VERS. 1-5: Y miré, y he aquí, el Cordero estaba sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes. Y oí una voz del cielo como ruido de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno: y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas: y cantaban como un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro animales, y de los ancianos: y ninguno podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron comprados de entre los de la tierra. Estos son los que con mujeres no fueron contaminados; porque son vírgenes. Estos, los que siguen al Cordero por donde quiera que fuere. Estos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero. Y en sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios.
UN RASGO admirable de la palabra profética es que en ella no se ve nunca al pueblo de Dios abandonado en una situación desesperada por sus pruebas y dificultades. Después de mostrarle futuras escenas de peligro, la voz de la profecía no lo deja allí, y no necesita adivinar lo que le espera ni dudar siquiera del resultado. Lo lleva hasta el fin, y revela el triunfo de los fieles.
Los primeros cinco versículos de Apocalipsis 14 son un ejemplo de esto. El capítulo 13 termina presentándonos al pueblo de Dios como una compañía pequeña, aparentemente débil e indefensa, en mortal conflicto con las potencias más poderosas de la tierra que el dragón pueda movilizar en su servicio. Con el apoyo de la autoridad suprema del país, se promulga un decreto para que todos adoren la imagen y reciban la marca, so pena de muerte si alguien se niega a obedecer. ¿Qué pueden hacer los hijos de Dios en tal conflicto y en necesidad tan extrema? ¿Qué será de ellos? Miremos hacia adelante con el apóstol, a la siguiente escena del drama que se desarrolla, y ¿qué contemplamos? A la misma compañía de pie sobre el monte de Sión con el Cordero. Pero es una compañía victoriosa, que tañe arpas sinfónicas en los
atrios del cielo. Así se nos indica que cuando llegue nuestro conflicto con las potestades de las tinieblas, no sólo estará asegurada la liberación del pueblo de Dios, sino que será inmediata.
Los 144.000.--Creemos que los 144.000 que se ven aquí sobre el monte de Sión son los santos que en Apocalipsis 13 nos fueron mostrados como objetos de la ira de la bestia y su imagen.
Se identifican con los sellados descritos en Apocalipsis 7, a los cuales se nos ha mostrado ya como los justos que viven cuando Cristo viene por segunda vez.
Han sido "comprados de entre los hombres" (vers. 4), expresión que sólo puede aplicarse a los que son trasladados de entre los que viven. Pablo trabajó con el anhelo de alcanzar la resurrección de los muertos. (Filipenses 3:11.) Tal es la esperanza de los que duermen en Jesús: la resurrección de los muertos. Una redención de entre los hombres, debe significar algo diferente, y puede significar solamente una cosa, a saber la traslación. De ahí que los 144.000 sean santos que vivirán y serán trasladados cuando se produzca la segunda venida de Cristo. (Véase el comentario sobre el vers. 13.)
¿Sobre qué monte Sión ve Juan a esta compañía? Es el monte de Sión celestial; porque el canto de los tañedores de arpa, que proviene sin duda de esa misma compañía, se oye como proveniente del cielo. Esta es la misma Sión desde la cual el Señor deja oír su voz cuando habla a su pueblo en estrecha relación con la venida del Hijo del hombre. (Joel 3:16; Hebreos 12:25-28;
Apocalipsis 16:17.) Aceptar el hecho de que hay en el cielo un monte de Sión y una Jerusalén es un poderoso antídoto para combatir la falsa doctrina de un segundo tiempo de gracia y un milenario de paz en la tierra.
Unos detalles más tan sólo acerca de los 144.000, en adición a los dados en Apocalipsis 7, exigen nuestra atención:
Tienen el nombre del Padre del Cordero escrito en la frente. En Apocalipsis 7, se dice que tienen el sello de Dios en sus frentes, Se nos proporciona así una clave importante para comprender lo que es el sello de Dios, porque en seguida percibimos que el Padre considera su nombre como su sello. Es, por lo tanto, el
sello de la ley aquel mandamiento de ella que contiene el nombre de Dios. El mandamiento del sábado es el único que contenga el título descriptivo por medio del cual se puede distinguir al verdadero Dios de todos los dioses falsos. Dondequiera que estuviese, allí estaba el nombre del Padre. (Deuteronomio 12:5, 14, 18, 21; 14:23; 16:2, 6; etc.) Por lo tanto, quienquiera que guarde este mandamiento tiene el sello del Dios vivo.
Cantan un cántico nuevo que ninguna otra compañía puede aprender. En Apocalipsis 15:3, se lo llama el cántico de Moisés y del Cordero. El cántico de Moisés, como se ve en Exodo 15, celebraba una liberación. Por lo tanto, el cántico de los 144.000 es el cántico de su liberación. Nadie más puede participar en él, porque ninguna otra compañía experimentará lo que ésta ha de experimentar.
"Son los que con mujeres no fueron contaminados." En la Escritura una mujer es el símbolo de una iglesia. Una mujer virtuosa representa una iglesia pura; una mujer corrompida a una iglesia apóstata. Es pues característica de esta compañía que en el momento de su liberación sus miembros no están contaminados con las iglesias caídas de la tierra, ni están relacionados con ellas. Sin embargo, no hemos de entender que nunca tuvieron relación alguna con esas iglesias, porque es únicamente en cierto momento cuando la gente es contaminada por ellas. En Apocalipsis 18:4, hallamos un llamamiento dirigido al pueblo de Dios mientras está en Babilonia, para que salga a fin de no participar en sus pecados. Al prestar oído a ese llamamiento y al separarse de ella, escapan a la contaminación de sus pecados. Así también los 144.000. Aunque algunos de ellos hayan estado alguna vez relacionados con iglesias corrompidas, cortaron esta relación cuando habría sido un pecado continuarla por más tiempo.
Siguen al Cordero dondequiera que vaya. Entendemos que esto se dice de ellos en su estado redimido. Son los compañeros especiales de su glorificado Señor en el reino. Acerca de la misma compañía y del mismo tiempo, leemos: "El Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de aguas." (Apocalipsis 7:17.)
Son "primicias para Dios y para el Cordero." Este término parece aplicarse a diferentes personas para denotar condiciones especiales. Cristo constituye las primicias como antitipo de la gavilla agitada. Los primeros que recibieron el Evangelio son llamados por Santiago "primicias" de cierta clase. (Santiago 1:18.) Así también los 144.000, preparados para el alfolí celestial por las escenas angustiosas que vivieron aquí en la tierra durante los postreros días, trasladados al cielo sin ver la muerte, y elevados a una posición preeminente, son llamados en este sentido primicias para Dios y para el Cordero. Con esta descripción de los 144,000 triunfantes, termina la, cadena profética que se inició con Apocalipsis 12.
VERS. 6, 7: Y vi otro ángel volar por en medio del cielo, que tenia el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo, diciendo en alta voz: Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas.
El mensaje del primer ángel.--En estos versículos se introducen otra escena y otra cadena de sucesos proféticos. Sabemos que es así porque los versículos anteriores describen a una compañía de los redimidos en el estado inmortal, y se trata de una escena que forma parte de la cadena profética iniciada en el primer versículo de Apocalipsis 12, y cierra la tal cadena de sucesos, pues ninguna profecía va más allá que el estado inmortal. Cuandoquiera que una cadena profética nos lleva al fin del mundo, sabemos que ella termina allí, y que lo introducido ulteriormente pertenece a una nueva serie de acontecimientos. El libro del Apocalipsis en particular se compone de estas cadenas proféticas independientes, como lo han demostrado ya unos cuantos ejemplos.
El mensaje descrito en estos dos versículos es el primero de los que se conocen como "los tres mensajes de Apocalipsis 14." La profecía misma justifica nuestra designación de ellos como el primero, el segundo y el tercero. En uno de los versículos que siguen, el último ángel que se presenta con un mensaje se llama
distintamente "el tercer ángel," de lo cual deducimos que el precedente era el segundo ángel; y el otro anterior, el primero,
Estos ángeles son evidentemente simbólicos, pues la obra que se les asigna es la de predicar el Evangelio eterno a la gente. Pero la predicación del Evangelio no ha sido confiada a ángeles literales, sino a los hombres, y éstos son responsables de este cometido sagrado. Por lo tanto, cada uno de esos tres ángeles simboliza a los que son enviados a dar a conocer a sus semejantes las verdades especiales que constituyen estos mensajes.
Los ángeles literales se interesan intensamente en la obra que realiza la gracia entre los hombres, y son enviados a servir a aquellos que han de heredar la salvación. Como hay orden en todos los movimientos y las asignaciones del mundo celestial, no resulta tan fantástico suponer que un ángel literal está encargado de la obra de cada mensaje. (Hebreos 1:14; Apocalipsis 1:1; 22:16.)
Vemos en estos símbolos el agudo contraste que la Biblia establece entre las cosas terrenales y las celestiales. Siempre que se han de representar gobiernos terrenales, aun los mejores de ellos, el símbolo más apropiado que se puede hallar es una fiera. Pero cuando la obra de Dios debe iniciarse, se la simboliza por un ángel revestido de belleza y ceñido de poder.
La importancia de la obra presentada en Apocalipsis 14:6-12 resultará aparente para cualquiera que la estudie atentamente. Cuandoquiera que estos mensajes hayan de ser predicados, habrán de constituir por su misma naturaleza el tema de mayor interés para la generación a la cual toquen. No queremos decir que la gran masa de la humanidad que viva entonces les prestará atención, porque en toda época del mundo fueron demasiados los que pasaron por alto lo que fué la verdad presente para ese tiempo. Pero constituyen el tema al cual prestarán la más ferviente atención quienes comprendan lo que afecta sus intereses más importantes.
Cuando Dios envía a sus ministros a anunciar al mundo que la hora de su juicio es venida, que Babilonia ha caído, y que cualquiera que adorare la bestia y su imagen deberá beber de su ira
derramada sin mixtura en la copa de su indignación, pronuncia la amenaza más terrible que se pueda hallar en las Escrituras, y nadie puede, sin peligro para su alma, tratar esta amonestación como cosa no esencial, o pasarla por alto con negligencia y desprecio. De ahí que en toda época sea necesario realizar los esfuerzos más fervientes para comprender la obra del Señor, no sea que perdamos el beneficio de la verdad presente. Esto se aplica especialmente a nuestra época, cuando tantas evidencias nos advierten de la pronta llegada de la crisis final de la tierra.
Este ángel de Apocalipsis 14:6 es llamado "otro ángel," porque Juan había visto antes a un ángel que volaba por el cielo de una manera similar, según se describe en Apocalipsis 8:13, y proclamaba que las tres últimas de las siete trompetas serían ayes. (Véanse los comentarios sobre Apocalipsis 8:13.)
El tiempo del mensaje.--Lo primero que debe determinarse es el tiempo en que este mensaje se ha de dar. ¿Cuándo se puede esperar la proclamación: "La hora de su juicio es venida"? La posibilidad de que sea en nuestro propio tiempo hace que resulte esencial para nosotros examinar esta cuestión con seria atención. Pero a medida que avancemos se verán más pruebas positivas de que es así. Ello debiera acelerar todo pulso, y hacer palpitar todo corazón que sienta la sublime importancia de esta hora en la cual vivimos.
Sólo tres opiniones son posibles con respecto al tiempo en que se cumple esta profecía. Son: (1) Que este mensaje se dió en lo pasado, como en los días de los apóstoles, o en los de los reformadores; (2) que se ha de dar en un tiempo futuro; o (3) que pertenece a la generación actual.
Averigüemos primero lo referente a la primera posibilidad. La misma naturaleza del mensaje destruye la idea de que pudiese darse en el tiempo de los apóstoles. Ellos no proclamaron que la hora del juicio de Dios hubiese venido. Si lo hubiesen hecho, no habrían dicho la verdad, y su mensaje habría llevado la estampa infame de la mentira. Ellos tenían algo que decir acerca del juicio, pero indicaron que se realizaría en un futuro indefinido. De acuerdo con las palabras de Cristo mismo, el juicio final de
Sodoma y Gomorra, Tiro, Sidón, Corazín y Capernaún, se hallaba en aquella época en un futuro indefinido. (Mateo 10:15; 11:21-24.) Pablo declaró a los atenienses supersticiosos que Dios había señalado un día en el que juzgaría al mundo. (Hebreos 17:31.) Habló ante Félix "de la justicia, y de la continencia, y del juicio venidero." (Hechos 24:25.) A los romanos les escribió acerca de un día en que Dios juzgará los secretos de los hombres por Jesucristo. (Romanos 2:16.) Indicó a los corintios que mirasen hacia un tiempo en que será necesario que "todos nosotros parezcamos ante el tribunal de Cristo." (2 Corintios 5:10.) Santiago escribió a los hermanos dispersos que en algún tiempo futuro serían juzgados por la ley de libertad. (Santiago 2:12.) Tanto Pedro como Judas hablan de los primeros ángeles rebeldes como reservados para el juicio del gran día, aun futuro entonces, para el cual son reservados también los impíos de este mundo. (2 Pedro 2:4, 9; Judas 6.) ¡Cuánto difiere todo esto de la solemne proclamación al mundo de que "la hora de su juicio es venida," presupuesta por la difusión del mensaje que consideramos!
Desde los días de los apóstoles nada ha sucedido que podría interpretarse como cumplimiento de este primer mensaje, hasta que llegamos a la Reforma del siglo XVI. Algunos aseveran que Lutero y sus colaboradores dieron el primer mensaje y que los dos siguientes han sido dados desde entonces. Los hechos históricos se encargarán de decidir la cuestión. ¿Dónde están las pruebas de que los reformadores hicieron una proclamación tal? Sus enseñanzas han quedado registradas en pleno, y conservados sus escritos. ¿Cuándo y dónde despertaron al mundo con la proclamación de que la hora del juicio de Dios había venido? No hallamos anotado que hayan predicado tal cosa.
"Algunos intérpretes suponen que el pasaje arriba citado (Apocalipsis 14:6-11) se refiere a la época de la Reforma y que se cumplió en la predicación de Lutero y los otros personajes eminentes que fueron suscitados en aquel tiempo para proclamar los errores de la iglesia romana. . . . Pero me parece que estas interpretaciones encuentran objeciones insuperables. El primer ángel tiene por misión predicar el Evangelio en forma mucho
más excensa de lo que pudieron hacerlo los reformadores. Lejos de predicarlo a todos los habitantes de la tierra, ni siquiera lo predicaron en toda la Europa cristiana. La Reforma no pudo penetrar en algunos de los reinos más extensos de la jurisdicción romana. Quedó completamente exduída de España, Portugal e Italia. Tampoco podía decirse con lógica y veracidad en el tiempo de la Reforma que había llegado la hora del juicio de Dios. . . . La hora del juicio de Dios es un tiempo bien conocido y definido con exactitud en las profecías cronológicas de Daniel y Juan."[1]
"Yo espero--dijo Lutero--que el postrer día del juicio no esté lejos, y en verdad me persuado de que no tardará trescientos años más; porque la palabra de Dios decrecerá y se obscurecerá por falta de pastores fieles y siervos de Dios. Antes de mucho se oirá la voz: 'He aquí, el esposo viene.' Dios no quiere ni puede tolerar mucho más a este mundo impío; debe presentarse con el día terrible y castigar el desprecio de su Palabra."[2]
Estas anotaciones son decisivas en lo que se refiere a los reformadores. Y como las consideraciones precedentes bastan para impedirnos aplicar al pasado el mensaje del juicio, dedicaremos nuestra atención a la opinión que lo sitúa en una época futura, más allá del segundo advenimiento. La razón que se aduce para situar el mensaje en ese tiempo es el hecho de que Juan vió al ángel volar por en medio del cielo inmediatamente después que vió al Cordero sobre el monte de Sión con los 144.000, lo cual es un acontecimiento futuro. Si el libro del Apocalipsis fuese una profecía consecutiva, este raciocinio tendría peso; pero como consiste en una serie de cadenas proféticas independientes, y como ya se ha demostrado que una de esas cadenas termina con el vers. 5 de este capítulo, y comienza una nueva con el vers. 6, la opinión mencionada no puede sostenerse. Para demostrar que el mensaje no puede hallar su cumplimiento en una época ulterior al segundo advenimiento bastará dar algunas razones.
La comisión apostólica se extendía solamente hasta la "siega,"
que es el fin del mundo. (Mateo 13:39.) Por lo tanto, si este ángel viene con "el evangelio eterno" después de aquel suceso, predica otro evangelio, y se expone al anatema de Pablo en Gálatas 1:8.
Por supuesto, el segundo mensaje no puede darse antes que el primero, pero el segundo mensaje anuncia la caída de Babilonia, y después de esto se oyó una voz en el cielo que decía: "Salid de ella, pueblo mío." ¡Cuán absurdo sería situar esto después del segundo advenimiento de Cristo, en vista de que todos los hijos de Dios, tanto los vivos como los que estaban muertos, son arrebatados al encuentro de su Señor en el aire, para estar siempre con él. (1 Tesalonicenses 4:17.) Después de esto no se los puede invitar a salir de Babilonia. Cristo no los lleva a Babilonia, sino a la casa del Padre, donde hay muchas mansiones. (Juan 14:2, 3.)
Una mirada al mensaje del tercer ángel, que deberá cumplirse en época futura si tal ha de suceder con el primero, nos revelará aun mejor cuán imposible es sostener esta opinión. Este mensaje da una amonestación contra la adoración de la bestia, que se refiere indisputablemente a la bestia papal. Pero la bestia papal queda destruída y entregada a las llamas cuando venga Cristo. (Daniel 7:11; 2 Tesalonicenses 2:8.) Es echada entonces al lago de fuego, para que no perturbe más a los santos del Altísimo. (Apocalipsis 19:20.) ¿Para qué nos enredaríamos en la inconsecuencia que representa el situar un mensaje contra la adoración de la bestia en un tiempo cuando la bestia dejó de existir, y es imposible adorarla?
En Apocalipsis 14:13 se pronuncia una bienaventuranza sobre los que mueren en el Señor "de aquí adelante," es decir desde el momento en que se empieza a dar el triple mensaje. Esta es una demostración completa de que el mensaje debe ser proclamado antes de la primera resurrección, porque después de ese acontecimiento ya no habría de morir quien tomara parte en él. Por lo tanto, descartamos esta opinión relativa a una época futura como antibíblica e imposible.
La hora del juicio da una nota distintiva:-Estamos ahora preparados para examinar la tercera opinión, a saber, que el
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mensaje pertenece a la generación actual. La consideración de las dos propuestas anteriores ha contribuído mucho a establecer la restante. Si el mensaje no ha sido dado en lo pasado, y no puede ser dado en lo futuro después que venga Cristo, ¿en qué otro lugar puede situárselo sino en la generación actual, puesto que estamos en los postreros días, precisamente antes de la segunda venida de Cristo? En verdad, la misma naturaleza del mensaje lo limita a la última generación humana. Proclama que ha llegado la hora del juicio de Dios. El juicio pertenece al momento final de la obra de salvación que se hace en favor del rnundo, y la proclamación de que se acerca no puede realizarse sino cuando nos acercamos al fin. Se demuestra aun mejor que el mensaje pertenece al tiempo actual cuando se prueba que este ángel es el mismo que el de Apocalipsis 10, el cual da su mensaje en esta generación. Para comprobar que el primer ángel de Apocalipsis 14 es el mismo que el de Apocalipsis 10, véanse las explicaciones del capítulo 10.
El Apóstol Pablo que, ante el gobernador romano Félix, disertó sobre "el juicio venidero," proclamó a sus oyentes del Areópago que Dios "ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó." (Hechos 17:31.)
La profecía de los 2.300 días, de Daniel 8 y 9, apuntaba inequívocamente a esta hora del juicio. Este período profético, el más largo de las Escrituras, va de 457 ant. de J. C. hasta 1844 de nuestra era. Entonces, como ya lo vimos al estudiar la profecía de Daniel, el santuario iba a ser purificado. Esta purificación, de acuerdo con el servicio típico de Levítico 16, era la obra final de la expiación. Que la obra del último día del año en el servicio típico no era sino una figura del día de juicio es algo que se desprende de las citas siguientes:
"El gran Día de Expiación, con sus servicios tan peculiares e impresionantes, caía en el décimo día del mes séptimo. . . . Era un día en que todo hombre era llamado a ayunar y afligir su alma; a reflexionar con tristeza y penitencia en sus caminos pecaminosos y sus transgresiones. . . . El que no se afligía así
era amenazado con la pena de muerte, como castigo directo de la mano de Jehová."[3] "Notemos bien la fecha exacta del Día de Expiación. Caía en el día décimo del mes séptimo. El Jubileo se iniciaba también el mismo día y se anunciaba por el toque de la trompeta solemne, emblema de que Dios se acercaba para juzgar."[4]
"Se suponía que el día de Año Nuevo (1° de Tishri) se escribían los decretos divinos, y que en el Día de Expiación (10 de Tishri), eran sellados, y por ello esa década se llamaba la de 'los Días Terribles,' o los 'Diez Días de Penitencia.' Tan pavoroso era el Día de Expiación que un libro del ritual judío nos dice que los mismos ángeles iban de un lugar a otro con temor y temblor, diciendo: 'He aquí que ha venido el Día del Juicio,' "[5]
" 'Dios, sentado en su trono para juzgar al mundo . . . abre el Libro de los Anales; se lo lee, y allí se encuentra la firma de cada hombre. Suena la gran trompeta; se oye una queda vocecita; los ángeles se estremecen, diciendo: "Este es el día del juicio." . . . En el Día de Ano Nuevo se escribe el decreto; en el Día de Expiación queda sellado, quién ha de vivir y quién ha de morir.' " [6]
Uno podría preguntarse si un mensaje de este carácter ha sido dado al mundo, o si se lo está proclamando hoy. Creemos que el gran movimiento del segundo advenimiento del siglo pasado corresponde exactamente a la profecía.
El segundo advenimiento de Cristo es otra nota distintiva.--Ya en 1831, Guillermo Miller, de Low Hampton, estado de Nueva York, llegó, por un fervoroso y perseverante estudio de las profecías, a la conclusión de que se acercaba a su fin la era evangélica. Pensaba que esta terminación ocurriría al fin de los períodos proféticos, hacia el ano 1843. Extendió más tarde esa fecha al otoño de 1844. Sus investigaciones fueron un estudio perseverante y lógico de las profecías, porque adoptó una regla de interpretación sana. En ésta se basa toda reforma religiosa, y todo
progreso en el conocimiento profético. Dicha regla consiste en tomar todo el lenguaje de las Escrituras como el de cualquier otro libro, en su sentido literal a menos que el contexto o las leyes del lenguaje requieran que se lo entienda figurativamente, y dejar que los pasajes de las Escrituras se expliquen unos a otros. Es verdad que se equivocó en un punto vital, como se explicará más adelante; pero en principio, y en gran número de detalles, tenía razón. Seguía el camino correcto, e hizo un progreso inmenso en comparación con todos los sistemas teológicos de su época. Cuando empezó a proclamar sus opiniones, fueron recibidas muy favorablemente, y se produjeron grandes despertares religiosos en diferentes partes del país.
Pronto una multitud de colaboradores se reunió en derredor de su estandarte. Entre ellos pueden mencionarse hombres como F. G. Brown, Carlos Fitch, Josías Litch, J. V. Himes y otros, que eran entonces hombres eminentes por su piedad y por la influencia que ejercían en el mundo religioso. El lustro transcurrido entre 1840 y 1844 fué una época de intensa actividad y de gran progreso en esa obra. Se proclamó al mundo un mensaje que tenía todas las características requeridas para ser el cumplimiento de la proclamación de Apocalipsis 14:6, 7. Fué en verdad aquel Evangelio del reino que Cristo declaró habría de predicarse en todo el mundo como testimonio a todos los gentiles, y entonces vendría el fin. (Mateo 24:14.) El cumplimiento de cualquiera de estos dos pasajes implica la predicación de la inminencia del fin. El Evangelio no podría predicarse a todas las naciones como señal del fin sin ser reconocido como tal, y la proximidad del fin era por lo menos uno de sus temas principales. El Advent Herald expresó claramente la verdad al respecto en el lenguaje siguiente:
"Como indicación de la inminencia del fin, se había de ver, sin embargo, 'otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo.' (Apocalipsis 14:6.) La misión de este ángel era predicar el mismo Evangelio que había sido proclamado antes, pero con él se relacionaba el motivo adicional de la proximidad del reino, pues decía 'en alta voz:
Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y la mar y las fuentes de las aguas.' (Vers. 7.) Ninguna sencilla predicación del Evangelio, sin anunciar la proximidad del fin, podría cumplir este mensaje."[7]
Las personas que se dedicaban a este movimiento suponían que era cumplimiento de una profecía, y aseveraban que estaban dando el mensaje de Apocalipsis 14:6, 7.
"Quisiera deciros esta noche: 'Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida,' en un sentido estricto y literal. Estamos ahora al final de aquel postrer día concerniente al cual el apóstol dice: 'Por lo cual sabemos que es el último tiempo.'. . . Nos hallamos en el anochecer de aquel día, estamos en la última hora de él; y está muy cerca, muy cerca, aun a las puertas. Mis estimados oyentes, os ruego que consideréis que está cerca, a la misma puerta, según todos los que han estudiado este asunto y han buscado la enseñanza de Dios; . . . los cuales declaran unánimemente que . . . el reinado de Cristo se acerca."[8]
"Apocalipsis 14 representa al ángel como volando por en medio del cielo, teniendo el Evangelio eterno para predicarlo a aquellos que moran en la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Cuando se verifique el acontecimiento indicado por este símbolo, el día del juicio del Señor estará inminente, porque el ángel clama a todos los hombres: 'Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida.'"[9]
"A todos les incumbe el deber de darles la invitación: 'Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida,' pero es más especialmente el deber de los ministros de Dios."'[10]
Pero el movimiento general relativo al segundo advenimiento de Cristo y la proclamación de que "la hora de su juicio es venida," no se limitó al hemisferio occidental. Fué mundial. Cumplió al respecto la proclamación del ángel "a toda nación y tribu y lengua y pueblo." Mourant Brock, clérigo anglicano que
acaudilló enérgicamente el movimiento adventista en las Islas Británicas, nos dice:
"No solamente en Gran Bretaña se alberga la esperanza de que pronto vuelva el Redentor, y se eleva la voz amonestadora, sino también en América, en la India y en el continente de Europa. Uno de nuestros misioneros alemanes relató últimamente que en Wurtemberg, hay una colonia cristiana de varios centenares de personas que se distinguen principalmente por esperar el segundo advenimiento. Y un ministro cristiano que viene de cerca de las playas del mar Caspio me ha dicho que existe la misma expectativa diaria entre los de su nación. Hablan constantemente de ella como 'del día de consuelo.' En una pequeña publicación titulada 'El Milenario,' el autor dice que entiende que en América como 300 ministros de la Palabra están predicando así 'este evangelio del reino,' mientras que en este país, añade, hacen lo mismo como 700 de la iglesia anglicana."[11]
El Dr. José Wolff viajó por Arabia, a través de la región habitada por los descendientes de Hobab, cuñado de Moisés. Habla como sigue de un libro que vió en el Yemen:
"Los árabes de este lugar tienen un libro llamado "Seera' que trata de la segunda venida de Cristo, y de su reinado en gloria." "En Yemen . . . pasé seis días con los hijos de los recabitas. . . . No beben vino, ni plantan viñedos, ni siembran, viven en tiendas, y recuerdan las palabras de Jonadab, hijo de Recab. Con ellos había hijos de Israel de la tribu de Dan, que residen cerca de Yerim, en Hadramaut, quienes esperaban, como los hijos de Recab, la pronta llegada del Mesías en las nubes de los cielos."[12]
D. T. Taylor habla como sigue concerniente a la amplia difusión de la esperanza adventista:
"En Wurtemberg, hay una colonia cristiana que cuenta con centenares de miembros que esperan el próximo advenimiento de Cristo; también hay otra que tiene la misma creencia en las orillas del mar Caspio. Los molocanes, cuerpo numeroso de disidentes de la iglesia griega rusa, que residen en las playas del
Báltico y son un pueblo muy piadoso del cual se dice que 'toma la Biblia sola como credo, y la norma de su fe es sencillamente las Santas Escrituras,' se caracteriza por 'esperar el reinado inmediato y visible de Cristo en la tierra.' En Rusia, la doctrina de la venida de Cristo y su reinado, se predica hasta cierto punto, y la reciben muchos de la clase humilde. Ha sido debatida extensamente en Alemania, particularmente en la parte sur, entre los moravos. En Noruega, han circulado extensamente carteles y libros sobre el advenimiento, y la doctrina ha sido recibida por muchos. Entre los tártaros, de Tartaria, prevalece la expectativa del advenimiento de Cristo más o menos en este tiempo. Publicaciones inglesas y americanas relativas a esta doctrina han sido enviadas a Holanda, Alemania, la India, Irlanda, Constantinopla, Roma y a casi toda estación misionera del globo. . . .
"El Dr. José Wolff, según las anotaciones que hizo en su diario entre los años 1821 y 1845, proclamó el pronto advenimiento del Señor en Palestina y Egipto, a orillas del mar Rojo, en Mesopotamia, Crimea, Persia, Georgia, a través del Imperio Otomano, en Grecia, Arabia, el Turquestán, Bokara, Afganistán, Cachemira, el Hindostán y el Tibet, en Holanda, Escocia e Irlanda, en Constantinopla, Jerusalén, Santa Elena y también a bordo de su barco en el Mediterráneo, y en la ciudad de Nueva York a todas las denominaciones. Declara haber predicado entre judíos, turcos, mahometanos, persas, hindúes, caldeos, yesidis, sirios y sábeos, y ante bajaes, jeques, chaes, el rey de Organtsh y Bokara, la reina de Grecia, etc. Acerca de sus labores extraordinarias el Investigator dice: 'Posiblement nadie ha dado mayor publicidad a la doctrina de la segunda venida del Señor Jesuscristo que este bien conocido misionero al mundo entero. Doquiera vaya, proclama el inminente advenimiento del Mesías en gloria.' "[13] Otro eminente escritor del gran movimiento adventista dice:
"Veo que la advertencia del Señor se oyó en realidad, y que se elevó la voz en la iglesia en aquel mismo tiempo, con referencia a la proximidad del advenimiento, es innegable. Se puede afirmar sin temor de exagerar que desde 1828 hasta 1833 . . .
un mayor número de folletos y trabajos destinados a tratar el tema del advenimiento y a declarar su proximidad llegaron al público y recibieron publicidad en los principales periódicos religiosos de la época que el que había aparecido anteriormente en cualquier siglo completo de toda la época transcurrida desde el tiempo de los apóstoles; sí, y probablemente más que en todos los siglos transcurridos desde entonces."'[14]
El error cometido por los adventistas en 1844 no se refería al tiempo, como bien lo han demostrado los argumentos referentes a las 70 semanas y a los 2.300 días de Daniel 8 y 9. Se refería a la naturaleza del acontecimiento que había de ocurrir al fin de aquellos días, según se ha comprobado al estudiar lo relativo al santuario de Daniel 8. Suponiendo que la tierra era el santuario, cuya purificación se había de realizar por fuego cuando se manifestase el Señor del cielo, esperaban naturalmente que viniese Cristo al fin de aquellos días. A causa de su equivocación acerca de eso, sufrieron una desilusión aplastante, predicha en la Escritura misma, aunque todo lo que la profecía declaraba, y todo lo que ellos debieran haber esperado, se realizó con exactitud absoluta en ese tiempo. Empezó la purificación del santuario; pero esto no trajo a Cristo a esta tierra, porque la tierra no es el santuario;
y su purificación no entraña la destrucción de la tierra, porque la purificación del santuario se realiza con la sangre de una ofrenda o sacrificio, y no por fuego. Esta fué la amargura del librito para la iglesia. (Apocalipsis 10:10.) Esta fué la venida de Uno como el Hijo del hombre, no a esta tierra, sino al Anciano de días. (Daniel 7:13, 14.) Esta fué la llegada del esposo a las bodas, que se presenta en la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25.
Las vírgenes fatuas dijeron entonces a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan." Las prudentes respondieron: "Id antes a los que venden, y comprad para vosotras. Y mientras que ellas iban a comprar, vino el esposo." Esta no es la venida de Cristo a esta tierra, porque es una venida que precede a las bodas; pero las bodas, es decir la recepción del
reino (véanse los comentarios sobre Apocalipsis 21), deben preceder su venida a esta tierra para recibir a sus hijos, que han de ser los convidados a la cena de bodas. (Lucas 19:12; Apocalipsis 19:7-9.) Esta venida de la parábola debe ser por lo tanto la misma que la venida del Anciano de días mencionada en Daniel 7:13,14.
"Las que estaban apercibidas, entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta." Después que llega el esposo a las bodas, se realiza el examen de los convidados para ver quiénes están listos para participar en la ceremonia, según la parábola de Mateo 22:1-13. Como última cosa antes de las bodas, el Rey entra a ver a los convidados, para averiguar si están todos debidamente ataviados con el vestido de bodas; todo aquel que, después del debido examen, es encontrado con el vestido puesto y aceptado por el Rey, no pierde ya esa vestidura, sino que tiene asegurada la inmortalidad. Pero la idoneidad para el reino es determinada únicamente por el juicio investigador del santuario.
La obra final que se realiza en el santuario, que es la expiación o purificación del mismo, no es por lo tanto otra cosa que el examen de los convidados para ver quiénes tienen el vestido de bodas. Por consiguiente, hasta que se haya terminado esta obra, no se habrá determinado quiénes están "listos" para entrar a las bodas. "Las que estaban apercibidas, entraron con él a las bodas." Esta expresión nos hace pasar, desde el tiempo en que llega el esposo a las bodas, a través del período abarcado por la purificación del santuario, o el examen de los convidados. Cuando este examen haya terminado, cesará el tiempo de gracia, y se cerrará la puerta.
Queda ahora aparente la relación que hay entre la parábola y el mensaje que estamos examinando. Presenta un período durante el cual se preparan los convidados a las bodas del Cordero, y es la obra del juicio a la cual el mensaje nos lleva cuando declara: "La hora de su juicio es venida." Este mensaje ha de ser proclamado con fuerte voz. Se proclamó con el poder así indicado entre los años 1840 a 1844, y más especialmente en el otoño de este último año, que nos trajo al fin de los 2.300 días,
cuando la obra del juicio se inició al empezar Cristo la purificación del santuario.
Como ya se ha demostrado, esta obra no nos llevó al fin del tiempo de gracia, sino al comienzo del juicio investigador. En esta hora del juicio estamos viviendo ahora. Hoy, como en el período al cual nos hemos referido ya, el mensaje del juicio se está proclamando por toda la tierra. Hoy repercute la solemne proclamación del juicio "a toda nación y tribu y lengua y pueblo, diciendo en alta voz: Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas." (Apocalipsis 14:6,7.)
Antes de pasar a considerar el mensaje del segundo ángel, contemplemos por un momento la importancia y el significado sublime de la verdad admirable que aquí se revela tan claramente. Nos hallamos en el mismo umbral del mundo eterno. El último mensaje de la misericordia de Dios se está dando a toda nación, tribu, lengua y pueblo. En el santuario celestial se están desarrollando las escenas finales del gran plan de salvación. ¡Pensemos en esto! La hora del juicio de Dios es venida. El juicio investigador que afecta a cada alma y que precede de inmediato a la venida de Jesús, se está realizando ahora en el cielo. Un vestido de boda, el manto inmaculado de la justicia de Cristo, ha sido provisto a un costo infinito para todos los que quieran aceptarlo. ¿Cómo lo pasaremos tú y yo cuando venga el Rey? "Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo." (1 Juan 2:1.)
VERS. 8: Y otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, aquella grande ciudad, porque ella ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.
El mensaje del segundo ángel.--El tiempo de este mensaje queda determinado mayormente por el del primer mensaje. El primero no puede sino preceder al segundo; pero el primero se limita a los postreros días. Sin embargo, el segundo debe ser
dado antes del fin, porque ningún movimiento de la clase descrita es posible después de aquel acontecimiento. Es por lo tanto, parte de aquel movimiento religioso que se realiza en los postreros días con referencia especial a la venida de Cristo.
Por lo tanto, conviene preguntar: ¿Qué significa el término "Babilonia"? ¿Qué es su caída? ¿Cómo se produce? En cuanto al significado de la palabra, nos enseñan algo las notas marginales que contienen ciertas Biblias frente a Génesis 10:10 y 11:9. El comienzo del reino de Nimrod fué Babel, o Babilonia. Este nombre significa "confusión," porque Dios confundió allí el lenguaje de los que edificaban la torre. El nombre se usa aquí figurativamente para designar la gran ciudad simbólica del Apocalipsis, probablemente con referencia especial al significado que tiene el término y a las circunstancias en que nació. Se aplica a algo sobre lo cual se puede escribir la palabra "confusión" para especificar sus características principales.
Hay tan sólo tres cosas a las cuales es posible aplicar esta palabra. Son el mundo religioso apóstata en general, la iglesia papal en particular, y la ciudad de Roma. Al examinar estos términos, demostraremos primero qué no es Babilonia.
Babilonia no se limita a la iglesia católica romana. No negamos que esta iglesia es una parte destacada de la gran Babilonia. Parecen aplicarse particularmente a ella las descripciones de Apocalipsis 17. Pero el nombre que lleva en su frente: "Misterio, Babilonia la grande, madre de las fornicaciones y de las abominaciones de la tierra," revela otras relaciones familiares. Si esta iglesia es la madre, ¿quiénes son las hijas? El hecho de que se hable de estas hijas demuestra que, en adición a la iglesia católica romana, hay otros cuerpos religiosos que caen bajo esta designación. Además, debe hacerse un llamamiento en relación con este mensaje: "Salid de ella, pueblo mío." (Apocalipsis 18:1-4.) Como este mensaje se ha de dar en la generación actual, se desprende que, si en Babilonia no se incluye otra iglesia que la católica romana, el pueblo de Dios se encuentra ahora en la comunión de aquella iglesia, y es invitado a salir de ella. Pero ningún protestante estará dispuesto a admitir esta conclusión.
Babilonia no es la ciudad de Roma. El argumento en el cual se basan algunos para afirmar que la ciudad de Roma es la Babilonia del Apocalipsis es como sigue: El ángel le dijo a Juan que la mujer que había visto era la gran ciudad que reinaba sobre los reyes de la tierra, y que las siete cabezas de la bestia eran siete montañas sobre las cuales se asentaba la mujer. Luego, dando a la ciudad y a las montañas un significado literal, al encontrar que Roma estaba edificada sobre siete colinas, aplican la declaración a la Roma literal.
El principio en que se basa esta interpretación supone que la explicación de un símbolo debe ser siempre literal. Se viene al suelo en cuanto se puede demostrar que los símbolos se explican a veces substituyéndolos por otros símbolos, y explicando luego estos últimos. Esto puede hacerse con facilidad. En Apocalipsis 11:3, se introduce el símbolo de los dos testigos. El versículo siguiente dice: "Estas son las dos olivas, y los dos candeleros que están delante del Dios de la tierra." En este caso se dice que el primer símbolo es lo mismo que otro símbolo que se explica claramente en otra parte. Así también en el caso que nos ocupa. "Las siete cabezas son siete montañas," y "la mujer es aquella gran ciudad;" y no resultará difícil demostrar que las montanas y la ciudad se usan simbólicamente. Llamamos la atención del lector a lo siguiente:
Se nos dice en Apocalipsis 13 que una de las siete cabezas fué herida de muerte. Esta cabeza no puede ser, por lo tanto, una montaña literal, porque sería insensato hablar de una montaña herida de muerte.
Cada una de las siete cabezas tiene una corona. Pero ¿quién vió jamás una montaña literal con una corona puesta?
Las siete cabezas son evidentemente diferentes formas de gobierno que se suceden en el transcurso del tiempo, pues leemos:
"Los cinco son caídos; el uno es, el otro aun no es venido." (Apocalipsis 17:10.) Pero las siete colinas sobre las cuales está edificada Roma no son sucesivas, y sería absurdo aplicarles ese lenguaje.
De acuerdo con Daniel 7:6, comparado con Daniel 8:8, 22, las cabezas denotan gobiernos, y según Daniel 2:35, 44, y Jeremías
51:25, las montañas denotan reinos. De acuerdo con estos hechos, una traducción literal de Apocalipsis 17:9, lo elimina toda obscuridad: "Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales se asienta la mujer, y son siete reyes." Se verá así que el ángel representa las cabezas como montañas, y luego explica las montanas como siete reinos sucesivos. El significado se transfiere de un símbolo al otro, y luego se da una explicación del segundo símbolo.
Del argumento precedente se desprende que "la mujer" no puede representar una ciudad literal, pues las montañas sobre las cuales se sienta la mujer son simbólicas y una ciudad literal no puede asentarse sobre montañas simbólicas. Además, Roma era la silla del dragón de Apocalipsis 12, y el dragón la transfirió a la bestia. (Apocalipsis 13:2.) Llegó a ser así la silla de la bestia; pero sería mezclar en forma singular las figuras hacer una misma cosa de la silla, sobre la cual se sienta la bestia, y una "mujer sentada sobre la bestia.
Si la ciudad de Roma fuese la Babilonia del Apocalipsis, ¡qué incongruencia no tendríamos en Apocalipsis 18:1-4, ya que en este caso la caída de Babilonia sería el derrocamiento y la destrucción de la ciudad, de hecho su consumación completa por el fuego, según el versículo 8! Pero notemos lo que sucede después de la caída. Babilonia llega a ser "habitación de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de todas aves sucias y aborrecibles." ¿Cómo puede suceder esto a una ciudad después que ha sido destruída y completamente quemada por el fuego? Además, después de esto, se oye una voz que dice: "Salid de ella, pueblo mío." ¿Están todos los hijos de Dios en Roma? De ninguna manera. ¿Cuántos podríamos suponer que estarían allí para ser invitados a salir después que la ciudad hubiese sido quemada por fuego ? No es necesario espaciarse más en el asunto para demostrar que Babilonia no puede ser la ciudad de Roma.
¿Qué significa Babilonia?--Babilonia significa la iglesia universal mundana. Después de haber visto que no puede ser ninguna de las otras dos cosas a las cuales el término podría aplicarse, debe significar esto. Pero no nos vemos reducidos a
esta clase de raciocinio con respecto al asunto. A Babilonia se la llama una "mujer." El símbolo de una mujer representa una iglesia. Interpretamos la mujer de Apocalipsis 12 como significando una iglesia. La mujer de Apocalipsis 17 debe interpretarse indudablemente como significando también una iglesia. El carácter de la mujer determina el carácter de la iglesia representada. Una mujer casta representa una iglesia pura, una mujer vil representa una iglesia impura o apostata. La mujer Babilonia es ella misma una ramera, y la madre de hijas semejantes a ella. Esta circunstancia, como el nombre mismo, demuestra que Babilonia no se limita a un solo cuerpo eclesiástico, sino que debe componerse de muchos. Debe abarcar a todos los que tienen naturaleza semejante, y representar todas las iglesias corrompidas y apóstatas de la tierra. Esto explicará tal vez el lenguaje de Apocalipsis 18:24, el cual nos indica que cuando Dios demande de la gran Babilonia la sangre de sus mártires, se hallará en ella "la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra."
A través de los siglos casi todo país de Europa ha tenido su iglesia oficial del Estado, y la mayoría de esos países tienen actualmente sus religiones establecidas, que se oponen celosamente a los disidentes. Babilonia ha embriagado a todas las naciones con el vino de su fornicación, es decir con sus falsas doctrinas. Por lo tanto, no puede simbolizar sino la iglesia mundana universal. La gran ciudad Babilonia se compone de tres divisiones. Así también las grandes religiones del mundo pueden disponerse en tres agrupaciones. La primera, que es también la más antigua y difundida, es el paganismo, que se simboliza por separado bajo la forma de un dragón. La segunda es la gran apostasía papal, simbolizada por la bestia. La tercera son las hijas, o descendientes de aquella iglesia, simbolizadas por la bestia de dos cuernos, aunque no las abarca todas. La guerra, la opresión, la conformidad con el mundo, el formalismo religioso, el culto de Mamón, la búsqueda de los placeres y la conservación de muchísimos errores de la iglesia católica romana, identifican con triste y fiel exactitud la gran masa de las iglesias protestantes como una parte
importante de esta gran Babilonia, objeto de la advertencia.
Un examen de la conducta seguida por la iglesia protestante en ciertas oportunidades lo demostrará aun mejor. Cuando Roma tuvo el poder, destruyó vastas multitudes de aquellos que ella llamaba herejes. La iglesia protestante ha manifestado el mismo espíritu. Lo atestigua la hoguera en la cual hicieron morir a Miguel Serveto los protestantes de Ginebra con Juan Calvino a la cabeza. Lo atestigua la larga opresión de los disidentes por la iglesia anglicana. Lo atestigua el hecho de que aun los padres puritanos de la Nueva Inglaterra ahorcaban a los cuáqueros y azotaban a los bautistas, a pesar de que ellos mismos habían debido huir de una opresión similar de parte de la iglesia anglicana. Pero estas cosas, dirán algunos, pertenecen al pasado. Es verdad, pero demuestran que cuando las personas gobernadas por fuertes prejuicios religiosos pueden ejercer coerción sobre los disidentes, no saben negarse a hacerlo, y esta debilidad se ha de ver en los Estados Unidos como cumplimiento ulterior de la profecía final de Apocalipsis 13.
Cristo quería que su iglesia fuese una. Oró para que sus discípulos fuesen una cosa, como él y su Padre eran una cosa; porque esto daría poder a su Evangelio, e induciría al mundo a creer en él. En vez de esto, consideremos la confusión que existe en el mundo protestante, las muchas paredes divisorias que lo separan en una red de sociedades, y los muchos credos tan discordantes como las lenguas de aquellos que fueron dispersados cuando edificaban la torre de Babel. Dios no es autor de esto. Es el estado de cosas que la palabra "Babilonia" describe apropiadamente. Se usa esta palabra evidentemente con este propósito, y no como un término de oprobio. En vez de llenarse de resentimiento cuando se menciona este término, la gente debiera más bien examinar su situación, y ver si en su fe o práctica se ha hecho culpable de tener alguna relación con esta gran ciudad de la confusión. En tal caso, debe separarse inmediatamente de ella.
La verdadera iglesia es una virgen casta. (2 Corintios 11:2.) La iglesia que se ha unido en amistad con el mundo, es una ramera. Es esta relación ilícita con los reyes de la tierra lo que la
constituye la gran ramera del Apocalipsis. (Apocalipsis 17.) Así también la iglesia judía, desposada al principio con el Señor (Jeremías 2:3; 31:32), se transformó en ramera (Ezequiel 16). Cuando esa iglesia apostató de Dios, fué llamada Sodoma (Isaías I), así como "la gran ciudad" (Babilonia) se llama así en Apocalipsis 11. La unión ilícita con el mundo de la cual es culpable Babilonia, es una prueba positiva de que este nombre no designa el poder civil. El hecho de que los hijos de Dios están en su medio inmediatamente antes de su destrucción, es prueba de que profesa ser un cuerpo religioso. Por estos motivos, es muy evidente que la Babilonia del Apocalipsis es la iglesia profesa que se ha unido con el mundo.
"Ha caído Babilonia."--La caída de Babilonia recibirá ahora nuestra atención. Después de ver qué constituye Babilonia, no será difícil decidir qué significa la declaración de que ella cayó. Como Babilonia no es una ciudad literal, tampoco puede ser literal su caída. Ya hemos visto cuán absurdo sería esto. Además, la misma profecía establece la más clara distinción entre la caída y la destrucción de Babilonia. Babilonia "cae" antes de ser "derribada" con violencia, como una piedra de molino arrojada al mar, y de ser completamente "quemada con fuego." Por lo tanto, la caída es espiritual, pues después de ella la voz se dirige a los hijos de Dios que están todavía relacionados con ella, y les dice: "Salid de ella, pueblo mío." Luego da inmediatamente la razón: "Porque no seáis participantes de sus pecados, y que no recibáis de sus plagas." Babilonia sigue por lo tanto existiendo en el pecado, y sus plagas la han de alcanzar en un momento futuro después de su caída.
Los que aplican la expresión Babilonia exclusivamente al papado, sostienen que la caída de Babilonia es la pérdida del poder civil por la iglesia papal. Debido a su caída, Babilonia llega a ser guarida de espíritus inmundos y aves aborrecibles; pero tal no es para Roma el resultado de la pérdida del poder civil.
Los hijos de Dios son llamados a salir de Babilonia, a causa del aumento de pecaminosidad que resulta de la caída. Pero la pérdida del poder temporal del papado no constituye una razón
adicional por la cual el pueblo de Dios debe abandonar esa iglesia.
Babilonia sufre esta caída espiritual "porque ella ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor [no ira, sino intensa pasión] de su fornicación." Esto puede referirse a una sola cosa, a saber las falsas doctrinas. Ella corrompió las verdades puras de la Palabra de Dios y embriagó a las naciones con fábulas placenteras. Bajo la forma del papado suplantó el Evangelio y lo substituyó por un falso sistema de salvación:
Por la doctrina de la Inmaculada Concepción niega que en Cristo habitó Dios en la carne humana.
Procuró hacer a un lado la mediación de Cristo y colocó en su lugar otro sistema de mediación.
Intentó quitar el sacerdocio de Jesús y substituirlo por un sacerdocio terrenal.
Hizo depender la salvación de la confesión a un hombre mortal y así separó al pecador de Jesús, el único por medio del cual pueden ser perdonados sus pecados.
Rechaza la salvación por la fe como "herejía condenable," y la reemplaza por la doctrina de la salvación por las obras.
Su blasfemia culminante es la doctrina de la transubstanciación, o sacrificio idólatra de la misa, al que ella da el mismo valor "que al de la cruz" y declara que, en algunos sentidos, "tiene ventajas sobre el Calvario," porque por él "se realiza la obra de nuestra redención."
Entre las doctrinas que ella enseña contrariamente a la Palabra de Dios, pueden mencionarse las siguientes:
La substitución de la tradición y la voz de la iglesia como guía infalible en lugar de la Biblia.
El cambio del día de reposo del cuarto mandamiento, o séptimo día, por la fiesta del domingo como descanso del Señor y recuerdo de su resurrección, institución que nunca ha sido ordenada por Dios y que no puede conmemorar apropiadamente aquel suceso. Engendrado por el paganismo como "la desenfrenada fiesta solar de todos los tiempos paganos," el domingo fué llevado a la pila bautismal por el papa y cristianado como
institución de la iglesia evangélica. Así se hizo la tentativa de destruir el monumento recordativo que el gran Dios había levantado para conmemorar su magnífica obra de la creación, y se procuró erigir otra en su lugar para conmemorar la resurrección de Cristo, sin motivo, puesto que el Señor mismo había provisto ya una institución con este propósito en el bautismo por inmersión.
La doctrina de la inmortalidad natural del alma. Esta también proviene del mundo pagano, y fueron "los padres de la iglesia" quienes introdujeron esta doctrina perniciosa como parte de la verdad divina. Este error anula las dos doctrinas bíblicas de la resurrección y del juicio general, y abre una puerta al espiritismo moderno. De este error brotaron otras doctrinas funestas como el estado consciente de los muertos, el culto de los santos, la mariolatría, el purgatorio, las recompensas dadas al morir, las oraciones y los bautismos en favor de los muertos, los tormentos eternos y la salvación universal.
La doctrina de que los santos, como espíritus desencarnados, hallan su herencia eterna en regiones lejanas e indefinibles, "más allá de los límites del tiempo y del espacio." Ella desvió a multitudes de personas de la enseñanza bíblica de que esta tierra ha de ser destruída por el fuego en el día del juicio y perdición de los impíos, y que de sus cenizas la voz de la Omnipotencia hará surgir una tierra nueva, que será el futuro reino eterno de gloria que los santos poseerán como herencia eterna.
El bautismo por aspersión, en vez de la inmersión que es el único modo bíblico de bautizar y de conmemorar adecuadamente la sepultura y resurrección de nuestro Señor, de acuerdo al fin al cual estaba destinado. Al corromper este rito y al destruirlo como recuerdo de la resurrección de Cristo, se preparó el terreno para poner en su lugar otra cosa, a saber el descanso dominical.
La enseñanza de que la venida de Cristo es un acontecimiento espiritual, y no literal, que se cumplió en ocasión de la destrucción de Jerusalén, o se está cumpliendo en ocasión de la conversión, de la muerte o por medio del espiritismo. Muchísimos se han visto inducidos por tales enseñanzas a oponerse categórica-
mente a la doctrina bíblica de que la segunda venida de Cristo es un suceso definido, futuro, literal, personal y visible, que resultará en la destrucción de todos sus enemigos, pero traerá la vida eterna a todos sus hijos.
La doctrina de un milenario temporal, o mil años de paz, prosperidad y justicia por toda la tierra antes de la segunda venida de Cristo. Esta doctrina está especialmente destinada a cerrar los oídos de la gente para que no oigan las advertencias de que se acerca el segundo advenimiento, y adormecerá probablemente a tantas almas en un estado de seguridad carnal que las conducirá a su ruina final como cualquier herejía que haya ideado jamás el gran enemigo de la verdad.
Significado de la caída de Babilonia.--Y llegando ahora más particularmente a la aplicación de la profecía referente a la caída de Babilonia, veamos la situación del mundo religioso en relación con la posibilidad de un cambio tal cuando llegó el momento de que se proclamase este segundo mensaje juntamente con el primero, hacia 1844. El paganismo no era sino apostasía y corrupción en el principio, y lo es todavía. Ninguna caída espiritual es posible en él. El catolicismo romano había estado en una condición caída durante muchos siglos. Pero las iglesias protestantes habían iniciado la gran reforma de la corrupción papal y habían hecho una noble obra. Se hallaban, en una palabra, en una posición que les permitía sufrir una caída espiritual. Es por lo tanto inevitable la conclusión de que el mensaje que anuncia la caída se refería casi por completo a las iglesias protestantes.
Puede preguntar alguien por qué no se hizo antes este anuncio, si una parte tan importante de Babilonia había caído desde hacía tanto tiempo. Esta es la respuesta; No se podía decir que Babilonia en conjunto había caído mientras una división de ella permaneciese en pie. No podía anunciarse antes que la condición del mundo protestante empeorase, y éste hubiese sacrificado la verdad, o sea la única senda del progreso. Cuando esto sucedió, y el protestantismo experimentó una caída espiritual, pudo hacerse el anuncio concerniente a Babilonia en conjunto, como no podía hacerse antes: "Ha caído Babilonia."
Tal vez convenga averiguar algo más acerca de cómo habría de aplicarse en ese tiempo a las iglesias protestantes la razón a la cual se atribuye la caída de Babilonia, a saber, porque hizo beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación. La respuesta es: Se les aplicaría en forma muy pertinente. La culpa de Babilonia estriba en su confusión de la verdad y sus falsas doctrinas consiguientes. Debido a que las propaga laboriosamente, y se aferra a ellas cuando se le ofrece la luz y la verdad que las habrían de corregir, se halla en una condición caída. En el caso de las iglesias protestantes, había llegado el momento de subir a un nivel religioso más alto. Podían aceptar la luz y la verdad que se les ofrecía, y alcanzar a ese nivel superior, o podían rechazarlas, y perder su espiritualidad y el favor de Dios, o en otras palabras, experimentar una caída espiritual.
La verdad que Dios consideró propio emplear como instrumento para esta obra fué el mensaje del primer ángel. La doctrina que se predicaba era que la hora del juicio de Dios había llegado, y esto hacía inminente el segundo advenimiento de Cristo. Después de escucharla lo suficiente para ver las bendiciones que acompañaban a la doctrina, y los buenos resultados que producía, las iglesias en conjunto la rechazaron con desprecio y burla. Quedaron así probados los que demostraban claramente que su corazón estaba con el mundo, y no con el Señor, y que así preferían continuar.
Pero el mensaje habría curado los males que existían entonces en el mundo religioso. El profeta exclama, tal vez con referencia a este tiempo: "Curamos a Babilonia, y no ha sanado." (Jeremías 51:9.) ¿Pregunta alguien cómo sabemos que la recepción del mensaje habría tenido ese efecto? Contestamos: Porque tal fué el efecto en todos los que lo recibieron. Salieron de diferentes denominaciones, y las barreras que los separaban quedaron niveladas; fueron reducidos a átomos los credos que estaban en conflicto; abandonaron la esperanza antibíblica de un milenario temporal; corrigieren sus falsas opiniones en cuanto al segundo advenimiento; el orgullo y la conformidad al mundo se desvanecieron; se corrigieron entuertos; los corazones se unieron en la
más dulce comunión; reinaron supremos el amor y el gozo. Si la doctrina hizo todo esto en favor de los pocos que la recibieron, habría hecho lo mismo para todos si la hubieran recibido, pero el mensaje fué rechazado.
Por todas partes del país se elevó el clamor: "Ha caído Babilonia," y en anticipación del movimiento presentado en Apocalipsis 18:1-4, los que proclamaban el mensaje añadían: "Salid de ella, pueblo mío." Como resultado, millares de personas cortaron sus relaciones con las diversas denominaciones.
Un cambio notable se produjo en las iglesias con respecto a su condición espiritual. Cuando una persona rechaza la luz, se sitúa necesariamente en las tinieblas; cuando rechaza la verdad pone inevitablemente las manos y los pies en los cepos del error. A ello debe seguir una pérdida de la espiritualidad, o caída espiritual. Esto fué lo que experimentaron las iglesias. Decidieron adherirse a los viejos errores, y seguir propagando sus falsas doctrinas entre la gente. Por lo tanto, la luz de la verdad las abandonó.
Algunas de ellas sintieron y deploraron el cambio. Unos cuantos testimonios de sus escritores nos pintan la condición en que quedaron en aquel tiempo.
En 1844, el Christian Palladium expresó los siguientes lamentos: "En todas direcciones oímos voces quejumbrosas, llevadas por toda brisa del cielo, heladas como las ráfagas de los témpanos del norte, que se asientan como íncubos en los pechos tímidos y, absorbiendo las energías de los débiles, nos indican que la tibieza, la división, la anarquía y la desolación están angustiando los confines de Sión."[15]
También en 1844 el Religious Telescope usó el siguiente lenguaje: "Nunca hemos presenciado una decadencia tan general de la religión como actualmente. . . . Cuando recordamos cuanto escasean los casos de verdadera conversión, y la impenitencia y dureza casi sin parangón de los pecadores, exclamamos casi involuntariamente [con el salmista]: '¿Ha olvidado Dios el te-
ner misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus piedades?'"[16]
Más o menos en aquel entonces se publicaron en los periódicos religiosos invitaciones a ayunar y orar por el retorno del Espíritu Santo. Hasta el Sun de Filadelfia, publicó lo siguiente en noviembre de 1844: "Los infrascritos, ministros y miembros de diversas denominaciones de Filadelfia y el vecindario, creyendo solemnemente que las actuales 'señales de los tiempos,' a saber, la pobreza espiritual de nuestras iglesias en general y los males extremos que reinan en el mundo en derredor nuestro, parecen invitar con fuerte voz a todos los cristianos a tener momentos especiales de oración, acordamos por lo tanto, si Dios lo permite, unirnos en una semana de oración especial al Dios Todopoderoso, por el derramamiento de su Espíritu Santo en nuestra ciudad, nuestro país y el mundo."[17]
Carlos G. Finney, evangelista bien conocido, dijo en febrero de 1844: "Hemos recordado que, en general, las iglesias protestantes de nuestro país manifestaban apatía u hostilidad hacia casi todas las reformas morales de la época. Hay excepciones parciales, pero no bastan para impedir que ese hecho sea general. Tenemos otro hecho que lo corrobora: la ausencia casi universal de influencias reavivadoras en las iglesias. La apatía espiritual lo domina casi todo, y es terriblemente profunda, como lo atestigua la prensa religiosa de todo el país. . . . Las iglesias en general están degenerando tristemente. Se han alejado mucho del Señor, y él se ha retirado de ellas."
En noviembre de 1844, el Oberlin Evangelist observó en un artículo editorial:
"Algunos de nuestros periódicos religiosos deploran el hecho de que los reavivamientos han cesado casi en absoluto en nuestras iglesias, como todos ellos lo atestiguan. Hace mucho que no se conocía una época de pobreza tan general. Existe un gran espíritu de reavivamiento político y de celo en todos los departamentos de las operaciones comerciales; pero ¡ay! la decadencia y la muerte se asientan como un íncubo en el seno de la actividad
cristiana y del santo amor hacia Dios y hacia las almas. Se conservan las formas externas de la religión; prosigue la rutina de los deberes dominicales; pero en cuanto a los momentos de 'refrigerio de la presencia del Señor' en los cuales el temor sobrecoge al hipócrita, la convicción embarga al pecador y los corazones humildes se aferran a las promesas y luchan poderosamente por la conversión de las almas, estos momentos se conocen solamente en la medida en que se los recuerda dulcemente, como días que fueron pero no existen más."[18]
No sólo sufrieron las iglesias una distinta pérdida de la espiritualidad en 1844, sino que desde entonces la decadencia ha continuado en forma notable.
El Congregationalist dijo en noviembre de 1858: "No se ha despertado la piedad en nuestras iglesias hasta el punto de permitirnos esperar confiadamente de ella los frutos legítimos y prácticos que debiera dar. Por ejemplo, debiéramos tener la seguridad de que después de una manifestación de la gracia, se llenarían las tesorerías de nuestras sociedades de benevolencia, así como después de una lluvia abundante los arroyos llenan sus cauces. Pero los administradores de nuestras sociedades lamentan la debilidad de la simpatía y la ayuda prestadas por las iglesias.
"La misma verdad general recibe otra ilustración aun más triste. El Watchman and Reflector declaró recientemente que nunca había habido entre las iglesias bautistas tan lamentable difusión de la disensión como la que prevalece actualmente. . . . Bastará echar una mirada a los semanarios de nuestra propia denominación para convencerse de que el mal no se limita a los bautistas."[19]
El principal periódico metodista, el Christian Advocate, de Nueva York, publicó en 1883 un artículo del cual copiamos las siguientes declaraciones:
"1. Disfrácese el hecho como se quiera, la iglesia se halla, en
sentido general, en rápida decadencia espiritual. Aunque crece en número y en fuerza monetaria, se está volviendo extremadamente débil y limitada en su espiritualidad, tanto en el púlpito como entre los miembros. Está asumiendo la forma y el carácter de la iglesia de Laodicea.
"2. . . . Miles de ministros de las iglesias locales y de las asociaciones y muchos miles de miembros laicos están muertos y son de tan poco valor como higueras estériles. Ningún valor temporal o espiritual tiene su contribución al progreso y a los triunfos del Evangelio por toda la tierra. Si todos estos huesos secos de nuestra iglesia y sus congregaciones pudiesen resucitar y ser requisicionados para un servicio fiel y activo, ¡cuán gloriosas y nuevas manifestaciones del poder divino se verían !"[20]
El redactor del Western Christian Advocate escribió en 1893 acerca de su iglesia lo siguiente:
"A la iglesia de los metodistas escribe: La gran dificultad con nosotros hoy estriba en que la salvación de las almas en peligro recibe nuestra última y menor consideración. Muchas de nuestras congregaciones se conducen como clubes sociales. Se han trocado en centros de influencia social. Se procura formar parte de ellos para progresar en la sociedad, en los negocios o en la política. Los predicadores invitados son aquellos que saben 'suavizar los textos para que halaguen cortésmente los oídos, y oculten cuidadosamente la condenación.'
"Los cultos dominicales sirven de ocasiones para ostentar las elegancias de las últimas modas en los atavíos. Aun los pequeñuelos son adornados como si fuesen acólitos del orgullo. Si se leen los 'Reglamentos' es para cumplir con la letra de una ley cuyo espíritu huyó hace mucho. Los registros de las clases están llenos de nombres de personas inconversas. Se pueden encontrar miembros oficiales en los palcos de los teatros y otros lugares donde se lucen vestidos lujosos. Los que reciben la comunión participan en las carreras, dan bailes y partidas de naipes, y asisten a ellas. La distinción que hay entre los que están dentro de la
iglesia y los que están afuera es tan obscura que los hombres se sonríen cuando se les solicita que se unan a la iglesia, y a veces nos dicen que fuera de ella encuentran a los mejores hombres.
"Cuando nos dirigirnos a las masas, con demasiada frecuencia lo hacemos con tan ostentosa condescendencia que el respeto propio las ahuyenta de nosotros.
"Y sin embargo, bajo la inflación de los ricos e impíos, nos hemos extendido tanto, que ellos nos resultan necesarios. La aplicación de la letra inequívoca de la disciplina durante un solo ano reduciría a la mitad el total de nuestros miembros, pondría en bancarrota nuestra sociedad misionera, cerraría nuestras iglesias lujosas, paralizaría nuestros intereses afines, dejaría sin emolumentos y en angustias a nuestros pastores y obispos. Pero subsiste el hecho de que debe acontecer una de dos cosas: o la disciplina debe purificar a la iglesia, o el Espíritu Santo de Dios buscará otros medios organizados. El hacha ha sido puesta a la raíz del árbol. Somos llamados a arrepentimos. La obra de Dios debe ser hecha. Si estorbamos el camino, él nos eliminará."[21]
El Independent de Nueva York, del ¿ de diciembre de 1896, contenía un artículo de D. L. Moody, del cual extractamos lo siguiente:
"En un número reciente de su periódico, vi un artículo en el cual un corresponsal declaraba que más de tres mil iglesias de las organizaciones congregacionalistas y presbiterianas de este país no podían informar que el año pasado un solo miembro hubiese sido añadido por profesión de fe. ¿Puede ser esto verdad? Este pensamiento se ha apoderado de tal manera de mí, que no puedo sacarlo de mi mente. Basta para horrorizar el alma de todo verdadero cristiano.
"Si esto sucede en esas dos grandes denominaciones, ¿cuál será la condición de las demás? ¿Vamos a quedarnos todos sentados tranquilos y permitir que esto continúe? ¿Callarán nuestros periódicos religiosos y nuestros púlpitos como 'perros mudos,' que 'no pueden ladrar,' en vez de advertir al pueblo que se acerca el peligro? ¿No elevaremos todos nuestra voz como
trompeta acerca de este asunto? ¿Qué debe pensar el Hijo de Dios de semejante resultado de nuestra labor? ¿Qué debe pensar un mundo incrédulo acerca de un cristianismo que no produce más fruto? ¿No nos preocupan las multitudes de almas que bajan a la perdición cada año mientras todos nosotros permanecemos sentados y mirándolas? ¿Dónde estará nuestro país al fin de los próximos diez años, si no nos despertamos?"[22]
La condición de decadencia espiritual en la cual las iglesias en general habían caído como resultado de haber rechazado el mensaje del primer ángel las indujo a aceptar doctrinas erróneas y corrompidas. Durante la última parte del siglo XIX se había de ver un cambio notable en la actitud de los dirigentes y de los feligreses de las iglesias protestantes con respecto a las doctrinas básicas de las Escrituras de verdad. Habiendo rechazado lo verdadero, aceptaban lo falso. La teoría de la evolución, aceptada por muchos dirigentes de las iglesias, estaba, según las palabras de un gran escritor religioso, "expulsando al Creador." Un defensor religioso de la teoría declaró que "la oración es la comunión con mi yo racial íntimo."
Los efectos de la teoría evolucionista sobre la fe de las iglesias son tan aparentes que son muy comunes los comentarios públicos sobre la situación. Cierto profesor de filosofía de una gran universidad observa: "Hoy parece que la gran tradición moral hebrea-cristiana, que es la parte más antigua de nuestra herencia, se está desmoronando ante nuestros propios ojos. . . . La fe en la ciencia se ha fortalecido de tal manera, y ha adquirido tanta suficiencia propia, se ha arraigado tanto en los procesos de nuestra sociedad, que muchos de los que la albergan han perdido todo deseo de combinarla con cualquier otra. . . . El hombre que confía en una ciencia física para describir el mundo no halla donde situar una divinidad. . . . Las filosofías que expresan hoy sus intereses básicos [de los hombres] no se preocupan ya, como en el siglo XIX, de justificar una creencia en Dios y la inmortalidad. Estas ideas han desaparecido sencillamente de cualquier
tentativa seria por llegar a comprender el mundo. . . . El actual conflicto de la fe religiosa con la ciencia ya no se refiere a una explicación científica del mundo, sino a una explicación científica de la religión. El efecto realmente revolucionario de la fe científica sobre la religión hoy, no es su nueva visión del universo sino su nueva visión de la religión."[23]
¿Cuál es esa nueva visión de la religión? Lo explica francamente un portavoz del liberalismo moderno:
"Los protestantes liberales han abandonado la creencia en la infalibilidad verbal de la Biblia."[24] "Creemos que Jesús fué un ser humano, no un ser sobrenatural diferente de todos los demás hombres en su calidad. Creemos que nació de la manera normal, y que arrostró los problemas y dificultades de la vida sin ningún refuerzo secreto de poder milagroso. . . . Para nosotros, la muerte de Jesús no es en esencia diferente de la muerte de otros héroes."[25] "Hoy la antigua creencia de que Jesús volverá a aparecer en el cielo para inaugurar un dramático juicio del mundo, sentenciar a Satanás y a los demonios al infierno, y conducir a los ángeles y a los cristianos al paraíso, se ha reducido a la doctrina esotérica de una minoría en vez de ser una convicción universal de enorme influencia en el mundo cristiano. Una vez que un moderno acepta lo que los historiadores le dicen en cuanto a la edad del universo, y una vez que acepta lo que los hombres de ciencia le dicen acerca de la naturaleza del proceso evolucionista, no puede creer que se producirá ¿jamás un desenlace espectacular de los asuntos del mundo como el que esperaban los primeros cristianos."[26] "Nos proponemos tomar del cristianismo antiguo los elementos que parecen tener valor permanente, combinarlos con las convicciones religiosas y las percepciones éticas que han surgido durante los tiempos modernos, y con este material compuesto elaborar una nueva fórmula del mensaje cristiano. Admitimos francamente que nuestro evangelio no es el 'viejo evan-
gelio," ni siquiera una versión modificada del viejo evangelio que se está proclamando ahora en los púlpitos conservadores. Es el nuestro, lo confesamos, un 'nuevo evangelio.'"[27]
Si el protestantismo hubiera aceptado el mensaje del primer ángel, ello habría permitido a la iglesia ser una luz para todas las naciones. Pero al rechazar el mensaje, traicionó su cometido y dejó a las naciones sin el testimonio de la verdad presente que podrían haber tenido; y como consecuencia ellas andan a tientas en las tinieblas del error y la superstición resultantes de las influencias intoxicantes y estupefacientes del sistema de falsas doctrinas que dicha iglesia edificó y no quiso luego abandonar.
Roberto M. Hutchins, rector de la Universidad de Chicago, al hablar de nuestra condición espiritual, dijo: "No sabemos adónde vamos, ni porqué, y casi hemos renunciado a la tentativa de descubrirlo. Estamos desesperados porque las llaves que habían de abrir las puertas del cielo nos han introducido en una cárcel mayor, pero también más opresiva. Pensábamos que aquellas llaves eran la ciencia y la libre inteligencia del hombre. Han fracasado. Hace mucho que hemos desechado a Dios. ¿A qué podemos apelar ahora?"[28]
En su número del 24 de mayo de 1941, el Inquirer de Filadelfia intentó analizar así nuestras condiciones en un artículo editorial: "Parecemos haber llegado a uno de estos momentos portentosos de la historia en que la civilización se detiene espantada en presencia de fuerzas demasiado complejas y demasiado terribles en su potencialidad para ser evaluadas con exactitud. Confrontados por problemas que no pueden ser descartados más que por niños irreflexivos e insensatos de juicio liviano, hemos llegado a la encrucijada donde toda señal indicadora nos deja perplejos. Durante años se han lanzado asaltos cada vez más acerbos contra la religión. Nos parecía que no necesitábamos preocuparnos si 'las antiguas creencias desfallecían y caían.' Parecería que en esta civilización, como en las del pasado cuando se
acercaban a su fin inevitable, nosotros, y ese término abarca a toda la humanidad en general, nos hemos vuelto demasiado seguros de nosotros mismos. . . .
"Hemos observado, y muchos de nosotros con poco recelo, el desarrollo de cultos extraños y el recrudecimiento de filosofías paganas. Sin la menor perturbación, hemos presenciado el nacimiento del humanismo moderno, con su negativa de un poder mayor que el nuestro propio; su exaltación del hombre hasta hacerlo igual a su Hacedor. Ahora, cuando la civilización puede estar muñéndose de pie, la barrera de globos de nuestra suficiencia propia está estallando en el espacio. Al fin los seres humanos están empezando a descubrir que no son pequeños dioses, sino tan sólo pequeños hombres."[29]
Pero a fuerza de apartarse de Dios, las iglesias populares llegan finalmente a una condición en que los verdaderos cristianos no pueden seguir relacionados con ellas; y serán invitados a salir. Esto lo veremos en el futuro, en cumplimiento de Apocalipsis 18:1-4. Creemos que vendrá cuando, en adición a sus corrupciones, las iglesias empiecen a levantar contra los santos la mano de la opresión. (Véanse los comentarios sobre Apocalipsis 18.)
VERS. 9-12: Y el tercer ángel los siguió, diciendo en alta voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y toma la señal en su frente, o en su mano, éste también beberá del vino de la ira de Dios, el cual está echado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles, y delante del Cordero: y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. Y los que adoran a la bestia y a su imagen, no tienen reposo día ni noche, ni cualquiera que tomare la señal de su nombre. Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús.
El mensaje del tercer ángel.--Este es un mensaje del significado más pavoroso. No puede hallarse en toda la Biblia una amenaza más severa con relación a la ira divina. El pecado contra el cual nos amonesta debe ser un pecado terrible, y debe ser tan claramente definido que todos podrán comprenderlo; y así saber cómo evitar los juicios pronunciados contra él.
Debe notarse que estos mensajes se van añadiendo uno al otro, es decir que uno no cesa cuando se introduce el otro. De manera que por un tiempo el primer mensaje era el único que se proclamaba. Luego fué introducido el segundo mensaje, pero esto no hizo cesar al primero. Desde entonces hubo dos mensajes. Les siguió el tercero, no para reemplazarlos, sino tan sólo para unírseles, de manera que tenemos ahora tres mensajes que se proclaman simultáneamente, o mejor dicho, un mensaje triple, que abarca las verdades de los tres; y el último es, por supuesto, la proclamación culminante. Mientras la obra no se haya terminado, no cesará de ser verdad que la hora del juicio de Dios es venida y que Babilonia cayó. Sigue siendo necesario proclamar estos hechos en relación con las verdades introducidas por el tercer mensaje.
También se notará la relación lógica que hay entre los mensajes mismos. Si consideramos la situación en el momento que precede inmediatamente a la introducción del primer mensaje, vemos que el mundo religioso protestante se hallaba en gran necesidad de reforma. Existían divisiones y confusión en las iglesias. Estas seguían aferradas a muchos errores y supersticiones papales. El poder del Evangelio quedada coartado en sus manos. Para corregir estos males, la doctrina de la segunda venida de Cristo fué introducida y proclamada con poder. Debieran haberla recibido y obtenido de ella una nueva vida. En vez de hacerlo, la rechazaron y sufrieron las consecuencias espirituales. Luego siguió el segundo mensaje, que anunciaba el resultado de aquel rechazamiento, y declaraba lo que no sólo era un hecho en sí mismo, sino un veredicto judicial de Dios sobre las iglesias por su rebelión al respecto; a saber, que Dios las había abandonado, y que habían sufrido una caída espiritual.
Esto no tuvo por efecto despertarlas e inducirlas a corregir sus errores, como podría haberlo hecho si hubiesen estado dispuestas a ser amonestadas y corregidas. ¿Qué sigue? Está preparado el camino para un movimiento más retrógrado aún, para una apostasía más amplia y males aun mayores. Las potestades de las tinieblas seguirán adelante con su obra, y si las iglesias perseveran
en esta conducta de rehuir la luz y rechazar la verdad, no tardarán en encontrarse adorando la bestia y recibiendo su marca. Tal será la consecuencia lógica de aquella conducta que iniciaron al rechazar el primer mensaje. Ahora se manda otra proclamación, que anuncia en forma solemne que si alguno hace eso, beberá del vino de la ira de Dios, que es derramado sin mezcla en la copa de su indignación. Esto equivale a decir; Rechazasteis el primer mensaje, y sufristeis una caída espiritual. Si continuáis rechazando la verdad y despreciando las amonestaciones enviadas, agotaréis los últimos recursos de la gracia de Dios, y sufriréis finalmente una destrucción literal sin remedio. Esta es una amenaza tan severa como la puede hacer Dios en esta vida, y es la última. Unos pocos la escucharán y se salvarán, pero la multitud seguirá adelante y perecerá.
La proclamación del mensaje del tercer ángel es el último movimiento religioso especial que se ha de realizar antes que el Señor aparezca, porque inmediatamente después de esto, Juan contempla a Uno como el Hijo del hombre que viene en una gran nube blanca a segar la mies de la tierra. Esto no puede representar otra cosa que la segunda venida de Cristo. Por lo tanto, si la segunda venida de Cristo está a la puerta, ha llegado el momento en que debe realizarse la proclamación de este mensaje. Son muchos los que de viva voz y por escrito enseñan fervientemente que estamos en los últimos días, y que la venida de Cristo está a la puerta; pero cuando les recordamos esta profecía, se encuentran repentinamente como perdidos en el mar, sin ancla, mapa ni brújula. No saben qué hacer con él. Pueden ver tan bien como nosotros que si lo que han estado enseñando con respecto a la venida de Cristo es verdad, y el Señor está cerca, en alguna parte--sí, por toda la tierra--deben oírse las notas amonestadoras de este mensaje del tercer ángel.
Los argumentos referentes a los dos mensajes precedentes fijan la época en que se ha de dar el tercero, y demuestran que pertenece al momento actual. Pero la mejor evidencia de que el mensaje se está proclamando al mundo, se halla en los acontecimientos que demuestran su cumplimiento. Hemos identificado
el primer mensaje como proclamación principal del gran movimiento adventista de 1840-1844. Hemos visto el cumplimiento del segundo mensaje en relación con ese movimiento durante el último año mencionado. Miremos ahora qué ha sucedido desde aquel tiempo.
Cuando Cristo no vino en 1844, todo el cuerpo de adventistas se vió sumido en mayor o menor confusión. Muchos renunciaron completamente al movimiento. Muchos más concluyeron que el argumento relativo al tiempo era erróneo, e inmediatamente procuraron reajustar los períodos proféticos, y fijar una nueva fecha para la venida del Señor, labor en la cual han continuado en mayor o menor grado hasta el momento presente, fijando una nueva fecha cada vez que transcurría una. Unos pocos buscaron atenta y sinceramente la causa del error, y se vieron confirmados en su opinión de que el movimiento adventista había sido providencial, y correcto el argumento referente al tiempo; pero vieron que se había cometido un error en cuanto al santuario, y que este error explicaba la desilusión. Vieron que el santuario de Daniel 8:14 no era esta tierra, como lo habían supuesto, que la purificación no se realizaba por el fuego, y que la profecía relativa a esto no significaba la venida del Señor. Encontraron en las Escrituras evidencias claras de que el santuario aludido era el templo celestial, que Pablo llama "santuario," el "verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre." Vieron además que su purificación, según la figura, iba a consistir en el ministerio final del sacerdote en el segundo departamento, o lugar santísimo. Comprendieron entonces que había llegado el momento para que se cumpliese Apocalipsis 11:10: "Y el templo de Dios fué abierto en el cielo, y el arca de su testamento fué vista en su templo."
Habiendo sido atraída su atención al arca, se vieron naturalmente inducidos a examinar la ley contenida en el arca. Que el arca contenía la ley se desprendía del mismo nombre que se le aplicaba. Se la llamaba "el arca de su testamento," pero no habría sido el arca de su testamento, y no podría haber sido llamada así, si no hubiese contenido la ley. Allí estaba pues el arca celestial, el gran antitipo del arca que, durante los tiempos de las sombras,
existió aquí en la tierra. La ley que contenía esta arca celestial debía ser por consiguiente el gran original del cual la ley de las tablas que había en el arca terrenal no era sino una copia. Ambas estas leyes deben decir precisamente lo mismo, palabra por palabra, tilde por tilde. Suponer otra cosa sería imaginar mentiras. Esta ley sigue siendo pues la ley del gobierno de Dios, y su cuarto precepto, hoy como en el comienzo, exige que se observe el séptimo día de la semana como día de reposo. Nadie que admita el argumento referente al santuario disputa este punto.
Así quedó recalcada la reforma referente al día de reposo, y se vió que todo lo hecho en oposición a esta ley, especialmente al introducir un día de reposo y un culto que destruían el sábado de Jehová, debía ser obra de la bestia papal, la potencia que iba a oponerse a Dios e intentar cambiar sus leyes al procurar ensalzarse por encima de Dios. Pero ésta es precisamente la obra acerca de la cual el tercer ángel pronuncia su amonestación. De ahí que empezaron a ver los creyentes de 1844 que la época del mensaje del tercer ángel sincroniza con la de la purificación del santuario, que se inició al terminar los 2.300 días en 1844, y que la proclamación se basa en las grandes verdades desarrolladas por este tema.
Así resplandeció sobre la iglesia la luz del mensaje del tercer ángel. Sus miembros vieron en seguida que el mundo tenía derecho a exigir de los que profesaban proclamarlo una explicación de todos los símbolos que contiene: la bestia, la imagen, el culto y la marca. De ahí que hicieran de estos puntos asuntos de estudio especial. Encontraron que el testimonio de las Escrituras era claro y abundante, y no necesitaron mucho tiempo para formular, basados en las verdades reveladas, declaraciones y pruebas definidas que explicaban todos estos puntos.
Un mensaje de amonestación.--Los argumentos que demuestran lo que constituye la bestia, la imagen y la marca, se han presentado ya en los comentarios sobre Apocalipsis 13; y se ha demostrado que la bestia de dos cuernos, que hace una imagen de la bestia e impone su marca, es los Estados Unidos de Norteamérica. Esta obra y estos agentes, contra los cuales lanza su amones-
tación el mensaje del tercer ángel, constituyen una prueba adicional de que este mensaje debe proclamarse ahora, y revelan la armonía más concluyente en todas estas profecías. No necesitamos repetir los argumentos aquí; bastará recapitular los puntos establecidos.
La "bestia" es la potencia católica romana.
La "marca de la bestia" es aquella institución que esta potencia presenta como prueba de su autoridad para legislar sobre los asuntos de la iglesia, y dominar las conciencias de los hombres para mantenerlos en pecado. Consiste en hacer en la ley de Dios un cambio que le quita la firma real. El sábado, o séptimo día de la semana, que es la gran institución conmemorativa de la obra creadora de Jehová, es arrancado de su lugar en el Decálogo, y se pone en su lugar un día de reposo falsificado, el primer día de la semana.
La "imagen de la bestia" es una combinación eclesiástica que se asemeja a la bestia por estar revestida de poder para imponer sus decretos so pena de castigos de la ley civil.
La "bestia de dos cuernos," que da a la imagen poder de hablar y actuar, representa a los Estados Unidos de Norteamérica, que avanzan hacia la formación de la imagen de la bestia.
La bestia de dos cuernos impone la marca de la bestia, es decir que establece por ley la observancia del primer día de la semana, o domingo, como día de reposo. Ya hemos notado lo que se está haciendo en este sentido. Muchas personas y grupos organizados están entrelazando los mejores fines con una agitación en favor de las leyes religiosas.
Pero la gente no ha de ser dejada en las tinieblas al respecto. El mensaje del tercer ángel lanza una solemne protesta contra todo este mal. Desenmascara la obra de la bestia, revela la naturaleza de su oposición a la ley de Dios, amonesta a la gente contra el cumplimiento de sus demandas, y señala a todos el camino de la verdad. Esto despierta naturalmente oposición, y la iglesia se siente tanto más inducida a procurar la ayuda del poder humano en favor de sus dogmas por cuanto carecen de autoridad divina.
¿Qué ha realizado este mensaje, y qué progreso ha hecho en
el mundo hasta ahora? En contestación a estas preguntas, se pueden presentar algunos hechos sorprendentes. La primera publicación que se hizo en interés de él, vió la luz en 1849. Hoy este mensaje se proclama en libros, folletos y periódicos, que se publican en 200 idiomas diferentes, y sostiene 83 casas editoras que, diseminadas por ambos hemisferios, editan 313 periódicos. El valor de las publicaciones que han hecho circular durante 1942 alcanzó a $5.467.664,99 (oro). Su obra de evangelización se realiza en 413 países, y en más de 810 idiomas.
Lo menos que se puede decir de un movimiento tal es que es un fenómeno que requiere explicación. Hemos encontrado movimientos que cumplían en forma sorprendente y exacta los mensajes del primer ángel y del segundo. Aquí tenemos otro que llama la atención del mundo como cumplimiento del tercer mensaje. Asegura ser ese cumplimiento, y pide al mundo que examine las credenciales en que basa sus derechos a hacer un aserto tal. Examinémoslas.
"El tercer ángel lo siguió." Así que este movimiento sigue a los dos mencionados antes. Reanuda y continúa la promulgación de las verdades que ellos proclamaban, y les añade lo que entraña el mensaje del tercer ángel.
El tercer mensaje se caracteriza como amonestación contra la bestia. Así también este movimiento recalca entre sus temas una explicación de este símbolo, expone a la gente lo que es, como también sus asertos y actos blasfemos.
El tercer mensaje amonesta a todos contra la adoración de la bestia. Así también este movimiento explica como esa potencia creó en el cristianismo ciertas instituciones que se oponen a los requerimientos del Altísimo, y demuestra que si las acatamos, adoramos dicha potencia. "¿No sabéis--dice Pablo--que a quien os prestáis vosotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis?" (Romanos 6:16.)
El tercer mensaje amonesta a todos contra la recepción de la marca de la bestia. Así también este movimiento dedica su obra mayormente a demostrar lo que es la marca de la bestia, y a amonestar a la gente contra su recepción. Es tanto mayor su
solicitud en ello por cuanto esta potencia anticristiana ha obrado tan astutamente que la mayoría se ha dejado seducir y hace inconscientemente concesiones a su autoridad. Se demuestra que la marca de la bestia es una institución que ha recibido el manto cristiano, y se ha introducido insidiosamente en la iglesia cristiana en forma tal que anula la autoridad de Jehová y entroniza la de la bestia. Despojada de todos sus disfraces, levanta simplemente un día de reposo falsificado propio como el primer día de la semana, en lugar del reposo de Jehová, que es el séptimo día de la semana. Pero es una usurpación que el gran Dios no puede tolerar y de ella debe librarse la iglesia remanente antes que esté preparada para la venida de Cristo. De ahí la urgente amonestación: Nadie adore la bestia ni reciba su marca.
El tercer mensaje tiene algo que decir contra la adoración de la imagen de la bestia. Así también este movimiento habla del tema y explica lo que será la imagen, o por lo menos explica la profecía de la bestia de dos cuernos. Revela dónde se ha de formar la imagen. La profecía concierne a esta generación; y está evidentemente a punto de cumplirse.
Fuera de los adventistas del séptimo día no hay en existencia empresa religiosa alguna que asevere ser un cumplimiento del mensaje del tercer ángel; no hay otra que haga resaltar como sus temas prominentes los asuntos a los cuales se dedica este libro. ¿Qué haremos con estas cosas? ¿Es éste el cumplimiento? Debe reconocérselo como tal, a menos que se puedan desmentir sus asertos: a menos que se pueda demostrar que no se oyeron los mensajes del primer y del segundo; que las interpretaciones dadas a la bestia, la imagen y la adoración no son correctas; y que pueden descartarse completamente todas las profecías, señales y evidencias que demuestran la proximidad de la venida de Cristo, y por consiguiente la necesidad de proclamar el mensaje. Difícil le resultará hacer esto a toda persona que estudie la Biblia con inteligencia.
El fruto de la proclamación presentada en el versículo 12 demuestra aún mejor la exactitud de las interpretaciones ofrecidas. Se menciona allí a una compañía de la cual se dice: "Aquí
están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús." En el mismo corazón de la cristiandad se está haciendo esta obra, y los que reciben el mensaje se distinguen por su práctica con referencia a los mandamientos de Dios. ¿Cuál es la diferencia que hay en su práctica, y cuál es la única diferencia que hay entre los cristianos al respecto? Tan sólo ésta: Algunos piensan que se guarda el cuarto mandamiento al dedicar el primer día de la semana al descanso y al culto. Otros sostienen que el séptimo día es el que ha sido separado para tales deberes, y de acuerdo con esto santifican sus horas y reanudan sus trabajos comunes el primer día. No podría trazarse entre estas dos clases una raya de demarcación más clara. El tiempo que una clase considera sagrado y destinado a usos religiosos la otra lo mira como secular y lo dedica a la labor común. Una clase descansa píamente, mientras que la otra trabaja celosamente. Mientras una clase atiende sus vocaciones mundanas, encuentra a la otra retraída de todas estas actividades, y esto corta abruptamente todo trato comercial entre ellas. Durante dos días por semana estas dos clases quedan separadas por su diferencia de doctrina y práctica con respecto al cuarto mandamiento. Ningún otro mandamiento podría crear una diferencia tan notable.
El sábado se destaca en el mensaje.--El mensaje del tercer ángel induce a sus adherentes a observar el séptimo día, porque sólo de esta manera llegan ellos a distinguirse, por cuanto la observancia del primer día no distinguiría una persona de las masas que ya estaban observando ese día cuando el mensaje fué introducido. Tenemos en esto evidencia adicional de que la observancia del domingo es la marca de la bestia, porque el mensaje, que recalca principalmente la amonestación contra la recepción de la marca de la bestia, inducirá por supuesto a sus adherentes a descartar esta práctica que constituye la marca, y les hará adoptar la conducta opuesta. Los induce a descartar la observancia del primer día de la semana y a adoptar la del séptimo. En vista de esto, se ve inmediatamente que hay más que simples deducciones en favor de que la observancia del domingo es la marca de la bestia contra la cual se nos amonesta, y de que la
observancia del séptimo día es lo opuesto, o sea, el sello de Dios.
Esto armoniza con los argumentos referentes al sello de Dios, que se dieron en las observaciones sobre Apocalipsis 7. Se demostró allí que las palabras "señal," "sello" y "marca" son sinónimas, y que Dios nos indica que su sábado es su señal, o sello con referencia a su pueblo. De manera que Dios tiene un sello, que es su sábado. La bestia tiene una marca, que es el día de reposo falsificado. Uno es el séptimo día, la otra el primer día. La cristiandad quedará al fin dividida en dos clases solamente: (1) los que estarán sellados con el sello del Dios viviente, es decir que tendrán su señal y guardarán su sábado; (2) los que recibirán la marca de la bestia, es decir que tendrán su señal y observarán su día de reposo falsificado. Con referencia a este asunto, el mensaje del tercer ángel nos ilumina y nos amonesta.
En vista de que tiene tanta importancia el séptimo día como día de reposo, convendrá presentar aquí los hechos principales que se relacionan con la institución del sábado.
El sábado se fundó al principio, cuando terminó la primera semana. (Génesis 2:1-3.)
Era el séptimo día de aquella semana, y se basó en hechos inmutables e inseparablemente relacionados con su propio nombre y existencia. Al reposar Dios en el séptimo día, hizo de él su día de reposo, o sábado (reposo) de Jehová; y nunca podrá dejar de ser su día de reposo, puesto que aquel hecho no puede cambiarse nunca. Dios santificó entonces, o puso aparte aquel día, según nos indica el relato; y esa santificación no ha de cesar nunca, a menos que la elimine un acto de parte de Jehová tan directo y explícito como aquel por medio del cual la concedió a aquel día en el principio. Nadie puede decir que haya hecho esto alguna vez y quien lo dijera no podría probarlo.
Nada tiene el sábado que sea de naturaleza típica o ceremonial, porque fué instituído antes que pecara el hombre, y por esto pertenece a un tiempo en que no podía existir un tipo, sombra o figura.
Las leyes e instituciones que existieron antes de la caída del hombre eran primarias en su naturaleza. Provenían de la re-
lación que había entre Dios y el hombre, y de la que debían sostener los seres humanos entre sí; y habrían conservado para siempre su carácter si el hombre no hubiese pecado, y no hubiese sido afectado por su pecado. En otras palabras, eran por su misma naturaleza inmutables y eternas. Las leyes ceremoniales y típicas debieron su origen al hecho de que el hombre había pecado. De una dispensación a la otra eran sujetas a cambios; y ellas fueron, y tan sólo ellas, abolidas en ocasión de la crucifixión. La ley del sábado era una ley primaria, y por lo tanto inmutable y eterna.
La santificación del sábado en el Edén prueba su existencia desde la creación hasta el Sinaí. Allí fué colocada en el mismo seno del Decálogo cuando Dios lo pronunció con voz audible y lo escribió con su dedo en tablas de piedra. Estas son circunstancias que lo separan para siempre de la leyes ceremoniales, y lo colocan entre las morales y eternas.
El sábado no es indefinido; no es cualquier séptimo día después de seis días de trabajo. La ley del Sinaí (Exodo 20:8-11) lo indica en forma tan definida como lo permite el lenguaje. Los sucesos que le dieron origen (Génesis 2:1-3) lo limitan a un séptimo día definido. Los 6.240 milagros realizados en ocasión del sábado mientras el pueblo de Israel estaba en el desierto, a razón de tres cada semana durante cuarenta años, cuando se proporcionaba una doble provisión de maná el sexto día, se conservaba el maná del sexto día hasta el séptimo día, y no caía maná el séptimo día (Exodo 16), demuestran que es un día particular, y no simplemente una proporción de tiempo. Decir otra cosa sería como aseverar que el aniversario de Wáshington o del día de la Independencia es tan sólo 1/365 de un año, y puede celebrarse en cualquier día igual que el día en que realmente ocurrió.
El sábado es parte de aquella ley que nuestro Señor declaró abiertamente que no había venido a destruir. Por otro lado, afirmó muy solemnemente que subsistiría con todas sus jotas y tildes mientras perdurase la tierra. (Mateo 5:17-20.)
Forma parte de aquella ley que Pablo declaró, no anulada, sino
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corroborada por la fe en Cristo. (Romanos 3:31.) Por el contrario, la ley ceremonial o típica, que apuntaba a Cristo y cesó cuando él fué crucificado, queda anulada o reemplazada por la fe en él. (Efesios 2:15.)
Forma parte de aquella ley real, la ley que pertenece al rey Jehová, que Santiago declara ley de libertad, y por la cual seremos juzgados en el postrer día. Dios no establece normas diferentes de juicio para diferentes épocas del mundo. (Santiago 2:11, 12.)
Es el "día del Señor" de Apocalipsis 1:10. (Véanse los comentarios sobre ese versículo.)
Se nos presenta como la institución acerca de la cual se predice una gran reforma para los postreros días. (Isaías 56:1, 2 comparado con 1 Pedro 1:5.) Esta reforma abarca también el mensaje que estamos considerando.
En la nueva creación, el sábado, fiel a su origen y naturaleza, vuelve a aparecer, y derramará desde entonces sus bendiciones sobre el pueblo de Dios a través de toda la eternidad. (Isaías 66:22,23.)
Esta es una breve sinopsis de algunos de los argumentos demostrativos de que la ley del sábado no ha sido abrogada ni ha sido cambiada la institución; que no se puede decir de una persona que guarda los mandamientos de Dios a menos que observe su día. Es un alto honor hallarse relacionado con una institución tal; y prestar atención a sus requerimientos reportará una bendición infinita.
Castigo de los que adoran a la bestia.--Estos serán atormentados con fuego y azufre en presencia de los santos ángeles y del Cordero. ¿Cuándo se inflige este tormento? En Apocalipsis 19:20 se nos muestra que cuando venga Cristo por segunda vez habrá castigos por fuego que pueden ser llamados lagos de fuego y azufre. En ellos son lanzados vivos la bestia y el falso profeta. Esto puede referirse únicamente a la destrucción que se les inflige al comienzo, y no al fin, de los mil años.
Hay en Isaías un pasaje notable al cual nos vemos obligados a referirnos para explicar las frases de amenaza que pronuncia el tercer ángel, pues describe indudablemente escenas que han de
ocurrir aquí en ocasión del segundo advenimiento y mientras la tierra permanece asolada durante los mil años que siguen. Es casi forzoso reconocer que el lenguaje del Apocalipsis reproduce partes de aquella profecía. Después de describir la ira de Jehová manifestada sobre las naciones, la gran matanza de sus ejércitos, y el apartamiento de los cielos como un rollo, el profeta dice:
"Porque es día de venganza de Jehová, año de retribuciones en el pleito de Sión. Y sus arroyos se tornarán en pez, y su polvo en azufre, y su tierra en pez ardiente. No se apagará de noche ni de día, perpetuamente subirá su humo: de generación en generación será asolada, nunca jamás pasará nadie por ella." (Isaías 34:8-10.) En vista de que se revela expresamente que ha de haber un lago de fuego en el cual perecerán todos los pecadores al fin de los mil años, no podemos sino concluir que la destrucción de los impíos vivos al comienzo de este período, y la condenación final de todos los impíos al terminar dicho período, son similares.
La expresión "para siempre jamás," del tercer mensaje (Apocalipsis 14:11), no puede significar la eternidad. Ello es evidente por el hecho de que este castigo se inflige en esta tierra, donde el tiempo se mide por los días con sus noches. Esto se demuestra aún mejor en el pasaje de Isaías ya mencionado, que es, como se ha sugerido ya, de donde se sacó el lenguaje usado, y se aplica al mismo tiempo. Lo que dice Isaías lo aplica a la tierra de Idumea; pero sea que esta expresión designe la tierra literal de Edom, situada al sur y al este de Judea, o que represente, como indudablemente sucede, toda la tierra en el momento en que el Señor Jesús será revelado del cielo en llama de fuego, cuando llegue el año de retribuciones en el pleito de Sión, en cualquier caso la escena tendrá eventualmente un fin. Esta tierra ha de ser finalmente renovada, purificada de toda mancha del pecado, de todo vestigio de sufrimiento y decadencia, y llegará a ser habitación de la justicia y del gozo a través de las edades eternas. La palabra aion, aquí traducida "para siempre jamás" queda así definida por G. Abbot-Smith, en su pequeño diccionario griego del Nuevo Testamento: "Un espacio de tiempo, como una vida, una generación, un período de la historia, un período indefinida-
mente largo." De manera que, sin hacer violencia al significado aceptado de la palabra griega, podemos interpretarla aquí en armonía con otras declaraciones categóricas de la Escritura.
El período del mensaje del tercer, ángel es un tiempo de paciencia para el pueblo de Dios. Pablo y Santiago nos dan ambos instrucciones al respecto. (Hebreos 10:36; Santiago 5:7, 8.) Mientras dura, la compañía que aguarda observa los mandamientos de Dios, el Decálogo, y conserva la fe de Jesús, es decir que cumple todas las enseñanzas de Cristo y sus apóstoles según están contenidas en el Nuevo Testamento. El verdadero sábado, según lo presenta el Decálogo, resalta así en vívido contraste con el día de reposo falsificado, la marca de la bestia, que finalmente distingue a los que rechazan el mensaje del tercer ángel.
VERS. 13-16: Y oí una voz del cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen. Y miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del hombre, que tenía en su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz aguda. Y otro ángel salió del templo, clamando en alta voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar te es venida, porque la mies de la tierra está madura. Y el que estaba sentado sobre la nube echó su hoz sobre la tierra, y la tierra fué segada.
Una solemne crisis.--Los acontecimientos cobran solemnidad a medida que nos acercamos al fin. Este hecho es el que da al mensaje del tercer ángel, que se está proclamando ahora, una solemnidad e importancia inusitadas. Es la última amonestación que se ha de proclamar antes de la venida del Hijo del hombre, al que se representa aquí como sentado sobre una nube blanca, con una corona en la cabeza, y una hoz en la mano, listo para segar la mies de la tierra.
Estamos recorriendo rápidamente un plazo profético que culmina en la revelación del Señor Jesús desde el cielo en llama de fuego, para vengarse de sus enemigos y recompensar a sus santos. No sólo esto, sino que nos hemos aproximado tanto a su cumplimiento que el siguiente eslabón de la cadena es este
acontecimiento culminante y portentoso. El tiempo no retrocede nunca. Como el río no vacila al acercarse al precipcio, sino que arrastra consigo con poder irresistible todos los cuerpos que flotan en él; y como las estaciones no invierten nunca su curso, sino que el verano sigue al enternecimiento de las yemas de la higuera, y el invierno sigue a la caída de las hojas; nosotros también somos llevados hacia adelante, querrámoslo o no, estemos preparados o no, hacia la crisis inevitable e irreversible. ¡Ah! ¡Cuán lejos están de soñar qué suerte arrostrarán pronto los que profesan orgullosamente su religión y los pecadores negligentes! ¡Cuán difícil es comprender esto, aun para los que conocen la verdad y profesan seguirla!
Una bendición prometida.--Una voz del cielo le ordenó a Juan que escribiese: "Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor," y la respuesta del Espíritu es: "Sí, . . . que descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen." "De aquí adelante" debe significar desde algún momento particular. ¿Qué momento? Evidentemente, el comienzo del mensaje en relación con el cual se dice esto. Pero ¿por qué son bienaventurados los que mueren desde este momento? Por alguna razón especial debe haberse pronunciado esta bienaventuranza sobre ellos. ¿No será porque escapan al tiempo de terrible peligro que los santos han de encontrar al acercarse al fin de su peregrinación? Aunque son así bienaventurados en común con todos los justos muertos tienen sobre ellos la ventaja de pertenecer indudablemente a aquella compañía que resucitará para vida eterna en la resurrección especial de Daniel 12:2.
Es de notar que en esta cadena profética tres ángeles preceden al Hijo del hombre que viene en la nube blanca, y tres de ellos son introducidos después de ese símbolo. Ya se ha expresado la opinión de que los ángeles literales participan en las escenas aquí descriptas. Los tres primeros tienen a su cargo los tres mensajes especiales. El mensaje del cuarto ángel se ha de proclamar evidentemente después que el Hijo del hombre termine su obra sacerdotal y se siente en la nube blanca, pero antes que aparezca en las nubes de los cielos. Como las palabras se dirigen a aquel
que está sentado en la nube blanca, teniendo en la mano una hoz aguda lista para la siega, debe denotar un mensaje de oración de parte de la iglesia, después que ella terminó su obra en favor del mundo, cuando ya cesó el tiempo de gracia, y sólo falta que el Señor aparezca y lleve a su pueblo consigo. Es indudablemente el clamor de día y de noche que menciona nuestro Señor en Lucas 18:7, 8, en relación con la venida del Hijo del hombre. Esta oración será contestada; los escogidos serán vengados; porque ¿no dice acaso la parábola: "¿Y Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?" El que está sentado en la nube arrojará su hoz, y los santos, representados por el trigo en la tierra, serán recogidos en el alfolí celestial.
El trigo recogido.--"El que estaba sentado sobre la nube--dice la profecía--echó su hoz sobre la tierra, y la tierra fué segada." Estas palabras nos llevan más allá del segundo advenimiento con sus escenas acompañantes de destrucción para los impíos y de salvación para los justos. Debemos por lo tanto buscar más allá de estas escenas la aplicación de los versículos siguientes.
VERS. 17-20: Y salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. Y otro ángel salió del altar, el cual tenía poder sobre el fuego, y clamó con gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra; porque están maduras sus uvas. Y el ángel echó su hoz aguda en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó la uva en el grande lagar de la ira de Dios. Y el lagar fué hollado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos por mil y seiscientos estadios.
El lagar de la ira de Dios.--Los últimos dos ángeles tienen algo que ver con los impíos, a quienes representan en forma muy idónea los purpúreos racimos de la viña de la tierra. ¿No será que la suerte final de aquella clase al fin de los mil años nos es presentada aquí, y la profecía nos muestra lo que sucede finalmente tanto a los justos como a los impíos: los justos quedan revestidos de immortalidad, establecidos en salvo en el reino, mientras que los impíos perecen fuera de la ciudad? Es difícil aplicar esto al tiempo del segundo advenimiento, porque los
acontecimientos se dan aquí en orden cronológico, y la destrucción de los impíos sería contemporánea con el recogimiento de los justos. Además, los impíos que están vivos cuando viene Cristo beben de la copa de su ira. Pero este pasaje nos presenta el momento en que perecen en el lagar de su ira, acerca del cual se dice que fué hollado "fuera de la ciudad," lo cual corresponde totalmente a la descripción de Apocalipsis 20:9, donde se denota en forma más natural su destrucción completa y final.
El ángel sale del templo, donde se guardan los registros y se determinan los castigos. El otro ángel tiene poder sobre el fuego. Esto puede relacionarse con el hecho de que el fuego es el agente que destruye al final a los impíos, aunque, para seguir con la figura, se compara a los impíos con los racimos de la viña de la tierra, y se dice que son echados en el gran lagar que es hollado fuera de la ciudad. Del lagar sale sangre que llega hasta los frenos de los caballos. Sabemos que los impíos están condenados a ser absorbidos al fin por una llama devoradora que bajará del cielo de Dios, pero no sabemos qué matanza precedente debe realizarse entre la hueste condenada. No es improbable que estas expresiones se cumplirán literalmente. Como los primeros cuatro ángeles de esta serie denotaron un movimiento notable de parte del pueblo de Dios, los dos últimos pueden denotar lo mismo; porque los santos han de desempeñar cierto papel en la determinación y ejecución del castigo final de los impíos (1 Corintios 6:2; Salmo 149:9.)
Los santos triunfantes.--Esta profecía termina como otras, con el triunfo de Dios, de Cristo y de los redimidos.
[1] Guillermo Cuninghame, "A Dissertation on the Seals and Trumpets of the Apocalypse," pág. 255.
[2] Martin Lutero, "Familiar Discourses," págs. 7, 8.
[3] Alberto Whalley, "The Red Letter Days of Israel," pág. 101.
[4] id., pág. 116.
[5] F. W. Farrar, "The Early Days of Christianity," págs. 237, 238.
[6] ''Jewish Encyclopedia," tomo 2, pág. 286.
[7] Editorial en "The Advent Herald," 14 de diciembre, 1850, pág. 364.
[8] J. M. Campbell, 'The Everlasting Gospel."
[9] Juan Bayford, "The Messiah's Kingdom," pág. 283.
[10] J. W. Brooks, "Elements of Prophetical Interpretation," págs. 166, 167.
[11] Mourant Brock, "Glorification," nota al pie de las págs. 10, 11.
[12] José Wolff "Narrative of a Mission to Bokhara," págs. 40, 42.
[13] D. T. Taylor, "The Voice of the Church," págs. 343, 344.
[14] Guillermo Cuninghame, "A Dissertation on the Seals and Trumpets of the Apocalypse." pág. 443.
[15] "El remedio," en la revista "Christian Palladium," 15 de mayo, 1844, pág. 409.
[16] "Gran pobreza espiritual," en el periódico "Religious Telescope," 4 de diciembre, 1844, pág. 76.
[17] "Philadelphia Sun," 11 de noviembre, 1844.
[18] "Reavivamientos," en la revista "Oberlin Evangelist," 20 de noviembre, 1844, pág. 189.
[19] "Amplitud de la cultura cristiana," en la revista "Congregationalist," 19 de noviemb re, 1858, pág. 186.
[20] "Christian Advocate," de Nueva York, 30 de agosto, 1883, pág. 549.
[21] "Western Christian Advocate," 19 de julio, 1893, pág. 456.
[22] Dwight L.. Moody, en el "Independent," de Nueva York, 3 de diciembre, 1896, pág. 1.
[23] Juan Herman Randall, en la revista "Current History," junio, 1929 págs. 359-361.
[24] Santiago Gordin Gilkey, "A Faith to Affirm," pág. 3. Con autorización de los editores, Macmillan Company.
[25] Id., págs. 9, 10.
[26] Id., pág. 24.
[27] Id., pág. 26.
[28] Roberto M. Hutchins, citado en "The Christian Century," 24 de enero, 1934.
[29] "Inquirer," de Filadelfia, 24 de mayo, 1941, pág. 10.
Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis (Tomo I y Tomo II) by Urías Smith (Copyright 1949; Edición Revisada 1977, 1979) was originally published by the Pacific Press Publishing Association, 1350 N. Kings Road, Nampa, Idaho 83687 USA, a wholly owned and operated Seventh-day Adventist publishing house. The electronic text for Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis by Urías Smith was not supplied by the Pacific Press Publishing Association. However, their permission was requested and secured to freely distribute it.
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