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Capitulo XX

La Noche Milenaria Del Mundo

VERS. 1-3: Y vi un ángel descender del cielo, que tenía la llave del abismo, y una grande cadena en su mano. Y prendió al dragón, aquella serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y le ató por mil años; y arrojólo al abismo, y le encerró, y selló sobre él, porque no engañe más a las naciones, hasta que mil anos sean cumplidos: y después de esto es necesario que sea desatado un poco de tiempo.

EL ACONTECIMIENTO con que se inicia este capítulo parece seguir en orden cronológico a los sucesos del capítulo precedente. Las preguntas que surgen aquí son: ¿Quién es el ángel que baja del cielo? ¿Qué son la llave y la cadena que tiene en su mano? ¿Qué es el abismo? ¿Qué significa atar a Satanás por mil años?

¿Es este ángel Cristo, como lo suponen algunos? Evidentemente no. El antiguo servicio típico arroja un brillante rayo de luz directamente sobre este pasaje.

Satanás es el macho cabrío emisario.--Cristo es el gran Sumo Sacerdote de la era evangélica. Antiguamente en el día de las expiaciones el sacerdote tomaba dos machos cabríos y, sobre ellos se echaban suertes. Uno era para Jehová y el otro estaba destinado a ser el macho cabrío emisario. El macho cabrío sobre el cual caía la suerte de Jehová, era entonces muerto y su sangre llevada al interior del santuario para hacer expiación en favor de los hijos de Israel. Después de esto los pecados del pueblo eran confesados sobre la cabeza del otro macho cabrío, el emisario, pues era enviado por la mano de un hombre idóneo al desierto, a un lugar sin habitantes. Como Cristo es el sacerdote de la era evangélica, unos pocos argumentos demostrarán que Satanás es el macho cabrío emisario antitípico.

La palabra hebrea empleada para designar el macho cabrío emisario, se encuentra en Levítico 16:8, y es "Azazel." Acerca de este pasaje, Guillermo Jenks observa: "Macho cabrío emisario.

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Véanse las diferentes opiniones en la obra de Bochart. Spencer, siguiendo las más antiguas opiniones hebreas y cristianas, piensa que Azazel es el nombre del diablo; y así lo piensa Rosenm., a quien se puede consultar. El siríaco tiene Azzail, el 'ángel (el fuerte) que se rebeló.' "[1] Esto designa evidentemente al diablo. De modo que tenemos la definición del término bíblico en dos idiomas antiguos para apoyar la opinión más antigua de los cristianos, de que el macho cabrío emisario es una figura de Satanás.

Carlos Beecher dice: "Lo que contribuye a confirmar esto es que en su paráfrasis las traducciones más antiguas tratan la palabra Azazel como nombre propio. La paráfrasis caldea y las colecciones de Onkelos y Jonathan la habrían traducido ciertamente si no fuese nombre propio, pero no la traducen. La Septuaginta, o sea la más antigua versión griega, rinde ese término por apopompaíos, palabra aplicada por los griegos a una divinidad maligna a veces apaciguada por sacrificios. Otra confirmación se halla en el libro de Enoc, donde el nombre Azalzel, evidentemente una corrupción de Azazel, es dado a uno de los ángeles caídos, lo cual demuestra claramente cómo comprendían generalmente los judíos esa palabra en aquel tiempo. Otra prueba se halla en el arábigo, donde Azazel se emplea como nombre del mal espíritu."[2]

Esta es la interpretación judía:

"Lejos de significar que se reconocía a Azazel como una divinidad, el envío del macho cabrío era, según lo declara Nahmanides, una expresión simbólica de la idea de que los pecados del pueblo y sus malas consecuencias debían devolverse al espíritu de desolación y ruina, fuente de toda impureza."[3]

Estas opiniones armonizan en forma sorprendente con los acontecimientos que debían producirse en relación con la purificación del santuario celestial, según nos son revelados en la Escritura de verdad. En la figura, vemos que el pecado del tranagresor era transferido a la víctima. Vemos que el pecado era

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llevado al interior del santuario por el ministerio del sacerdote y la sangre de la ofrenda. Y el décimo día del mes séptimo vemos al sacerdote con la sangre de la víctima ofrecida por el pecado del pueblo, quitar todos sus pecados del santuario, y ponerlos sobre la cabeza del macho cabrío emisario. Y vemos que ese macho cabrío los lleva luego a una tierra deshabitada. (Levítico 1:1-4; 4:3-6; 16:5-10, 15, 16, 20-22.)

En respuesta a estos actos realizados en la figura, contemplamos, en el antitipo, la gran ofrenda que fué hecha en el Calvario en favor del mundo. Los pecados de todos los que por la fe en Cristo se apropien los méritos de la sangre que derramó, son llevados por el ministerio de Cristo al santuario del nuevo pacto. Después que Cristo, ministro del verdadero tabernáculo (Hebreos 8:2), termine su ministerio, eliminará del santuario los pecados de su pueblo, y los pondrá sobre la cabeza de su autor, el macho cabrío antitípico, o sea el diablo. El diablo es entonces enviado lejos, para que los lleve a una tierra deshabitada.

"Contemplemos la escena que se produce cuando Cristo regresa a la tierra. La iglesia ha sido juzgada; Israel ha sido juzgado; las naciones gentiles han sido también juzgadas. . . . Ahora le toca a Satanás el turno de ser juzgado también; y vemos a nuestro Sumo sacerdote colocar la culpabilidad moral donde pertenece legítimamente; juzga al gran corruptor y lo destierra a un lugar donde queda aislado de los asuntos de los hombres."[4]

"No se coloca aquí a Satanás, como algunos alegan al oponerse a esta opinión, sobre un pie de igualdad con Dios; porque los dos machos cabríos eran llevados ante Jehová, y eran suyos; y el mismo acto de echar suertes, que en sí mismo era una solemne apelación a Dios, demuestra que Jehová aseveraba tener la facultad de disponer de ellos. Tampoco puede objetarse que esto era en algún sentido un sacrificio a Satanás, porque no se le sacrificaba el animal; sólo se lo mandaban en forma deshonrosa. Cuando ya llevaba sobre sí los pecados que Dios había perdonado, se lo enviaba a Azazel en el desierto.

"La frase 'Macho cabrío o chivo emisario' por la cual el tér-

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mino extraño Azazel se rinde en algunas versiones, proviene de la Vulgata hircus emissarius [chivo emisario]. El término Azazel puede significar 'el apóstata,' nombre que Satanás merece, y que parece haber llevado entre los judíos. Fué Satanás quien trajo el pecado al mundo; su seducción del hombre aumenta su culpabilidad, y por consiguiente su castigo. El pecado es ahora perdonado en la misericordia de Dios. Uno de los machos cabríos se sacrificaba como ofrenda por el pecado; su sangre era llevada al interior del lugar santo [santísimo], y con ella se rociaba el propiciatorio. La culpabilidad quedaba por lo tanto cancelada; por este derramamiento de sangre había remisión. Pero el pecado, aunque perdonado, sigue siendo aborrecible para Dios, y no puede continuar delante de sus ojos; por lo tanto es trasladado al desierto, separado del pueblo de Dios, y enviado lejos, al primer seductor del hombre. Sus pecados les son quitados a los creyentes, y echados sobre Satanás, su primer autor e instigador. Aunque a los creyentes se les perdona la pena, ésta no le es perdonada a aquel que los hizo caer en la apostasía y la ruina. Los tentados son restaurados, pero se ve que todo el castigo puede caer sobre el principal autor de la tentación. El infierno está 'preparado para el diablo y para sus ángeles.' "[5]

Creemos que éste es precisamente el acontecimiento descripto en los versículos que consideramos. En el momento especificado aquí, el servicio del santuario se cierra. Cristo coloca sobre la cabeza del diablo los pecados que han sido transferidos al santuario, y que ya no son imputados a los santos. El diablo es enviado lejos, no por mano del sumo sacerdote, sino por mano de otra persona, según la figura, a un lugar llamado aquí el abismo.

La llave y la cadena.--No puede suponerse que la llave y la cadena sean literales, sino simplemente un símbolo del poder y la autoridad con que este ángel está revestido en esta ocasión para cumplir su misión.

El abismo.--La palabra original significa un precipicio sin fondo. Su empleo parece demostrar que la palabra denota cualquier lugar de tinieblas, desolación y muerte. Así en Apocalipsis

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9:1, 2, se aplica a las tierras desiertas de Arabia, y en Romanos 10:7, al sepulcro. Pero el empleo que arroja una luz especial sobre el significado de la palabra en este lugar se halla en Génesis 1 :2, donde leemos que "las tinieblas estaban sobre la haz del abismo." Vemos pues que la palabra "abismo" se usó allí para representar la tierra en su estado caótico. Esto es precisamente lo que debe significar la palabra abismo en este vers. 3 de Apocalipsis 20. Debe recordarse que en el momento en que el ángel realiza esta obra, la tierra es una vasta expansión desolada y cubierta de muertos. La voz de Dios la ha conmovido hasta sus fundamentos; las islas y las montañas han sido trasladadas de sus lugares; el gran terremoto ha derribado las mayores obras de los hombres; las siete últimas plagas han dejado sus huellas por toda la tierra; la ardiente gloria que acompañó a la venida del Hijo del hombre ha cumplido su parte en el asolamiento general; los impíos han sido entregados a la matanza; y sus carnes putrefactas y huesos blanqueados se encuentran insepultos, sin que nadie los haya reunido ni llorado de un extremo de la tierra hasta el otro.

Así ha quedado la tierra vacía, desolada y trastornada. (Isaías 24:1.) Así volvió, en parte a lo menos, a su condición original de confusión y caos. (Véase Jeremías 4:19-26, especialmente el vers. 23.) ¿Qué término más exacto que esta expresión "abismo" podría usarse para describir la tierra mientras avanza en su carrera de tinieblas y desolación durante mil anos? Aquí estará encerrado Satanás durante este tiempo, entre las ruinas ocasionadas indirectamente por él mismo, sin poder huir de esta habitación de desgracia, ni reparar en lo mínimo sus espantosas ruinas.

Satanás atado.--Bien sabemos que Satanás, a fin de poder actuar, necesita súbditos en los cuales obrar. Nada puede hacer sin ellos. Pero durante los mil años de su encarcelamiento en esta tierra, todos los santos estarán en el cielo, inaccesibles al poder de sus tentaciones, y todos los impíos estarán en sus tumbas, de modo que le será imposible engañarlos. Su esfera de acción queda circunscrita, y está así atado. Queda condenado a un estado de inactividad desesperada durante todo este período. Para un espíritu activo, como lo ha sido el suyo durante los últimos seis

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mil años mientras seducía a los habitantes del mundo de generación en generación, esa inactividad será un castigo de la más intensa severidad.

Según esta exposición, el acto de atar a Satanás significa simplemente poner fuera de su alcance a los súbditos sobre los cuales actúa. El acto de soltarle significa que ellos vuelven a ser colocados por una resurrección en una condición en la cual él puede nuevamente ejercer su poder sobre ellos. Acerca de esta exposición puede ser que alguien diga que nos hemos equivocado y que debemos considerar a los impíos atados en vez del diablo. Sin embargo, cuán a menudo oímos, en las conversaciones diarias de la vida, dichos como éstos: "Me vi completamente aprisionado. Tenía las manos completamente atadas." Pero cuando nuestros semejantes usan expresiones tales, ¿nos imaginamos acaso que algún obstáculo insuperable se atravesó literalmente en la senda en la cual viajaban, o que sus manos fueron literalmente atadas con sogas? No; entendemos que una combinación de circunstancias los incapacitó para actuar. Así también en este pasaje. ¿Por qué no concederíamos a la Biblia la misma libertad de lenguaje que otorgamos sin vacilación a nuestros semejantes?

Más aún, queda realmente tan limitado el poder de Satanás, que se lo puede considerar atado. Ya no tiene la facultad de atravesar el espacio y visitar otros mundos, sino que, como el hombre, se halla encerrado en esta tierra, y no puede ya abandonarla. El lugar donde produjo tantas ruinas viene a ser la lóbrega cárcel donde queda encerrado hasta que de ella se lo saca para su ejecución al fin de los mil años.

VERS. 4-6: Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fué dado juicio; y vi las almas de los degollados por el testimonio de Jesús, y por la palabra de Dios, y que no habían adorado la bestia, ni a su imagen, y que no recibieron la señal en sus frentes, ni en sus manos, y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Mas los otros muertos no tornaron a vivir hasta que sean cumplidos mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad en éstos; antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil anos.

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Exaltación de los santos.--Después de mostrarnos al diablo en su lóbrego encarcelamiento, Juan dirige nuestra atención a los santos que han alcanzado la victoria y la gloria, a los santos que reinan con Cristo. Su ocupación consiste en asignar a los impíos muertos el castigo que merecen sus malas acciones. Entre esa asamblea general, Juan elige luego dos clases como merecedoras de atención especial: los mártires que fueron decapitados por el testimonio de Jesús, y los que no adoraron la bestia ni su imagen. La última clase, la de aquellos que se negaron a aceptar la marca de la bestia y su imagen, son por supuesto los que oyen y obedecen el mensaje de Apocalipsis 14. Pero no son los que fueron decapitados por el testimonio de Jesús, como quisieran hacernos creer quienes sostienen que todos los miembros de la última generación de santos sufrirán el martirio. La palabra traducida por "que," en la expresión "que no habían adorado la bestia," demuestra que se introduce aquí otra clase de personas. El vocablo original es el relativo compuesto hostís, "quienquiera," no simplemente el relativo simple hos, "quien," y así lo definen Liddell y Scott: "Quienquiera, cualquiera que, cualquier cosa que." Juan vió los mártires como miembros de una clase, y como miembros de la otra vió a aquellos que no habían adorado a la bestia ni su imagen.

Es verdad que hostis se usa a veces como relativo simple, como en 2 Corintios 3:14; Efesios 1:23, pero nunca en construcciones como ésta, donde la palabra va precedida por la conjunción kai, "y."

Podría alguien decir que si traducimos el pasaje así: "Y quienquiera que no había adorado la bestia," incluimos en ese grupo a los millones de paganos y pecadores que no adoraron la bestia, y les prometemos el reinado de mil años con Cristo. Para demostrar que no hacemos tai cosa, llamamos la atención al hecho de que el capítulo precedente declara que los impíos habían sido muertos todos, y habían de quedar muertos mil años. Juan contempla aquí solamente a la compañía de los justos que participan en la primera resurrección.

Para evitar la doctrina de las dos resurrecciones, algunos sos-

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tienen que el pasaje: "Mas los otros muertos no tornaron a vivir hasta que sean cumplidos mil años," ha sido añadido; es decir que no se halla en el original, y que por lo tanto no es genuino. Aun cuando fuese tal el caso, ello no refutaría la propuesta principal de que los justos muertos resucitan por separado en una "primera resurrección," y que mil años más tarde hay una segunda resurrección, en la cual todos los impíos salen de sus tumbas.

Pero la crítica no es acertada, porque los eruditos la refutan. La Versión Revisada Inglesa no indica que la frase en cuestión no se halle en los manuscritos antiguos. La Versión Revisada Americana no da la menor indicación de que parte del texto haya sido omitido. La traducción de Rotherham, aunque en otros lugares anota ciertos pasajes como "dudosos," no indica que lo sea este texto. Se lo encuentra en las ocho ediciones del Nuevo Testamento griego que hizo Tischendorf, y en el texto griego de Westcott y Hort. La frase aparece también en todos los Nuevos Testamentos griegos publicados por críticos de renombre mundial como Griesbach, Wordsworth, Lachmann, Tregelles y Alford. Hay tres o cuatro manuscritos griegos que no tienen esta frase; pero otros 1.697 la tienen, si contienen el Apocalipsis.

Dos resurrecciones.--"Mas los otros muertos no tornaron a vivir hasta que sean cumplidos mil años." Por mucho que se diga en sentido contrario, no podría pedirse al lenguaje una indicación más clara de que habrá dos resurrecciones. La primera es la de los justos al comienzo de los mil años. La segunda es la de los impíos al fin del milenario. La segunda muerte no tendrá potestad sobre los que tengan parte en la primera resurrección. Ellos no sufrirán daño de los elementos que destruirán a los impíos como tamo. Podrán subsistir a pesar del fuego devorador cuyos resultados son eternos. (Isaías 33:14, 15.) Podrán salir y mirar los cuerpos de los muertos que pecaron contra Jehová, mientras el fuego inextingible y el gusano que no muere los hace su presa. (Isaías 66:24.) La diferencia que hay al respecto entre los justos y los impíos se vuelve a ver en el hecho de que, mientras Dios es para los últimos un fuego consumidor, es para su pueblo a la vez sol y escudo.

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Los impíos reciben la vida.--Los impíos que resucitan al fin de los mil anos vuelven a vivir como vivieron una vez en la tierra. Negar esto es cometer violencia contra este pasaje. No se nos da información acerca de la condición física en que resucitarán. Se suele decir que lo que perdimos incondicionalmentc en Adán, nos es devuelto incondicionalmente en Cristo. Con respecto a la condición física, esto no debe tal vez tomarse en un sentido ilimitado, porque el género humano perdió mucha estatura y fuerza vital que no es necesario devolver a los impíos. Si se les devuelve la condición mental y física que poseyeron durante esta vida o mientras duró su tiempo de gracia, esto basta ciertamente para permitirles recibir comprensivamente el último castigo que merecen por todas las acciones que cometieron mientras vivían aquí.

VERS. 7-10: Y cuando los mil años fueren cumplidos. Satanás será suelto de su prisión, y saldrá para engañar las naciones que están sobre los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de congregarlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y circundaron el campo de los santos, y la ciudad amada: y de Dios descendió fuego del cielo, y los devoró. Y el diablo que los engañaba, fué lanzado en el lago de fuego y azufre, donde está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás.

La perdición de los impíos.--Al fin de los mil años, la santa ciudad, o sea la Nueva Jerusalén, en la cual los santos moraron en el cielo durante ese período, baja y se sitúa en la tierra. Viene a ser entonces el campo de los santos, en derredor del cual se congregan los impíos resucitados, innumerables como la arena del mar. El diablo los seduce, y los congrega para esta batalla. Son inducidos a emprender una guerra impía contra la santa ciudad, con la perspectiva de obtener alguna ventaja contra los santos. Satanás los convence indudablemente de que pueden vencer a los santos, despojarlos de su ciudad, y ejercer la posesión de la tierra. Pero del cielo baja el fuego de Dios que los devora. Moisés Stuart reconoce que la palabra traducida aquí por "devoró," expresa una acción "intensiva," y significa "comer, devorar, y denota una completa supresión."[6]

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Este es el tiempo de la perdición de los impíos, el tiempo en que "los elementos serán disueltos con ardiente calor; la tierra también," y cuando serán quemadas las obras que hay en ella. (2 Pedro 3:7, 10, V.M.) Al leer estos pasajes, podemos ver cómo habrán de recibir los impíos su recompensa en la tierra. (Proverbios 11:31.) Podemos ver también que esta recompensa no es una vida eterna miserable, sino una "supresión completa," una destrucción absoluta.

Los impíos no pisan la tierra nueva.--Dos opiniones merecen que las consideremos al pasar. La primera es que la tierra queda renovada cuando viene Cristo por segunda vez, y es la morada de los santos durante los mil años. La otra es que cuando aparece Cristo por segunda vez, establece su reino en Palestina y ejecuta, en relación con sus santos, una obra de conquista de las naciones que quedan en la tierra durante los mil años, y las subyuga.

Una de las muchas objeciones que se pueden presentar a la primera opinión es que hace subir a los impíos para que, encabezados por el diablo, pisen con sus pies profanos la tierra purificada y santa, mientras que los santos que la han poseído durante mil años, se ven obligados a ceder terreno y huir a la ciudad. No podemos creer que la herencia de los santos sea jamás así mancillada, y que las hermosas llanuras de la tierra renovada han de ser contaminadas por las pisadas de los impíos resucitados. Además de que esta opinión ultraja toda idea de propiedad, es imposible presentar un solo pasaje bíblico que la apoye.

En cuanto a la segunda opinión, creemos que entre muchos de sus absurdos, se destaca éste, a saber que a pesar de que Cristo y sus santos han conquistado la tierra durante los mil años, al fin de este período los impíos triunfan y queda anulada la obra de mil años, pues Cristo y los suyos pierden su territorio y se ven obligados a ejecutar una ignominiosa retirada a la ciudad en busca de refugio, dejando la tierra bajo el dominio indisputado de sus enemigos.

Mil años en el cielo.--En contraste con estas teorías, hay armonía en la opinión que presentamos aquí. Los santos están con Cristo en el cielo durante los mil años mientras que la tierra yace

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desolada. Los santos y la ciudad descienden del cielo, y los impíos muertos resucitan y suben contra ella. Allí reciben su castigo. De los fuegos purificadores que los destruyen surgen los nuevos cielos y la nueva tierra, para ser morada de los justos a través de los siglos sin fin.

Los sometidos al tormento.--Basándose en el vers. 10, algunos han argüído que solamente el diablo será atormentado día y noche. Pero el testimonio de este pasaje incluye más que esto. La frase "serán atormentados" está en plural, y hace una afirmación acerca de la bestia y el falso profeta, mientras que estaría en singular si se refiriese al diablo solamente. Debe notarse que en la expresión "donde está la bestia y el falso profeta," la palabra "está" no se halla en el original. Y al añadir algo para suplir el sentido sería más propio poner las palabras "fueron arrojados," coordinando esto con lo que se dijo del diablo precisamente antes. Una traducción más exacta añade, además, la palabra "también" después de "donde." La cláusula se lee entonces así: "El diablo fué arrojado al lago de fuego, donde también fueron arrojadas la bestia y el falso profeta." La bestia y el falso profeta fueron arrojados al lago de fuego y destruídos, al comienzo de los mil años. (Apocalipsis 19:20.) Los miembros individuales de sus organizaciones se levantan ahora en la segunda resurrección, y una destrucción similar y final cae sobre ellos bajo los nombres de Gog y Magog.

El lago de fuego.--Puede ser que algún lector se sienta inclinado a pedir una definición del lago de fuego. Como definición abarcante, ¿no se le puede llamar símbolo de los agentes que Dios emplea para poner fin a su controversia con los impíos vivos al comienzo de los mil años, y con todas las huestes de los impíos al fin de dicho período? Por supuesto, lo que emplea para esta obra es mayormente el fuego literal. Nos resulta más fácil describir sus efectos que el fuego mismo. En ocasión de la segunda venida de Cristo, es la llama de fuego con que se revela el Señor Jesús, el espíritu de su boca y el resplandor de su venida, lo que consume al hombre de pecado, el fuego que quema por completo la gran Babilonia. (Apocalipsis 18:8.) Al fin de los mil años, es el día

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que los quemará como horno (Malaquías 4:1); es el tremendo calor que derretirá los elementos y la tierra, y quemará las obras que contiene; es el fuego de Tophet preparado para el rey (el diablo y sus ángeles, Mateo 35:41), cuya acumulación es profunda y grande, y "el soplo de Jehová, como torrente de azufre, la enciende" (Isaías 30:33). En fin, es el fuego que baja de Dios desde el cielo. (Acerca de la frase "atormentados día y noche para siempre jamás," véanse los comentarios sobre Apocalipsis 14:11.)

VERS. 11-15: Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo; y no fué hallado el lugar de ellos. Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos: y otro libro fué abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar dió los muertos que estaban en él; y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fué hecho juicio de cada uno según sus obras. Y el infierno y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el lago de fuego.

El trono del juicio.--Con el vers. 11 introduce Juan otra escena relacionada con la condenación final de los impíos. Es el gran trono blanco del juicio, delante del cual todos ellos están congregados para recibir su espantosa sentencia de condenación y muerte. Ante este trono, los cielos y la tierra huyen, de manera que su lugar no es más hallado. Un momento de reflexión sobre los cambios que deben producirse entonces en la tierra, pone de relieve el gran vigor de este lenguaje. La escena es la del día ardiente de Pedro, que trae "la perdición de los hombres impíos," en el cual aun los "elementos" se derriten por el tremendo calor. (2 Pedro 3:7-13.)

Baja del cielo el fuego de Dios. Las obras que hay en el mundo son consumidas, y los impíos destruídos. Este es el fuego de la Gehenna, que contiene todos los elementos necesarios para consumir absolutamente todo ser mortal que caiga bajo su poder. (Marcos 9:43-48.) Entonces se cumplirá Isaías 66:24: "Y saldrán | los justos], y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron

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contra mí: porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará; y serán abominables a toda carne."

También se cumplirá entonces Isaías 33:14: "¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?" La respuesta que dan las frases siguientes demuestra que serán los justos. Tal debe ser el momento al cual se aplican las preguntas y las respuestas de Isaías.

En toda esta conflagración, los elementos no quedan destruídos. Tan sólo son derretidos y purificados de la contaminación del pecado y de todo rastro de la maldición. Se promulga entonces el fíat todopoderoso; "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. . . . Hecho es." (Apocalipsis 21:5, 6.) En ocasión de la primera creación, "las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios." (Job 38:7.) En ocasión de esta nueva creación, aquel canto y clamor de alegría será acrecentado por las gozosas voces de los redimidos. Así será cómo esta tierra, arrancada momentáneamente por el pecado de la órbita de gozo y paz que le era destinada, será reintegrada de nuevo a la armonía con un universo leal, para ser la morada eterna de los salvos.

Los libros de registro.--Los hombres son juzgados por las cosas escritas en los libros. Esto nos inculca el hecho solemne de que en el cielo se lleva un registro de todas las acciones. Los secretarios angélicos llevan un registro fiel e infalible. Los impíos no pueden ocultarles ninguno de sus actos tenebrosos. No pueden sobornarlos para que pasen por alto sus actos ilegales. Tendrán que hacerles frente, y ser guzgados de acuerdo con ellos.

La ejecución de la sentencia.--Los impíos serán castigados según sus obras. Las Escrituras declaran que serán recompensados según sus actos. Es evidente que se tiene en cuenta, como parte del castigo de cada uno, el grado de sufrimiento que ha de soportar: "Porque el siervo que entendió la voluntad de su señor, y no se apercibió, ni hizo conforme a su voluntad, será azotado mucho. Mas el que no entendió, e hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco: porque a cualquiera que fué dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él." (Lucas 12:47, 48.)

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El libro de la vida.--Puede ser que alguien pregunte por qué se menciona en esta ocasión el libro de la vida, cuando los que tienen parte en la segunda resurrección, después de la cual se produce esta escena, están ya todos juzgados y condenados a la segunda muerte. Vemos por lo menos una razón aparente, a saber que ello se hace para que todos puedan ver que ninguno de los nombres de aquellos que componen la multitud que muere por segunda vez se encuentra en el libro de la vida, y por qué no están allí; y, además, si los nombres han estado alguna vez allí, por qué no se los ha conservado. En esta forma, todos los seres del universo pueden ver que Dios obra con justicia e imparcialidad.

Se declara también que "el infierno y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda." Tal es el epitafio final de todas las fuerzas que desde el principio hasta el fin se han levantado contra la voluntad y la obra del Señor. Satanás inició y encabezó esta obra nefasta. Parte de los ángeles del cielo se le unió en esta oposición y obra homicida, y el fuego eterno fué preparado para él y para ellos. (Mateo 25:41.) Los hombres sufren el efecto de este fuego porque se unen a Satanás en su rebelión. Pero aquí termina la controversia. El fuego es eterno para ellos porque no les permite escapar, y no cesa hasta que estén consumidos. La segunda muerte es su castigo, y es "tormento eterno" (Mateo 25:46), porque nunca podrán ellos librarse de su abrazo espantoso. "La paga del pecado es muerte," y no el tormento eterno. (Romanos 6:23.)

Para resumir el argumento leemos: "Y el que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el lago de fuego." Lector, ¿está tu nombre escrito en el libro de la vida? ¿Estás procurando evitar la terrible condenación que aguarda a los impíos? No te des descanso hasta tener motivo por creer que tu nombre está entre los de aquellos que tendrán parte al fin en la vida eterna.

[1] Guillermo Jenks, "The Comprehensive Commentary," tomo 1, pág, 410, nota sobre Levítico 16:8.

[2] Carlos Beecher, "Redeemer and Redeemed," págs. 67, 68.

[3] "Jewish Encyclopedia," tomo 2, pág. 366, art. "Azazel."

[4] Alberto Whalley, "The Red Letter Days of Israel," pág. 125.

[5] Juan Eadie, "Biblical Cyclopaedia," pág. 577, art. "Scape-Goat."

[6] Moisés Stuart, "A Commentary on the Apocalypse," tomo 2, pág. 369.

Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis: Indice de los Capitulos
Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis (Tomo II), Capitulo 19: Rey de Reyes y Señor de Señores
Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis (Tomo II), Capitulo 21: Un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva
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Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis (Tomo I y Tomo II) by Urías Smith (Copyright 1949; Edición Revisada 1977, 1979) was originally published by the Pacific Press Publishing Association, 1350 N. Kings Road, Nampa, Idaho 83687 USA, a wholly owned and operated Seventh-day Adventist publishing house. The electronic text for Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis by Urías Smith was not supplied by the Pacific Press Publishing Association. However, their permission was requested and secured to freely distribute it.

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