto: antes contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de su casa, y tú, y tus príncipes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos: demás de esto, a dioses de plata y de oro, de metal, de hierro, de madera, y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben, diste alabanza: y al Dios en cuya mano está tu vida, y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste. Entonces de su presencia fué enviada la palma de la mano que esculpió esta escritura.
Daniel reprende a Belsasar.--Ante todo Daniel procuró destruir la idea de que pudieran influir en él motivos como los que regían a los adivinadores y astrólogos. Dijo: "Tus presentes dalos a otro." Deseaba dejar bien sentado que no se ponía a interpretar esta inscripción por el ofrecimiento de los dones y las recompensas. Luego relató lo que había experimentado el abuelo del rey, Nabucodonosor, según lo explicado en el capítulo precedente. Reprochó a Belsasar porque, sabiendo todo esto, no había humillado su corazón, sino que se había ensalzado contra el Dios del cielo. Había llevado su impiedad hasta el punto de profanar los vasos sagrados de Dios, alabando a dioses insensibles, de creación humana, y negándose a glorificar a Dios de cuya mano dependía su aliento. Por esa razón, le dijo Daniel, la mano había sido enviada por el Dios a quien había desafiado en forma atrevida e insultante, para que trazase aquellos caracteres de significado espantoso aunque oculto. Procedió luego a explicar la escritura.
VERS. 25-29: Y la escritura que esculpió es: MENE, MENE, TEKEL, UPHARSIN. La declaración del negocio es: MENE:
Contó Dios tu reino, a halo rematado. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino fué rompido, y es dado a Medos y Persas. Entonces, mandándolo Belsasar, vistieron a Daniel de púrpura, y en su cuello fué puesto un collar de oro, y pregonaron de él que fuese el tercer señor en el reino.
Daniel interpreta la escritura.--En esta inscripción, cada palabra representa una corta frase. Mene: "contado;" Tekel: "pesado;" Upharsin, del radical peres: "dividido." El Dios a quien tú desafiaste tiene tu reino en sus manos, y ha contado tus días y acabado tu carrera precisamente en el momento en que creíste que estabas en el apogeo de tu prosperidad. Tú, que ensalzaste tu corazón con orgullo como el más grande de la tierra, has sido pesado y hallado más liviano que la vanidad. Tu reino, que en tu sueño debía subsistir para siempre, queda dividido entre los enemigos que están ya aguardando a tus puertas.
A pesar de esta terrible denuncia, Belsasar no se olvidó de su promesa, sino que invistió en seguida a Daniel del manto de escarlata y la cadena de oro, y lo proclamó tercer príncipe del reino. Daniel aceptó esto, probablemente para estar en mejores condiciones de atender los intereses de su pueblo durante la transición de aquel reino al sucesivo.
VERS. 30, 31: La misma noche fué muerto Belsasar, rey de ios Caldeos. Y Darío de Media tomó el reino, siendo de sesenta y dos años.
La escena tan brevemente mencionada aquí ha sido descrita en las observaciones que hemos hecho sobre Daniel 2:39. Mientras Belsasar se entregaba a su presuntuosa orgía, mientras que la mano del ángel trazaba la sentencia del imperio en los muros del palacio, mientras Daniel daba a conocer el temible significado de la escritura celestial, los soldados persas entraban por el cauce vacío del Eufrates hasta el corazón de la ciudad, y se acercaban rápidamente al palacio del rey con las espadas desenvainadas. Casi no puede decirse que lo sorprendieron, porque Dios acababa de advertirle la suerte que le esperaba. Pero le encontraron y le mataron, y en aquella hora cesó de existir el imperio de Babilonia.
Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis (Tomo I y Tomo II) by Urías Smith (Copyright 1949; Edición Revisada 1977, 1979) was originally published by the Pacific Press Publishing Association, 1350 N. Kings Road, Nampa, Idaho 83687 USA, a wholly owned and operated Seventh-day Adventist publishing house. The electronic text for Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis by Urías Smith was not supplied by the Pacific Press Publishing Association. However, their permission was requested and secured to freely distribute it.
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