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Capitulo VIII

El Mundo Emplazado Ante el Tribunal Celestial

"VOLVEMOS nuevamente--dice Adán Clarke--al hebreo, pues terminó la parte caldea del libro. Como los caldeos tenían interés particular en la historia y las profecías registradas desde Daniel 2:4 hasta el fin del capítulo 7, esa parte del libro se escribió en caldeo; pero como las profecías restantes se refieren a tiempos posteriores a la monarquía caldea y se relacionan principalmente con la iglesia y el pueblo de Dios en general, están escritas en hebreo, que era la lengua en la cual Dios quiso revelar todos los consejos que diera bajo el Antiguo Testamento con relación al Nuevo."[1]

VERS. 1: En el año tercero del reinado del rey Belsasar, me apareció una visión a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes.

Una característica destacada de los escritos sagrados que debe ponerlos para siempre a cubierto de la acusación de ser obra de la fantasía, es la franqueza y libertad con que sus autores presentan todas las circunstancias relacionadas con los acontecimientos que registran. Aquí el versículo 1 indica el tiempo en que esta visión fué dada a Daniel. El primer año de Belsasar era el 540 ant. de J.C. Su tercer año, en el cual fué dada la visión, había de ser, por consiguiente, el 538, cuando Daniel tenía más o menos 80 años, en vista de que tenía probablemente alrededor de veinte cuando fué llevado a Babilonia el primer año de Nabucodonosor, en 606 ant. de J.C. La visión que designa como la que le "había aparecido antes," es indudablemente la visión del capítulo 7, que tuvo en el primer ano del reinado de Belsasar.

VERS. 2: Vi en visión, (y aconteció cuando vi, que yo estaba en Susán, que es cabecera del reino en la provincia de Persia;) vi pues en visión, estando junto al río Ulai.

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Así como el versículo 1 indica la fecha en que fué dada la visión, este versículo indica el lugar donde el profeta recibió la revelación. Susán era la metrópoli de la provincia de Elam, entonces en manos de los babilonios, y el rey de Babilonia tenía allí un palacio real. Como ministro de estado empleado en los negocios del rey, Daniel se hallaba en ese lugar. Abrádates, virrey de Susán, prometió fidelidad a Ciro, y la provincia quedó unida a los medos y persas; de manera que, de acuerdo con la profecía de Isaías 21:2, Elam subió con los medos para sitiar a Babilonia. Bajo los medos y persas, Elam recuperó las libertades que le habían quitado los babilonios, según la profecía de Jeremías 49:39.

VERS. 3, 4: Y alcé mis ojos, y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del rio, el cual tenía dos cuernos: y aunque eran altos, el uno era más alto que el otro; y el más alto subió a la postre. Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte, y al mediodía, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su mano: y hacia conforme a su voluntad y engrandecíase.

Los reinos de Media y Persia.--En el versículo 20 se presenta en lenguaje claro una interpretación de este símbolo: "Aquel carnero que viste, que tenía cuernos, son los reyes de Media y Persia." Sólo nos falta considerar cuán adecuadamente la potencia correspondió al símbolo. Los dos cuernos representaban las dos nacionalidades que componían el imperio. El más alto subió a la postre. Simbolizaba a Persia, que al principio era simplemente un aliado de los medos, pero más tarde llegó a ser la división principal del imperio. Las direcciones hacia las cuales acometía el carnero denotan las direcciones en las cuales los medos y persas ejecutaron sus conquistas. Ninguna potencia terrenal podía resistirles mientras marchaban hacia la posición exaltada a la cual los había llamado la providencia de Dios. Tanto éxito tuvieron en sus conquistas que en los días de Asuero (Esther 1:1), el reino medo-persa comprendía 127 provincias, y se extendía desde la India hasta Etiopía, que eran los límites del mundo conocido entonces.

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VERS. 5-7: Y estando yo considerando, he aquí un macho de cabrío venía de la parte del poniente sobre la haz de toda la tierra, el cual no tocaba la tierra: y tenía aquel macho de cabrío un cuerno notable entre sus ojos: y vino hasta el carnero que tenía los dos cuernos, al cual había yo visto que estaba delante del río, y corrió contra él con la ira de su fortaleza. Y vilo que llegó junto al carnero, y levantóse contra él, e hiriólo, y quebró sus dos cuernos, porque en el carnero no había fuerzas para parar delante de él: derribólo por tanto en tierra, y hollólo; ni hubo quien librase al carnero de su mano.

El reino de Grecia.--"Y estando yo considerando," dijo el profeta. Aquí encuentran un ejemplo todos los que aman la verdad y todos los que aprecian las cosas espirituales. Cuando Moisés vió la zarza ardiente, dijo: "Iré yo ahora, y veré esta grande visión." ¡Cuán pocos están ahora dispuestos a apartarse de sus negocios o placeres para considerar los temas importantes que Dios procura presentar a su atención!

El símbolo que se introduce aquí es explicado a Daniel por el ángel. "Y el macho cabrío es el rey [o reino] de Javán [rey de Grecia, V.M.]." Acerca de la idoneidad de este símbolo para representar al pueblo griego o macedónico, Tomás Newton observa que los macedonios, "como doscientos años antes de Daniel, se llamaban Egedas, o pueblo de las cabras" Explica así el origen del nombre, según lo relatado por los autores paganos:

"Su primer rey, Carano, mientras iba con una gran multitud de griegos a buscar nuevas moradas en Macedonia, recibió del oráculo la orden de llevar cabras como guías que lo condujesen al imperio; y al ver más tarde a un rebaño de cabras que huía de una violenta tempestad, las siguió hasta Edesa, donde fijó la sede de su imperio; hizo de las cabras sus enseñas o estandartes, y llamó la ciudad Egea, o ciudad de las cabras, y a los habitantes Egedas, o el puebla de las cabras.. . . La ciudad de Egea era el lugar dónde solían enterrar a los reyes macedónicos. Es también muy notable que el hijo que de Roxane tuvo Alejandro se llamó Alejandro Egos, o el hijo de la cabra; y algunos de los sucesores de Alejandro son representados en sus monedas con cuernos de cabras."[2]

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El "macho de cabrío venía de la parte del poniente sobre la haz de toda la tierra." Esto se debía a que Grecia se encontraba al oeste de Persia y atacaba desde esa dirección. El ejército griego barría de la faz de la tierra todo lo que había delante de él.

El macho cabrío "no tocaba la tierra." Tal era la maravillosa celeridad de sus movimientos que parecía volar de un punto al otro con la rapidez del viento. Esa misma característica de velocidad queda indicada en la visión de Daniel 7 por las cuatro alas del leopardo, que representa la misma nación.

Alejandro era el "cuerno notable."-El cuerno notable que había entre sus ojos queda explicado en el versículo 21 como siendo el primer rey del imperio macedónico. Este rey fué Alejandro Magno.

En los versículos 6 y 7 se nos relata concisamente el derrocamiento del imperio persa por Alejandro. Las batallas entre los griegos y los persas fueron muy enconadas. Algunas de las escenas registradas en la historia nos recuerdan vívidamente la figura empleada en la profecía: un carnero de pie junto al río, y el macho cabrío que corre hacia él "con la ira de su fortaleza." Alejandro derrotó primero a los generales de Darío a orillas del Gránico, en Frigia. Luego atacó y derrotó a Darío en los pasos de Iso en Cilicia, y más tarde lo derrotó en las llanuras de Arbelas en Siria. Esta última batalla se riñó en 331 ant. de J.C. y señaló la caída del Imperio Persa. Gracias a ella, Alejandro se adueñó de todo el país. Acerca del versículo 6 donde leemos: "Y vino [el macho cabrío] hasta el carnero que tenía los dos cuernos, al cual había yo visto que estaba delante del río, y corrió contra él con la ira de su fortaleza." Tomás Newton dice lo siguiente: "Difícil le resulta a uno leer estas palabras sin formarse cierta imagen del ejército de Darío de pie custodiando el río Gránico, y de Alejandro al otro lado con sus tuerzas que se precipitan, cruzan a nado la corriente, y acometen al enemigo con todo el fuego y la furia imaginables."[3]

Tolomeo hace principiar el reinado de Alejandro en 332 ant. de J.C., pero no fué hasta la batalla de Arbelas, al año siguiente, cuando Alejandro quedó "señor absoluto de aquel imperio en

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una extensión mayor que la que poseyera jamás cualquiera de los reyes persas."[4]

La víspera de esa batalla, Darío envió a sus principales parientes para negociar la paz. Se dice que cuando hubieron presentado sus condiciones a Alejandro, éste contestó: "El cielo no puede contener dos soles, ni la tierra dos señores."[5]

El lenguaje del versículo 7 demuestra cuán completa sería la sujeción de Medo-Persia a Alejandro. Los dos cuernos fueron quebrados, y el carnero fué arrojado al suelo y pisoteado. Persia fué subyugada, el país saqueado, sus ejércitos destrozados y dispersados, y sus ciudades despojadas. La ciudad real de Persépolis, capital del imperio persa, fué saqueada y quemada. Sus ruinas constituyen aun hoy una de las maravillas del mundo. Así fué cómo el carnero no tuvo fuerza para resistir al macho cabrío, y no hubo quien pudiese librarlo de su mano.

VERS. 8: Y engrandecióse en gran manera el macho de cabrío; y estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fué quebrado, y en su lugar subieron otros cuatro maravillosos hacia los cuatro vientos del cielo.

El cuerno grande quebrado.--El vencedor es mayor que el vencido. El carnero, Medo-Persia, había sido grande (vers. 4, V.M.); el macho cabrío, Grecia, "engrandecióse hasta lo sumo," (vers. 8, V.M.). "Y estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fué quebrado." La previsión y especulación humanas habrían dicho: Cuando se debilite, y su reino esté desgarrado por la rebelión, o debilitado por el lujo, entonces el cuerno será quebrado, y el reino abatido. Pero Daniel lo vió quebrado en lo máximo de su fuerza, en el apogeo de su poder, cuando todo espectador habría exclamado: Ciertamente, el reino está establecido, y nada lo puede derribar. Así sucede a menudo con los impíos. El cuerno de su fortaleza se quiebra cuando lo consideran más firme. La Escritura dice: "Así que, el que piensa estar firme, mire no caiga." (1 Corintios 10:12.)

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Surgen cuatro cuernos notables.--Después de la muerte de Alejandro, se produjeron muchas luchas entre sus generales con respecto a la sucesión. Después de una contienda de siete días, se convino en que su hermano natural, Felipe Arideo, fuese declarado rey. El y los dos niños, hijos de Alejandro, Alejandro Egos y Hércules, sostuvieron por un tiempo el nombre y la aparencia del Imperio Macedónico. Pero los niños fueron pronto asesinados, y se extinguió la familia de Alejandro. Entonces los comandantes del ejército, que habían ido a diferentes partes del imperio como gobernadores de las provincias, asumieron el título de reyes. Empezaron en seguida a guerrear uno contra otro hasta que, pocos años después de la muerte de Alejandro, el número quedó reducido a cuatro, precisamente lo que había especificado la profecía.

Cuatro cuernos notables habían de surgir hacia los cuatro vientos del cielo en lugar del cuerno grande que había sido quebrado. Fueron Casandro, que obtuvo Grecia y las regiones vecinas; Lisímaco, que obtuvo Asia Menor; Seleuco, que recibió Siria y Babilonia, y fué el progenitor de los reyes Selcucidas, tan famosos en la historia; y Tolomeo, hijo de Lago, que tuvo Egipto, y de quien descendió la dinastía de los Lagidas. Estos reinaron hacia los cuatro vientos del cielo. Casandro tenía las regiones occidentales, Lisímaco, las del none, Seleuco los países orientales, y Tolomeo la porción meridional del imperio. Esos cuatro cuernos pueden llamarse por lo tanto: Macedonia, Tracia, que incluía entonces Asia Menor y las partes que se hallaban sobre el Helesponto y el Bósforo, Siria y Egipto.

VERS. 9-12: Y del uno de ellos salió un cuerno pequeño, el cual creció mucho al mediodía, y al oriente, y hacia la tierra deseable. Y engrandecióse hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las holló. Aun contra el príncipe de la fortaleza se engrandeció, y por él fué quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fué echado por tierra. Y el ejército fuéle entregado a causa de la prevaricación sobre el continuo sacrificio: y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y sucedióle prósperamente.

Surge un cuerno pequeño.--Una tercera potencia se introduce aquí en la profecía. En la explicación que el ángel da a Daniel,

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este símbolo no se describe tan claramente como se describe a Medo-Persia y Grecia.

Se dan a este símbolo dos interpretaciones que es necesario notar en estos breves comentarios. La primera es que el "cuerno pequeño" representa al rey sirio Antíoco Epífanes. La segunda es que representa la potencia romana. Es asunto fácil analizar y probar estas dos interpretaciones.

¿Denota el cuerna pequeño a Antíoco?--Si Antíoco Epífanes no cumple lo especificado por la profecía, el símbolo no se le puede aplicar. El cuerno pequeño salió de uno de los cuatro cuernos del macho cabrío. Era, por lo tanto, una potencia que tendría existencia distinta de la de cualquiera de los otros cuernos del macho cabrío. ¿Fué Antíoco una potencia tal?

¿Quién fué Antíoco? Desde el momento en que Seleuco se hizo rey de la porción siria del imperio de Alejandro, y constituyó así el cuerno sirio del macho cabrío, hasta que su país fué conquistado por los romanos, reinaron 26 reyes en sucesión sobre ese territorio. El octavo de esos reyes fué Antíoco Epífanes. Este era, pues, simplemente uno de los 26 reyes que constituyeron el cuerno sirio del macho cabrío. Fué, por lo tanto, ese cuerno mientras reinó. Y es lógico afirmar que no podía ser al mismo tiempo una potencia separada e independiente, ni otro cuerno notable, como lo fué el cuerno pequeño.

Si fuese propio aplicar el símbolo del cuerno pequeño a alguno de estos 26 reyes sirios, debiera aplicarse ciertamente al más poderoso e ilustre de todos. Pero Antíoco Epífanes no fué de ninguna manera el rey más poderoso del linaje sirio. Aunque tomó el nombre de Epífanes, es decir "el ilustre," lo fué solamente de nombre. Nada, dice Prideaux, basado en la autoridad de Polibio, Livio y Diodoro de Sicilia, pudo ser más ajeno a su verdadero carácter. A causa de su insensatez vil y extravagante, algunos lo creyeron loco y cambiaron su nombre de Epífanes, "el ilustre," a Epímanes, "el loco."[6]

Antíoco el Grande, padre de Epífanes, después de ser derro-

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tado en una guerra que sostuvo con los romanos, pudo obtener la paz tan sólo mediante el pago de una suma prodigiosa de dinero y la entrega de parte de su territorio. Como garantía de que cumpliría fielmente las condiciones del tratado, se vió obligado a dar rehenes, y entre ellos estaba Epífanes, su hijo, quien fué llevado a Roma. Desde entonces los romanos conservaron el ascendiente.

El cuerno pequeño del macho cabrío debía crecer en gran manera; pero Antíoco Epífanes no llegó a crecer en gran manera. Por el contrario, no ensanchó sus dominios, excepto mediante algunas conquistas pasajeras que hizo en Egipto. Renunció inmediatamente a ellas cuando los romanos se pusieron de parte de Tolomeo y le ordenaron que desistiera de sus designios en aquel territorio. Desahogó sobre los judíos inofensivos la ira que despertó en él su ambición frustrada.

El cuerno pequeño, en comparación con las potencias que lo precedieron, creció en gran manera. A Persia se la llama simplemente grande, aunque abarcó 127 provincias. (Esther 1:1.) De Grecia, que fué aun más extensa, se dice que se engrandeció "hasta lo sumo." (V.M.) Ahora el cuerno pequeño, que "se engrandeció extraordinariamente" (V.M.), debe superar a ambas. ¡Cuán absurdo es pues aplicar esto a Antíoco que se vió obligado a abandonar a Egipto bajo el dictado de los romanos! Nadie necesita largo rato para decidir la cuestion de cuál fué el mayor poder: el que evacuó a Egipto o el que ordenó la evacuación.

El cuerno pequeño había de oponerse al Príncipe de los príncipes, expresión que se refiere incontrovertiblemente a Jesucristo. (Daniel 9:25; Hechos 3:15; Apocalipsis 1:5.) Pero Antíoco murió 164 años antes que naciera nuestro Señor. La profecía no puede, por lo tanto, aplicársele, pues no cumple sus especificaciones en un solo detalle. Puede preguntarse: ¿Por qué ha habido quienes han procurado aplicársela? Contestamos; Los católicos romanos aceptan esta interpretación para evitar que se les aplique a ellos mismos la profecía; y muchos protestantes los siguen, aparentemente para oponerse a la enseñanza de que la segunda venida de Cristo se acerca.

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El cuerno pequeño denota Roma.--Ha sido cosa fácil demostrar que el cuerno pequeño no representa a Antíoco Epífanes. Será igualmente fácil demostrar que simboliza a Roma.

El campo de la visión es substancialmente el mismo aquí que el abarcado por la imagen de Nabucodonosor estudiada en Daniel 2, y la visión de Daniel 7. En ambos delineamientos proféticos hemos encontrado que el poder que sucedió a Grecia como cuarta potencia universal fué Roma. La única inferencia natural sería que el cuerno pequeño, el poder que en esta visión sucede a Grecia como reino extraordinariamente grande es también Roma.

El cuerno pequeño sale de uno de los cuernos del macho cabrío. ¿Cómo puede decirse esto de Roma?, preguntará alguien. Los gobiernos terrenales no son introducidos en la profecía hasta que estén de Alguna manera relacionados con el pueblo de Dios. En aquel tiempo, Roma se relacionó con los judíos, el pueblo de Dios, por la famosa Liga Judía del año 161 ant. de J.C.[7] Pero siete años antes de eso, es decir en 168 ant. de J.C., Roma había conquistado a Macedonia, y hecho de este país una parte de su imperio. Roma fué, pues, introducida en las profecías precisamente cuando, después de derribar el cuerno macedónico del macho cabrío, salía a realizar nuevas conquistas en otras direcciones. Para el profeta parecía como que salía de uno de los cuernos del macho cabrío.

El cuerno pequeño se engrandeció hacia el sur. Así sucedió con Roma. Egipto fué reducido a la condición de provincia del Imperio Romano en el año 30 ant. de J.C. y continuó en tal condición durante varios siglos.

El cuerno pequeño se engrandecía hacia el oriente. Esto también hizo Roma. Conquistó a Siria en 65 ant. de J.C., y la redujo a condición de provincia.

El cuerno pequeño se engrandeció hacia la tierra deseable. Así lo hizo Roma. Judea es llamada "tierra deseable" en muchos pasajes de la Escritura. Los romanos la redujeron a la condición de provincia de su imperio en 63 ant. de J.C., y finalmente des-

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truyeron la ciudad y el templo, y dispersaron a los judíos por toda la tierra.

El cuerno pequeño "engrandecióse hasta [contra, V.M.] el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra." Roma hizo esto también. En esta expresión se introducen dos figuras: "el ejército" y "las estrellas." Cuando se usan en un sentido simbólico con referencia a acontecimientos que suceden en la tierra, esas figuras se refieren casi siempre al pueblo de Dios y sus dirigentes. En el versículo 13 de este capítulo leemos que tanto el santuario como el ejército serían hollados. Aquí se alude indudablemente al pueblo de Dios y su lugar de culto. Las estrellas debían representar naturalmente a los dirigentes de la obra de Dios. Este pensamiento queda recalcado en una de las frases de Apocalipsis 12:4, donde leemos algo referente al gran dragón bermejo, símbolo de Roma, que derribó a tierra una tercera parte de las estrellas.

El cuerno pequeño "aun contra el Príncipe de la fortaleza se engrandeció." Unicamente Roma hizo esto. En la interpretación (vers. 25), se dice que el cuerno pequeño "contra el Príncipe de los príncipes se levantará." Esto alude claramente a la crucifixión de nuestro Señor bajo la jurisdicción de los romanos.

Las dos jases de Roma.--Por el cuerno pequeño "fué quitado el continuo sacrificio." Este cuerno pequeño simboliza a Roma en toda su historia, es decir que incluye sus dos fases, la pagana y la papal. Estas dos fases son mencionadas en otra parte como el "continuo" (sacrificio es palabra añadida) y la "prevaricación asoladora." El "continuo" o asolamiento continuo significa la forma pagana, y la prevaricación asoladora, la papal. (Véanse los comentarios sobre el versículo 13.) En las acciones atribuídas a esta potencia, se habla a veces de una forma, y otras veces de la otra. "Por él [la forma papal] fué quitado el continuo [la forma pagana]." La Roma pagana se transformó en la Roma papal. "El lugar de su santuario," o culto, la ciudad de Roma, "fué echado por tierra." La sede del gobierno fué trasladada por Constantino a Constantinopla en 330 de nuestra era. El mismo traslado se presenta en Apocalipsis 13:2, dónde se dice que el

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dragón, o Roma pagana, dió a la bestia, Roma papal, su sede, la ciudad de Roma.

Un "ejército fuéle entregado [al cuerno pequeño] a causa de la prevaricación sobre el continuo." Los bárbaros que subvirtieron a! Imperio Romano durante los cambios, azotes, y transformaciones de aquellos tiempos, se convirtieron a la fe católica y se transformaron en instrumentos para destronar su antigua religión. Aunque habían conquistado políticamente a Roma, fueron vencidos religiosamente por la teología de Roma, y fueron quienes perpetuaron el mismo imperio bajo otra fase. Esto se produjo en virtud de la "prevaricación," es decir, por el desarrollo del misterio de iniquidad. El papado puede llamarse el sistema de iniquidad, porque ha hecho su mala obra mientras simulaba ser una religión pura y sin mancha. Acerca de este falso sistema religioso, Pablo escribió durante el primer siglo: "Porque ya está obrando el misterio de iniquidad." (2 Tesalonicenses 2:7.)

El cuerno pequeño "echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y sucedióle prósperamente." Esto describe en pocas palabras la obra y carrera del papado. Deja a la verdad odiosamente distorsionada, cargada de tradiciones, transformada en hipocresía y superstición, derribada y obscurecida.

Acerca de esta potencia eclesiástica se declara que "hizo cuanto quiso," practicó sus engaños con el pueblo, hizo astutas maquinaciones para obtener sus propios fines y engrandecer su poder.

"Hizo prósperamente." Hizo guerra contra los santos y prevaleció contra ellos. Casi ha recorrido toda la carrera que le es concedida, y pronto ha de ser quebrantada sin intervención humana, para ser entregada a la llama de fuego, que la hará perecer en las glorias consumidoras del segundo advenimiento de nuestro Señor.

Roma cumple todo lo especificado por la profecía. Con ningún otro poder pasa lo mismo. De ahí que Roma, y no otra potencia, sea la mencionada aquí. Las descripciones inspiradas que se dan en la Palabra de Dios y el carácter de este sistema concuerdan; y las profecías concernientes a él se han cumplido en la forma más sorprendente y exacta.

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VERS. 13, 14: Y oí un santo que hablaba; y otro de los santos dijo a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora que pone el santuario y el ejército para ser hollados? Y él me dijo: Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana; y el santuario será purificado.

El tiempo en la profecía.--Estos dos versículos de Daniel 8 cierran la visión propiamente dicha. Introducen el único detalle restante y el que resulta del más absorbente interés para el profeta y la iglesia, a saber cuánto iban a durar las potencias asoladoras anteriormente presentadas. ¿Cuánto iba a durar su carrera de opresión contra el pueblo de Dios? Si se le hubiese dado tiempo, Daniel habría hecho la pregunta él mismo, pero Dios conoce siempre nuestros deseos por anticipado, y a veces les contesta antes que los expresemos.

Dos seres celestiales conversan acerca del asunto. Es un tema importante que la iglesia debe comprender bien. Daniel oyó a un santo que hablaba, pero no se nos indica qué decía. Pero otro santo hizo una pregunta importante: "¿Hasta cuándo durará la visión?" Quedan registradas la pregunta y la respuesta, lo cual es evidencia primordial de que se trata de un asunto que la iglesia debe entender. Esta opinión queda confirmada por el hecho de que la respuesta se dirigió a Daniel, por ser él la persona a quien concernía principalmente, y para cuya información se daba.

Los 2.300 días.--El ángel declaró; "Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana; y el santuario será purificado." Puede ser que alguien pregunte: ¿Por qué será que la edición Vaticana de la Septuaginta, o traducción de los Setenta, dice en este versículo "dos mil cuatrocientos días?" Acerca de este punto S. P. Tregelles escribe:

"Algunos escritores que tratan asuntos proféticos han adoptado, en sus explicaciones o interpretaciones de esta visión, las cifras 'dos mil cuatro cientos días;' y para justificarse, se han referido a los ejemplares impresos comunes de la version de los Setenta. Pero en lo que respecta a este libro, hace mucho que la verdadera versión de los Setenta quedó substituída por la de Teodoción; y además, aunque se encuentra "dos mil cuatrocien-

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tos" en los ejemplares griegos impresos comunes, es simplemente un error que se cometió al imprimir la edición Vaticana de 1586, error que se ha perpetuado habitualmente. Yo examiné (en 1845) el pasaje en el manuscrito del Vaticano, que las ediciones romanas profesaban seguir, y dice exactamente lo mismo que el texto hebreo ["dos mil trescientos días"]; y así también dice la verdadera Septuaginta de Daniel. (También dice así la edición que ha hecho el Cardenal Mai del manuscrito del Vaticano, edición que apareció en 1857)."[8]

Y para corroborar aun mejor la veracidad del período de dos mil trescientos días, citamos lo siguiente:

"La edición de la Biblia griega que se usa comúnmente, se imprimió, como se verá explicado en Prideaux y Home, no según la versión original de los Setenta, sino según la de Teodoción que fué hecha más o menos a fines del segundo siglo. Existen tres ediciones standard principales de la Biblia Septuaginta, que contienen la versión de Daniel de acuerdo con Teodoción; a saber la Complutense, publicada en 1514, la Aldina, en 1518; y la Vaticana, 1587, de las cuales se han sacado mayormente las últimas ediciones inglesas de los Setenta. A estas tres podemos añadir una cuarta, que es la del texto alejandrino, publicada entre 1707 y 1720. Hay, además, una llamada la Chisiana, 1772, que contiene el texto griego tanto de Teodoción como de los Setenta. De todas estas seis copias, la Vaticana sola dice 'dos mil cuatrocientos,' y todas las demás concuerdan con el hebreo y con nuestras Biblias inglesas. Además, el manuscrito mismo, que se halla en el Vaticano, del cual se imprimió la edición, tiene dos mil trescientos y no dos mil cuatrocientos. De manera que es indisputable que el número dos mil cuatrocientos no es sino un error de imprenta."[9]

Estas citas demuestran claramente que no se puede confiar en absoluto en esta expresión hallada en la edición Vaticana de la Septuaginta.

¿Qué es el continuo?--En el versículo 13 tenemos pruebas de

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que "sacrificio" es una palabra errónea que se ha añadido a la palabra "continuo." Si, como suponen algunos, se quisiera hablar aquí de la eliminación del sacrificio continuo del servicio judaico (que en cierto momento fue quitado), no sería propio preguntar hasta cuándo iba a durar la visión acerca de él. Esta pregunta implica evidentemente que los agentes o acontecimientos a los cuales se refiere la visión ocupan una cantidad de años. La duración o continuación del tiempo es la idea central. Todo el tiempo de la visión queda ocupado por lo que aquí se llama "el continuo" y la "prevaricación asoladora." De ahí que el continuo no puede ser el sacrificio continuo de los judios, porque cuando llegó el momento en que hubo de ser quitado, esta acción ocupó solamente un instante, cuando el velo del templo fué desgarrado, en ocasión de la crucifixión de Cristo. Debe representar algo que se extiende durante un período de años.

La palabra traducida aquí "continuo" se presenta 102 veces en el Antiguo Testamento, según la Concordancia Hebrea. En la gran mayoría de los casos se traduce por "continuo" o "continuamente." Esa palabra no implica en absoluto la idea de sacrificio. Ni hay tampoco en nuestro pasaje de Daniel 8:11,13 una palabra que signifique sacrificio. Es una palabra que ha sido añadida por los traductores, porque así entendían ellos que lo exigía el texto. Evidentemente tenían una opinión errónea, pues allí no se alude a los sacrificios de los judíos. Parece más de acuerdo con la construcción y el contexto suponer que la palabra "continuo" se refiere a una potencia asoladora, como la "prevaricación asoladora" con la cual está relacionada. Entonces tenemos dos potencias asoladoras que durante un largo período oprimen o dejan asolada a la iglesia. Literalmente, el texto puede traducirse:

"¿Hasta cuándo durará la visión [concerniente] al asolamiento continuo y a la prevaricación asoladora?" Así se relaciona el asolamiento tanto con su carácter continuo como con la "prevaricación asoladora," como si se hablase de "la continuación del asolamiento y de la prevaricación asoladora."

Dos potencias asoladoras.--Por la "continuación del asolamiento," o el "asolamiento continuo," entendemos que se quiere

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representar al paganismo durante toda su historia. Cuando consideramos los largos siglos a través de los cuales el paganismo fué el agente principal de la oposición de Satanás a la obra de Dios en la tierra, resulta aparente la idoneidad del término "asolamiento continuo" o "perpetuo" a él aplicado. Igualmente comprendemos que "la prevaricación asoladora" representa el papado. La frase que describe la última potencia es más enérgica que la usada para describir al paganismo. Es la prevaricación (o rebelión) asoladora; como si durante este período de la historia de la iglesia, la potencia asoladora se hubiese rebelado contra toda restricción impuesta a ella antes.

Desde un punto de vista religioso, el mundo ha presentado estas dos enérgicas fases de la oposición a la obra del Señor en la tierra. De ahí que aunque tres gobiernos terrenales son introducidos en la profecía como opresores de la iglesia, se colocan aquí bajo los encabezamientos: "el [asolamiento] continuo" y la "prevaricación asoladora." Medo-Persia era pagana; Grecia era pagana; Roma era pagana en su primera fase. Todas ellas quedan abarcadas por la expresión "el continuo," o "el asolamiento continuo." Luego viene la forma papal, la "prevaricación asoladora," una maravilla de astucia y encarnación de la crueldad. No es extraño que de siglo en siglo se haya elevado de los mártires atormentados el clamor: "¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?" No es extraño que el Señor, a fin de que la esperanza no se desvaneciese completamente del corazón de su pueblo oprimido que lo aguardaba, le haya revelado los acontecimientos futuros de la historia del mundo. Todas estas potencias perseguidoras sufrirán una destrucción completa y eterna. A los redimidos les esperan glorias inmarcesibles después de los sufrimientos y pesares de esta vida actual.

El ojo del Señor observa a su pueblo. El horno de fuego no será calentado más de lo que es necesario para consumir la escoria. Mediante mucha tribulación hemos de entrar en el reino. La palabra "tribulación" proviene de tribulum, o sea el trillo, tablón provisto de pedernales que se arrastraba sobre las gavillas desparramadas por la era. Debemos recibir golpe tras golpe hasta que

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todo el trigo se haya separado del tamo, y quedemos listos para el granero celestial. Pero no se perderá un solo grano de trigo.

Dice el Señor a su pueblo: "Vosotros sois la luz del mundo," "la sal de la tierra." No hay en la tierra otra cosa de valor o importancia. De ahí que se hiciera la pregunta peculiar: "¿Hasta cuándo durará la visión del continuo, . . . y la prevaricación asoladora?" ¿ Acerca de qué se hace la pregunta ? ¿Acerca de la gloria de los reinos terrenales? ¿Acerca de la habilidad de renombrados guerreros? ¿Acerca de poderosos conquistadores? ¿Acerca de la grandeza de los imperios humanos? No; sino más bien acerca del santuario y del ejército, del pueblo y del culto del Altísimo. ¿Hasta cuándo serán pisoteados? Esto es lo que despierta el interés y la simpatía del cielo. El que toca al pueblo de Dios no toca a simples mortales, débiles e impotentes, sino al Omnipotente. El abre una cuenta que debe ser saldada en el juicio del cielo. Pronto se cerrarán todas estas cuentas y será destrozado el férreo talón de la opresión. Se sacará del horno de la aflicción a un pueblo preparado para resplandecer como las estrellas para siempre. Cada hijo de Dios es objeto del interés de los seres celestiales, es una persona a quien Dios ama y para la cual está preparando una corona de inmortalidad. ¿Te hallas, lector, entre su número?

En este capítulo no hay información acerca de los 2.300 días introducidos por primera vez en el versículo 14. Por lo tanto, es necesario dejar de lado este período por el momento. Pero el lector puede tener la seguridad de que no hemos sido dejados en la incertidumbre acerca de esos días. La declaración referente a ellos es parte de una revelación que ha sido dada para instruir al pueblo de Dios, y debe ser comprendida. Los 2.300 días son mencionados en medio de la profecía que el ángel Gabriel debía hacer comprender a Daniel. Y Gabriel cumplió estas instrucciones, según se verá en el estudio del siguiente capítulo.

¿Qué es el santuario?--En relación con los 2.300 días hay otro tema de igual importancia que debe ser considerado ahora; a saber, el santuario. Lo acompaña el tema de su purificación. Un examen de este asunto revela la importancia que tiene el com-

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prender lo referente al comienzo y el fin de los 2.300 días, para saber cuándo se ha de realizar el gran acontecimiento llamado "purificación del santuario." Como se verá oportunamente, todos los habitantes de la tierra tienen interés personal en esa obra solemne.

Ha habido varias opiniones en cuanto a qué es el santuario. Algunos piensan que es la tierra; otros, el país de Canaán; otros aún, la iglesia; y finalmente hay quienes creen que se trata del santuario celestial, el "verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre," que está "en el mismo cielo," y del cual el tabernáculo judaico era tipo, modelo o figura. (Hebreos 8:1, 2; 9:23, 24.) Por las Escrituras debe decidirse cuál de estas opiniones encontradas es la correcta. Afortunadamente su testimonio no es escaso ni ambiguo.

No puede ser la tierra.--La palabra "santuario" aparece 144 veces en el Antiguo Testamento y el Nuevo. Por las definiciones de los lexicógrafos, y su uso en la Biblia, comprendemos que se emplea para designar un lugar santo y sagrado, una morada del Altísimo. Si la tierra es el santuario, debe responder a esta definición. Pero ¿qué característica de esta tierra se conforma al significado del término? La tierra no es lugar sagrado ni santo, ni es morada del Altísimo. No tiene cosa alguna que la distinga de los otros mundos, excepto que es un planeta en rebelión, manchado por el pecado, herido y marchitado por la maldición de la transgresión. Además, en ningún lugar de las Escrituras se lo llama santuario. Sólo un texto puede presentarse en favor de esta opinión, y aun así debe aplicarse en forma irrazonable: "La gloria del Líbano vendrá a ti, hayas, pinos, y bojes juntamente, para decorar el lugar de mi santuario; y yo honraré el lugar de mis pies." (Isaías 60:13.) Este lenguaje se refiere indudablemente a la nueva tierra; pero ni aun ésta es llamada el santuario, sino tan solo "el lugar" del santuario, así como es llamada "lugar" para los pies de Jehová. Es una expresión que denota probablemente la continua presencia de Dios con su pueblo, según le fué revelada a Juan cuando dijo: "He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el

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mismo Dios será su Dios con ellos." (Apocalipsis 21:3.) Por lo tanto, todo lo que puede decirse de la tierra es que cuando esté renovada será el lugar dónde estará situado el santuario de Dios. No tiene derecho a ser llamada el santuario actualmente, y no puede ser el santuario de la profecía de Daniel.

No puede ser la tierra de Canaan.--En cuanto podamos guiarnos por la definición de la palabra "Canaán," ésta no tiene más derecho a esta distinción que la tierra entera. Cuando preguntamos en qué lugar de la Biblia se llama santuario a Canaán, algunos nos presentan ciertos textos que les parecen proporcionar el testimonio requerido. El primero de éstos es Exodo 15:17. En su canto de triunfo y alabanza a Dios después de cruzar el mar Rojo, Moisés exclamó: "Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has aparejado, oh Jehová; en el santuario del Señor, que han afirmado tus manos." Moisés habla aquí con anticipación. Su lenguaje predice lo que Dios haría para su pueblo. Veamos cómo se cumplió.

Dirijámonos a David, que relata como asunto histórico lo que Moisés expresó en una profecía. (Salmos 78:53, 54.) El tema del salmista es la liberación de Israel de la servidumbre de Egipto, y su establecimiento en la tierra prometida. Nos dice: "Y guiólos [Dios] con seguridad, que no tuvieron miedo; y la mar cubrió a sus enemigos. Metiólos después en los términos de su santuario, en este monte que ganó su mano derecha." El "monte" mencionado aquí por David es el mismo que "el monte de tu heredad," del que habló Moisés, y donde Dios había de establecer a su pueblo. Este monte David no lo llama santuario, sino solamente "términos" o "límites" del santuario. ¿Qué era pues el santuario? El versículo 69 del mismo salmo nos informa: "Edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre." La misma distinción entre el santuario y la tierra se traza en la oración del buen rey Josafat: "Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de aquesta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la simiente de Abraham tu amigo para siempre? Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre." (2 Crónicas 20:7, 8.)

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Tomado aisladamente el pasaje de Exodo 15:17, ha sido empleado por algunos para deducir que el monte era el santuario;

pero cuando lo comparamos con el relato que hace David de cómo se cumplió la predicción de Moisés, no se puede sostener esta idea. David dice claramente que el monte era sencillamente "términos de su santuario" y que en esos términos, o sea en la tierra de Canaán, el santuario fué edificado como eminencia o alta fortificación, lo cual era una referencia al hermoso templo de los judíos, centro y símbolo de todo su culto. Pero todo aquel que lea cuidadosamente Exodo 15:17, verá que ni siquiera era necesario inferir que, con la palabra santuario, Moisés quería decir el monte de la heredad, y mucho menos toda la tierra de Palestina. Haciendo uso de una licencia poética, emplea expresiones elípticas, y pasa rápidamente de una idea u objeto a otros. Primero, la heredad llama su atención, y habla de ella;

luego pasa al hecho de que el Señor había de morar allí, y finalmente evoca el lugar que había de proveer para morar allí; a saber, el santuario que les haría edificar. David asocia igualmente el monte Sion y Judá en el Salmo 78:68, porque Sion estaba en Judá.

Estos tres versículos: Exodo 15:17; Salmo 78:54, 69, son los principales que se usan para probar que la tierra de Canaán es el santuario. Pero es bastante singular que los dos últimos, con lenguaje claro, despejan la ambigüedad del primero, y por lo tanto refutan el aserto basado en él.

Acerca de que nuestra tierra o el país de Canaán puedan ser el santuario, ofreceremos un pensamiento más. En el caso de que cualquiera de los dos constituyese el santuario, debiera no sólo ser descrito como tal en algún lugar, sino que la misma idea debiera seguir expresándose hasta el fin, y la purificación de la tierra o de Palestina debiera ser llamada la purificación del santuario. La tierra está contaminada en verdad, y ha de ser purificada por fuego; pero el fuego, como veremos, no es el agente que se usa en la purificación del santuario. Esta purificación de la tierra, o de cualquier parte de ella, no se llama en parte alguna purificación del santuario.

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No puede ser la iglesia.--El único texto aducido para apoyar la idea de que la iglesia es el santuario es Salmo 114:1,2: "Cuando salió Israel de Egipto, la casa de Jacob del pueblo bárbaro, Judá fué su consagrada heredad [su santuario, V.M.], Israel su señorío." Si tomamos este pasaje en su sentido más literal, probaría que el santuario se limitaba a una de las doce tribus. Esto significaría que solamente una parte de la iglesia, y no toda ella, constituye el santuario. La razón por la cual Judá es llamado el santuario en el pasaje citado no necesita dejarnos perplejos cuando recordamos que Dios escogió a Jerusalén, que estaba en Judá, como lugar de su santuario. "Sino que escogió la tribu de Judá, el monte de Sión, al cual amó. Y edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre." (Salmo 78:68, 69.) Esto desmuestra claramente la relación que existía entre Judá y el santuario. Esa tribu misma no era el santuario, pero se la llama así una vez, al evocar el momento cuando Israel salió de Egipto, porque Dios quería que en medio de su territorio se situase su santuario.

Aun cuando fuese posible demostrar que en algún lugar se llama santuario a la iglesia, ello no tendría importancia para nuestro propósito actual, que consiste en determinar qué cons- tituye el santuario de Daniel 8:13, 14; porque allí se habla de la iglesia como de otra cosa distinta: "Que pone el santuario y el ejército para ser hollados." Nadie disputará que la expresión "ejército" representa el pueblo de Dios, es decir, la iglesia. Por lo tanto, el santuario es algo diferente de la iglesia.

El santuario es el templo del cielo.--Queda ahora solamente una teoría que examinar, a saber, que el santuario mencionado en el texto es idéntico al de Hebreos 8:1,2, que es llamado "verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre," al cual se da expresamente el nombre de "santuario," y que está situado "en los cielos." Existió antiguamente un modelo, tipo o figura de este santuario, primero en el tabernáculo construído por Moisés, y más tarde en el templo de Jerusalén.

Pongámonos en el lugar de Daniel, y consideremos el asunto desde su punto de vista. ¿Qué entendería él por el término

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"santuario"? Al oír mencionar esa palabra, su atención se dirigiría inevitablemente al santuario de su pueblo; y sabía ciertamente dónde se encontraba. Su atención se dirigió hacia Jerusalén, la ciudad de sus padres, que yacía entonces en ruinas, a la "casa . . . de nuestra gloria," que, según lo lamenta Isaías, fué consumida al fuego. (Isaías 64:11.) Por consiguiente, con el rostro vuelto hacia el lugar donde estaba una vez el venerado templo, como era su costumbre, Daniel rogó a Dios que hiciese resplandecer su rostro sobre su santuario, que estaba entonces asolado. Por la palabra "santuario" entendía evidentemente el templo de Jerusalén.

Acerca de este punto, la Escritura da un testimonio muy explícito: "Tenía empero también el primer pacto reglamentos del culto, y santuario mundano." (Hebreos 9:1.) ¿Qué era el santuario del primer pacto? Sigue la respuesta: "Porque el tabernáculo fué hecho: el primero [o primer departamento], en que estaban las lámparas, y la mesa, y los panes de la proposición; lo que llaman el Santuario [el Lugar Santo, V.M.]. Tras el segundo velo estaba el tabernáculo, que llaman el Lugar Santísimo; el cual tenía un incensario de oro, y el arca del pacto cubierta de todas partes alrededor de oro; en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto; y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede ahora hablar en particular." (Hebreos 9:2-5.)

Es imposible equivocarse acerca de lo que se describe aquí. Es el tabernáculo erigido por Moisés bajo la dirección del Señor (que fué reemplazado más tarde por el templo de Jerusalén), con un lugar santo y otro santísimo, y diversos enseres de culto. Una descripción completa de este edificio, como también de los enseres y muebles sagrados y sus usos, se hallará en Exodo 25 y capítulos subsiguientes. Si el lector no se ha familiarizado con este tema, se le ruega leer la descripción de esta construcción. Era claramente el santuario del primer pacto, y debemos leer con cuidado su descripción para notar el valor lógico de esta declaración. Al decirnos lo que constituía el santuario, el libro de los Hebreos

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encauza correctamente nuestra investigación. Nos da una base sobre la cual trabajar. Tenemos delante de nosotros un objeto distinto y claramente definido, minuciosamente descrito por Moisés, llamado en Hebreos el santuario del primer pacto, el cual estuvo en vigor hasta los días de Cristo.

Pero el lenguaje de la epístola a los Hebreos tiene mayor significado aún. Aniquila las teorías según las cuales la tierra, el país de Canaan o la iglesia podrían ser el santuario. Los argumentos que podrían probar que cualquiera de estas cosas fué el santuario en algún momento, demostrarían que ello sucedió bajo el antiguo Israel. Si Canaan fué en algún momento el santuario, lo fué cuando Israel estuvo establecido en ese país. Si la iglesia fué alguna vez el santuario, lo fué cuando Israel fué sacado de Egipto. Si la tierra fué alguna vez el santuario, lo fué durante el mismo período. Pero ¿fué alguna de estas cosas el santuario durante ese tiempo? La respuesta debe ser negativa, porque los autores de los libros del Exodo y de los Hebreos nos dicen en detalle que no era la tierra, ni Canaán ni la iglesia, sino el tabernáculo construido por Moisés, reemplazado más tarde por el templo, lo que constituía el santuario de los tiempos del Antiguo Testamento.

El santuario terrenal.--Esta estructura responde en todo detalle a la definición del término, y al uso para el cual estaba destinado el santuario. Era la morada terrenal de Dios. "Y hacerme han un santuario-dijo Dios a Moisés,-y yo habitaré entre ellos." (Exodo 25:8.) En este tabernáculo que ellos construyeron de acuerdo con sus instrucciones Dios manifestó su presencia. Era un lugar santo o sagrado, "el santuario santo." (Levítico 16:33.) En la Palabra de Dios se lo llama repetidas veces así: el santuario. Entre las más de 130 veces que se usa la palabra en el Antiguo Testamento, se refiere en casi cada caso a esta estructura.

Al principio el tabernáculo fué construído en forma que se adaptase a las condiciones en las cuales vivían en aquel tiempo los hijos de Israel. Iniciaban sus peregrinaciones de cuarenta años por el desierto cuando esta estructura se levantó en su medio como morada de Dios y centro de su culto religioso. Era necesario viajar, y el tabernáculo tenía que ser trasladado de un lugar

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a otro. Esto resultaba posible porque los lados se componían de tablas puestas en posición vertical, y el techo se componía de cortinas de lino y pieles teñidas. Por lo tanto, era fácil desarmarlo, transportarlo y volverlo a levantar en cada etapa sucesiva del viaje. Después que Israel entró en la tierra prometida, esta estructura provisoria fué reemplazada con el tiempo por el magnifico templo de Salomón. En esta forma más permanente, el santuario subsistió, excepto mientras estuvo en ruinas en tiempo de Daniel, hasta su destrucción final por los romanos en el año 70 de nuestra era.

Este es el único santuario relacionado con la tierra acerca del cual la Biblia nos haya dado instrucción alguna o la historia haya registrado detalles. Pero, ¿no hay otro en alguna otra parte? Este era el santuario del primer pacto, y acabó con ese pacto. ¿No hay algún santuario que pertenezca al segundo o nuevo pacto? Debe haberlo; de lo contrario faltaría analogía entre esos dos pactos. En tal caso, el primer pacto tendría un sistema de culto que, aunque minuciosamente descrito, resultaría ininteligible, y el segundo pacto tendría un sistema de culto indefinido y obscuro. El autor de la epístola a los Hebreos asevera virtualmente que el nuevo pacto, que está en vigor desde la muerte de Cristo, su testador, tiene un santuario; porque cuando pone en contraste los dos pactos, como lo hace en Hebreos 9:1, dice que el primer pacto "tenía también . . . reglamentos del culto, y santuario mundano." Esto es lo mismo que decir que el nuevo pacto tiene igualmente sus servicios y su santuario. Además, el versículo 8 de este capítulo habla del santuario mundano como del primer tabernáculo. Si éste era el primero, debe haber un segundo; y como el primer tabernáculo existió mientras estuvo en vigor el primer pacto, cuando ese pacto llegó a su fin, el segundo tabernáculo debe haber reemplazado al primero, y debe ser el santuario del nuevo pacto. Esta conclusión es ineludible.

El santuario celestial.--¿Dónde buscaremos pues el santuario del nuevo pacto? El empleo de la palabra "también" en Hebreos 9:1 indica que se ha hablado antes de este santuario. Volvamos al principio del capítulo anterior, y hallaremos un resumen de los

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argumentos precedentes en lo que sigue: "Así que, la suma acerca de lo dicho es: Tenemos tal pontífice que se asentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos; ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre." ¿Puede dudarse de que hallamos en este pasaje el santuario del nuevo pacto? Se alude aquí claramente al santuario del primer pacto. Aquél fué asentado por hombre, es decir, erigido por Moisés; pero éste fué asentado por el Señor, y no por hombre. Aquél era el lugar donde los sacerdotes terrenales ejercían su ministerio; éste es el lugar donde Cristo, el sumo sacerdote del nuevo pacto, ejerce su ministerio- Aquél estaba en la tierra; éste está en el cielo. Aquél se llamaba, por lo tanto, adecuadamente "santuario mundano;" éste es "el celestial."

Esta opinión queda aun mejor confirmada por el hecho de que el santuario edificado por Moisés no era una estructura original, sino que se construyó de acuerdo con un modelo. El gran original existía en alguna parte, y lo que Moisés construyó no fué sino un tipo o copia. Nótense las indicaciones que el Señor le dió al respecto: "Conforme a todo lo que yo te mostrare, el diseno del tabernáculo, y el diseño de todos sus vasos, así lo haréis." (Exodo 25:9.) "Y mira, y hazlos conforme a su modelo, que te ha sido mostrado en el monte." (Vers. 40.) (Para aclarar aun mejor este punto, véase Exodo 26:30; 27:8; Hechos 7:44.)

Ahora bien, ¿de qué era tipo o figura el santuario terrenal? Sencillamente del santuario del nuevo pacto, el "verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre." La relación que el primer pacto sostiene con el segundo es la que tiene el tipo con el antitipo. Sus sacrificios eran tipos del sacrificio mayor del nuevo pacto. Sus sacerdotes eran tipos de nuestro Señor en su sacerdocio más perfecto. Su ministerio se cumplía como ejemplo y sombra del ministerio de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo. El santuario donde servían era un tipo o figura del verdadero que está en los cielos, donde nuestro Señor Jesús ejerce su ministerio.

Todos estos hechos se presentan claramente en Hebreos. "Así que, si [Cristo estuviese sobre la tierra, ni aun sería sacerdote, habiendo aún los sacerdotes que ofrecen los presentes según la

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ley; los cuales sirven de bosquejo y sombra de las cosas celestiales, como fué respondido a Moisés cuando había de acabar el tabernáculo: Mira, dice, haz todas las cosas conforme al dechado que te ha sido mostrado en el monte." (Hebreos 8:4, 5.) Este testimonio demuestra que el ministerio de los sacerdotes terrenales era una sombra del sacerdocio de Cristo. Esto se evidencia en las indicaciones que Dios dió a Moisés para hacer el tabernáculo según el modelo que se le mostró en el monte. Esto identifica claramente el modelo mostrado a Moisés. Es el santuario, o verdadero tabernáculo, que está en el cielo, donde ministra nuestro Señor, según se menciona en Hebreos 8:2.

La Escritura dice además: "Dando en esto a entender el Espíritu Santo, que aun no estaba descubierto el camino para el santuario, entre tanto que el primer tabernáculo estuviese en pie. Lo cual era figura de aquel tiempo presente." (Hebreos 9:8, 9.) Mientras subsistió el primer tabernáculo, y estuvo en vigor el primer pacto, no hubo, por supuesto, ministerio en el tabernáculo más perfecto. Pero cuando vino Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, cuando hubo acabado el servicio del primer tabernáculo y cesado el primer pacto, entonces Cristo, elevado al trono de la majestad en los cielos, como ministro del verdadero santuario, entró por su propia sangre (Hebreos 9:12) "en el lugar santo," es decir el santuario celestial.

Por lo tanto, el primer tabernáculo era una figura para el tiempo entonces presente. Si se necesita un testimonio adicional, el autor de Hebreos habla en el versículo 23 del tabernáculo terrenal, con sus departamentos e instrumentos, como "figura" de las cosas que están en el cielo; y en el versículo 24, llama los lugares santos hechos por manos, es decir, el tabernáculo y el templo terrenales del antiguo Israel, "figura del verdadero," es decir del tabernáculo celestial.

Esta opinión queda aun mejor confirmada por el testimonio de Juan. Entre las cosas que le fué permitido contemplar en el cielo, había siete lámparas que ardían delante del trono (Apocalipsis 4:5), un altar para el incienso, un incensario de oro (Apocalipsis 8:3) y el arca del testamento de Dios (Apocalipsis 11:19).

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Todo esto lo vió en relación con un "templo" que había en el cielo. (Apocalipsis 11:19; 15:18.) Todo lector de la Biblia reconocerá inmediatamente estos objetos como enseres del santuario. Debían su existencia al santuario, se limitaban a él, y habían de ser empleados en el ministerio relacionado con él. Así como no habrían existido sin el santuario, podemos saber que dondequiera que los encontremos, allí está el santuario. El hecho de que Juan vió estas cosas en el cielo después de la ascensión de Cristo, nos proporciona una prueba de que hay un santuario en el cielo; y a él fué permitido contemplarlo.

Por mucho que le cueste a uno reconocer que hay un santuario en el cielo, las pruebas presentadas al respecto no permiten ponerlo en duda. La Biblia dice que el tabernáculo de Moisés era santuario del primer pacto. Moisés dice que Dios le mostró un modelo en el monte, de acuerdo con el cual debía hacer este tabernáculo. El libro de Hebreos atestigua nuevamente que Moisés lo hizo de acuerdo con el modelo, y que el modelo era el verdadero tabernáculo que había en los cielos, que el Señor asentó, y no hombre; y que el tabernáculo erigido por manos humanas era una verdadera figura o representación de aquel santuario celestial. Finalmente, para corroborar la declaración de las Escrituras de que este santuario está en el cielo, Juan habla como testigo ocular, y dice que lo vió allí. ¿Qué otro testimonio podría necesitarse?

Por lo que se refiere a lo que constituye el santuario, tenemos ahora delante de nosotros un conjunto armonioso. El santuario de la Biblia, notémoslo bien, abarca en primer lugar el tabernáculo típico establecido por los hebreos después de su salida de Egipto, que era el santuario del primer pacto. En segundo lugar, consiste en el verdadero tabernáculo que hay en los cielos, del cual el primero era un tipo o figura, y es el santuario del nuevo pacto. Están inseparablemente relacionados como tipo y antitipo. Del antitipo regresamos al tipo, y del tipo somos llevados hacia adelante en forma natural e inevitable, al antitipo. Asi vemos cómo un servicio del santuario fué provisto desde el Exodo hasta el fin del tiempo de gracia.

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Hemos dicho que Daniel iba a entender inmediatamente por la palabra "santuario" el templo de su pueblo en Jerusalén; y así lo habría comprendido cualquier otro mientras existía ese templo. Pero ¿se refiere a ese santuario la declaración de Daniel 8:14? Eso depende del momento al cual se aplica. Todas las declaraciones relativas al santuario que tenían su aplicación en tiempos del antiguo Israel, se refieren por supuesto al santuario de aquel tiempo. Todas aquellas declaraciones que tienen su aplicación durante la era cristiana, deben referirse al santuario de dicha era. Si los 2.300 días, a cuya terminación el santuario debe ser purificado, terminaron antes de la venida de Cristo, el santuario que ha de ser purificado fué el santuario de aquel tiempo. Si penetran en la era cristiana, el santuario aludido es el santuario de esa era, el santuario del nuevo pacto que está en el cielo. Estos son detalles que pueden determinarse únicamente si se estudian más a fondo los 2.300 días. Dicho estudio se encontrará en las observaciones sobre Daniel 9:24, en las cuales se reanuda este estudio y se explica lo referente al tiempo.

La purificación del santuario.--Lo que hasta aquí hemos dicho acerca del santuario ha sido tan sólo incidental a la cuestión principal tratada en la profecía. Esta cuestión se refiere a su purificación. "Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana; y el santuario será purificado." Pero era necesario primero determinar qué constituía el santuario, antes de poder examinar comprensivamente lo referente a su purificación, cosa que estamos en situación de hacer ahora.

Sabiendo qué constituye el santuario, se decide pronto la cuestión de su purificación y de cómo se realiza. El lector habrá notado que el santuario de la Biblia debe tener relacionado con él algún servicio que se llama su purificación. Hay un servicio tal relacionado con la institución que hemos señalado como el santuario, y tanto con referencia al edificio terrenal como al templo celestial, este servicio es llamado la purificación del santuario.

¿Se opone el lector a la idea de que haya en el cielo algo que necesita ser purificado? El libro de los Hebreos afirma la purificación tanto del santuario celestial como del terrenal: "Y casi todo

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es purificado según la ley con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión. Fué, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas [griego: katharizesthai,limpiadas] con estas cosas; empero las mismas cosas celestiales[han de ser purificadas] con mejores sacrificios que éstos." (Hebreos 9; 22, 23.) Teniendo en cuenta los argumentos que preceden, esto se puede parafrasear así: "Fué por lo tanto necesario que el tabernáculo erigido por Moisés, con sus vasos sagrados, que eran figura del verdadero santuario de los cielos, fuese purificado con la sangre de becerros y machos cabríos; pero las cosas celestiales mismas, el santuario de la era cristiana, el verdadero tabernáculo, que el Señor asentó y no hombre, debe ser purificado con sacrificios mejores, a saber la sangre de Cristo." Preguntamos ahora: ¿Cuál es la naturaleza de esta purificación, y cómo se realiza? De acuerdo con el lenguaje que se acaba de citar, se realiza por medio de sangre. La purificación no es, por lo tanto, una limpieza de la impureza física, porque la sangre no es el agente que se emplea para una obra tal. Esta consideración habría de satisfacer al que objetara con respecto a la purificación de las cosas celestiales. El hecho de que las cosas celestiales han de ser purificadas, no prueba que haya alguna impureza física en el cielo, porque ésta no es la clase de purificación a la cual se refieren las Escrituras. La razón por la cual esta purificación se realiza con sangre, estriba en que sin derramamiento de sangre no hay remisión ni perdón de pecados.

Es purificación de pecados.--La obra que debe hacerse consiste pues en la remisión de los pecados y la eliminación de ellos. La purificación no es, por lo tanto, una purificación física, sino la purificación de los pecados. Pero ¿cómo llegó a relacionarse el pecado con el santuario, sea el terrenal o el celestial, para que sea necesario purificarlo? La pregunta halla su respuesta en el servicio relacionado con el tipo o figura, al cual nos dirigiremos ahora.

Los capítulos finales del Exodo nos relatan la construcción del santuario terrenal y el ordenamiento de los servicios relacionados con él. El libro de Levítico se inicia con una explicación del

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ministerio que debía verificarse allí. Todo lo que queremos notar aquí es un detalle particular del servicio. La persona que había cometido pecado traía su ofrenda, un animal vivo, a la puerta del tabernáculo. Sobre la cabeza de esta víctima colocaba su mano un momento y, según podemos deducirlo razonablemente, confesaba su pecado sobre ella. Por este acto expresivo indicaba que había pecado, y que merecía la muerte, pero que en su lugar consagraba su víctima, y le transfería su culpabilidad. Con su propia mano (¡y con qué emociones lo habrá hecho!) quitaba luego la vida al animal. La ley exigía la vida del transgresor por su desobediencia. La vida está en la sangre. (Levítico 17:11, 14.) De ahí que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecado. Pero con derramamiento de sangre la remisión es posible, porque se satisface la ley que exige una vida. La sangre de la víctima, que representaba la vida perdida, era el vehículo de su culpabilidad, y la llevaba el sacerdote para presentarla ante el Señor.

Por su confesión, por la muerte de la víctima, y por el ministerio del sacerdote, el pecado quedaba transferido de la persona pecadora al santuario. El pueblo ofrecía así víctima tras víctima. Día tras día se realizaba esta obra, y el santuario recibía los pecados de la congregación. Pero ésta no era la disposición final de estos pecados. La culpabilidad acumulada quedaba eliminada por un servicio especial destinado a purificar el santuario. Este servicio, en el tipo, ocupaba un día del año, el décimo del mes séptimo, que se llamaba el día de las expiaciones. En ese día, durante el cual todo Israel dejaba su trabajo y afligía sus almas, el sacerdote traía dos machos cabríos, y los ofrecía delante de Jehová a la puerta del tabernáculo. Echaba suertes sobre estos machos cabrios, una suerte para Jehová, y la otra suerte para designar el macho cabrío que había de ser para Azazel, o ser el macho cabrío emisario. Se mataba luego el macho cabrío sobre el cual caía la suerte de Jehová, y el sumo sacerdote llevaba su sangre al lugar santísimo del santuario, y la asperjaba sobre el propiciatorio. Este era el único día en el cual se le permitía al sumo sacerdote que entrara en ese departamento. Al salir debía poner "ambas manos suyas sobre la cabeza del macho cabrío vivo,

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y contesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus rebeliones, y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío." (Levítico 16:21.) Debía luego enviar el macho cabrío acompañado por un hombre idóneo a una tierra deshabitada, una tierra de separación u olvido, pues el macho cabrío no debía nunca volver a aparecer en el campamento de Israel, ni debían ser ya recordados los pecados del pueblo.

Este servicio tenía como fin purificar el pueblo de sus pecados, y también purificar el santuario, sus muebles y sus vasos sagrados de los pecados del pueblo. (Levítico 16:16, 30, 33.) Mediante este proceso, se eliminaba completamente el pecado. Por supuesto, esto sucedía solamente en figura, porque toda esta obra era simbólica.

El lector para quien estas explicaciones resulten nuevas se sentirá tal vez dispuesto a preguntar con cierto asombro: ¿Qué podía representar esta obra extraña, y qué está destinada a prefigurar en nuestra época? Contestamos: Una obra similar del ministerio de Cristo, según nos enseñan claramente las Escrituras. Después de declararse en Hebreos 8:2 que Cristo es ministro del verdadero tabernáculo, el santuario celestial, se explica en el versículo 5 que los sacerdotes terrenales servían "como en un bosquejo y sombra de las cosas celestiales." En otras palabras, la obra de los sacerdotes terrenales era una sombra o figura del ministerio de Cristo en los cielos.

El ministerio en figura y de hecho.--Estos sacerdotes típicos servían en ambos departamentos del tabernáculo terrenal, y Cristo ministra en ambos departamentos del templo celestial. Ese templo del cielo tiene dos departamentos, o de lo contrario no fué correctamente representado por el santuario terrenal. Nuestro Señor oficia en ambos departamentos, o el servicio del sacerdote terrenal no era una sombra correcta de su obra. Se indica claramente en Hebreos 9:21-24 que tanto el tabernáculo como todos los vasos usados en el ministerio eran "figuras de las cosas celestiales." Por lo tanto, el servicio desempeñado por Cristo en el templo celestial corresponde al que desempeñaban los sacerdotes en ambos departamentos del edificio terrenal. Pero

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la obra que se realizaba en el segundo departamento, o lugar santísimo, era una obra especial destinada a clausurar el ciclo anual de servicios y purificar el santuario. De ahí que el ministerio de Cristo en el segundo departamento del santuario celestial debe ser una obra de igual naturaleza, y constituye el final de su obra como nuestro gran Sumo Sacerdote, y la purificación de aquel santuario.

En vista de que mediante los antiguos sacrificios típicos los pecados del pueblo eran transferidos en figura por los sacerdotes al santuario terrenal, donde servían aquellos sacerdotes; desde que Cristo ascendió al cielo para ser nuestro intercesor en la presencia de su Padre, los pecados de todos los que buscan sinceramente el perdón por su intermedio son transferidos de hecho al santuario celestial, dónde él ministra. No necesitamos detenernos a preguntar si Cristo ministra por nosotros en los lugares santos celestiales literalmente con su sangre, o solamente en virtud de sus méritos. Basta decir que su sangre ha sido derramada, y que por esa sangre se obtiene de hecho la remisión de los pecados, que se obtenía solamente en figura por la sangre de los becerros y machos cabríos en el ministerio anterior. Pero estos sacrificios típicos tenían virtud real en este respecto, que significaban la fe en un sacrificio verdadero todavía por venir. Así los que se valían de ellos tenían igual interés en la obra de Cristo que aquellos que en nuestra era se allegan a él por la fe mediante los ritos del Evangelio.

La continua transferencia de los pecados al santuario celestial hace necesaria su purificación así como era necesaria una obra similar en el caso del santuario terrenal. Debe notarse aquí una distinción importante entre los dos ministerios. En el tabernáculo terrenal, se realizaba una serie completa de servicios cada ano. Cada día del año, excepto uno, el ministerio se realizaba en el primer departamento. Un día de servicio en el lugar santísimo completaba el ciclo anual. La obra se reanudaba entonces en el lugar santo, y continuaba hasta que otro día de expiaciones completase la obra del año. Y así sucesivamente, año tras año. Una sucesión de sacerdotes ejecutaba esta serie de servicios en el

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santuario terrenal. Pero nuestro divino Señor vive "siempre para interceder" por nosotros. (Hebreos 7:25.) De ahí que la obra del santuario celestial, en vez de ser una obra anual, se realiza una vez por todas. En vez de repetirse año tras año, forma un solo ciclo grandioso, en el cual se lleva adelante y se termina para siempre.

La serie anual de servicios del santuario terrenal representaba toda la obra del santuario celestial. En el tipo, la purificación del santuario era la breve obra final del servicio anual. En el antitipo, la purificación del santuario debe ser la obra final de Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, en el tabernáculo celestial. En la figura, para purificar el santuario, el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo para ministrar en presencia de Dios delante del arca de su testamento. En el antitipo, al llegar el momento de la purificación del verdadero santuario, nuestro Sumo Sacerdote entra igualmente en el lugar santísimo una vez por todas para emprender la fase final de su obra de intercesión en favor de la humanidad.

Lector, ¿comprendes ahora la importancia de este tema? ¿Empiezas a percibir que el santuario de Dios es un objeto de interés para todo el mundo? ¿Ves que todo el plan de la salvación se concentra en él, y que cuando esta obra termine, habrá terminado el tiempo de gracia, y estarán decididos para la eternidad los casos de los que se han de salvar o perder ? ¿ Ves que la purificación del santuario es una obra breve y especial que clausura para siempre el gran plan de salvación? ¿Comprendes que, si se puede averiguar cuándo empieza la obra de purificación, sabremos cuándo habrá llegado la última y grandiosa fase de la obra de salvación, cuándo tendrá que ser proclamado al mundo este anuncio, el más solemne de la palabra profética: "Temed a Dios, y dadle honra;

porque la hora de su juicio es venida"? (Apocalipsis 14:7.) Esto es exactamente lo que la profecía está destinada a demostrar; es decir, dar a conocer el comienzo de esta obra portentosa. "Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana; y el santuario será purificado." El santuario celestial es el lugar donde se ha de pronunciar la decisión sobre todos los casos. El progreso de la

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obra que se realiza allí debe preocupar en forma especial a la humanidad. Si sus miembros comprendiesen la importancia de estos temas y la influencia que ejercen sobre sus intereses eternos, los estudiarían con el mayor cuidado y oración.

VERS. 15, 16: Y acaeció que estando yo Daniel considerando la visión, y buscando su inteligencia, he aquí, como una semejanza de hombre se puso delante de mi. Y oí una voz de hombre entre las riberas de Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña la visión a éste.

Entramos ahora en la interpretación de la visión. Ya hemos mencionado el anhelo que tenía Daniel de comprender estas cosas. Buscaba su significado. Inmediatamente se puso delante del profeta un ser que tenía apariencia de hombre. Daniel oyó la voz de un hombre, es decir la voz de un ángel como si fuese un hombre que hablaba. Le fué dada la orden de hacer que Daniel comprendiese la visión. Esta orden fué dirigida a Gabriel, cuyo nombre significa, "la fuerza de Dios," o "varón de Dios." Veremos que continúa dando instrucciones a Daniel en el capítulo 9. Siglos más tarde, este mismo ángel fué enviado a anunciar el nacimiento de Juan el Bautista a su padre Zacarías y el del Mesías a la virgen María. (Lucas 1:26.) Se presentó a Zacarías con estas palabras: "Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios." (Lucas 1:19.) De esto se deduce que Gabriel recibió aquí la orden de un ser superior a él, que tenía poder para darle órdenes y controlar su obra. Se trataba probablemente del Arcángel, Miguel o Cristo.

VERS. 17-19: Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y caí sobre mi rostro. Empero él me dijo: Entiende, hijo del hombre, porque al tiempo se cumplirá la visión. Y estando él hablando conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro: y él me tocó, e hízome estar en pie. Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que ha de venir en el fin de la ira: porque al tiempo se cumplirá.

Si Daniel cayó delante del ángel no fué con el propósito de adorarle, porque nos es prohibido adorar a los ángeles. (Véase Apocalipsis 19:10; 22:8, 9.) Daniel parece haber quedado completamente abrumado por la majestad del mensajero celestial. Se postré con el rostro en el suelo. El ángel puso la mano sobre él

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para alentarlo (¡cuántas veces les han dicho los seres celestiales a los mortales que no teman!), y lo hizo incorporarse de su posición postrada.

Después de hacer una declaración general de que el fin llegará al tiempo señalado, y que le hará conocer "lo que ha de venir en el fin de la ira," el ángel inicia la interpretación de la visión. Debe entenderse que "la ira" abarca cierto período. Pero ¿cuál? Dios dijo a su pueblo de Israel que derramaría sobre él su ira por su maldad; y dió acerca del "profano e impío príncipe de Israel" estas indicaciones: "Depón la tiara, quita la corona. . . . Del revés, del revés, del revés la tornaré; y no será ésta más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y se la entregaré." (Ezequiel 21:25-27,31.)

Este es el período de la ira de Dios contra el pueblo de su pacto, el período durante el cual el santuario y el ejército han de ser hollados. La diadema fué depuesta, y la corona quitada, cuando Israel quedó sujeto al reino de Babilonia. Fué puesta del revés por los medos y persas, y nuevamente por los griegos, y otra vez por los romanos, lo cual corresponde a las tres veces que el profeta repite la palabra. Los judíos, habiendo rechazado a Cristo, fueron pronto dispersados por toda la faz de la tierra. El Israel espiritual ha tomado el lugar de la posteridad literal; pero sigue sujeto a las potencias terrenales, y así seguirá hasta que se restablezca el trono de David, hasta que venga el que es su heredero legítimo, el Mesías, el Príncipe de paz. Entonces habrá cesado la ira. Los acontecimientos que han de ocurrir al fin de este período van a ser comunicados ahora a Daniel por el ángel.

VERS. 20-22: Aquel carnero que viste, que tenía cuernos, son los reyes de Media y de Persia. Y el macho cabrío es el rey de Javán: y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero. Y que fué quebrado y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos sucederán de la nación, mas no en la fortaleza de él.

La visión interpretada.--Así como los discípulos dijeron al Señor, podemos decir aquí del ángel que habló a Daniel: "He aquí, ahora hablas claramente, y ningún proverbio dices." Esta explicación de la visión se da en lenguaje claro, para que sea

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entendida. (Véanse los comentarios sobre los versículos 3-8.) La característica que distinguía al imperio persa: la unión de las dos nacionalidades que lo componían, es representada por los dos cuernos del carnero. Grecia alcanzó su mayor gloria cuando representó una unidad bajo la dirección de Alejandro Magno, tal vez el general más famoso que el mundo haya conocido. Esta parte de su historia está representada por la primera fase del macho cabrío, y durante ella el cuerno único y notable simboli-zaba a Alejandro Magno. Al morir éste, el reino cayó en fragmentos, pero pronto se consolidó en cuatro grandes divisiones. A éstas las representaba la segunda fase del macho cabrío, cuando cuatro cuernos subieron en lugar del primero, que había sido quebrado. Esas divisiones no tuvieron el poder del cuerno primero. Ninguna de ellas poseyó la fuerza del reino original. Con unos pocos trazos de la pluma, el escriba inspirado nos da un claro bosquejo de estos grandes acontecimientos para cuya descripción el historiador ha escrito tomos enteros.

VERS. 23-25: Y al cabo del imperio de éstos, cuando se cumplirán los prevaricadores, levantaráse un rey altivo de rostro, y entendido en dudas. Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza suya; y destruirá maravillosamente, y prosperará; y hará arbitrariamente, y destruirá fuertes y al pueblo de los santos. Y con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y con paz destruirá a muchos: y contra el príncipe de los príncipes se levantará; mas sin mano será quebrantado.

Esta potencia sucede a las cuatro divisiones del reino representado por el macho cabrío durante el último período de su reino, es decir hacia la terminación de su carrera. Es, por supuesto, la misma potencia que el cuerno pequeño del versículo 9 en adelante. Si se aplica a Roma, según lo manifestamos en las observaciones referentes al versículo 9, todo resulta armonioso y claro.

"Un rey altivo de rostro."-Al predecir el castigo que esta misma potencia infligiría a los judíos, Moisés la llama "gente fiera de rostro." (Deut. 28:49, 50.) Ningún pueblo tuvo en su atavío bélico apariencia más formidable que los romanos.

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La expresión "entendido en dudas," o "tretas enredadas" (V.M.) se rinde en otras versiones por "entendido en frases obscuras." Esto recordaría lo que dice Moisés en el pasaje que se acaba de mencionar: "Gente cuya lengua no entiendas." Eso no podía decirse de los babilonios, los persas ni los griegos con referencia a los judíos; porque el caldeo y el griego se usaban en forma bastante común en Palestina. Pero esto no sucedía con el latín.

¿Cuándo "se cumplirán los prevaricadores"? Siempre se tiene en cuenta la relación que iba a haber entre el pueblo de Dios y sus opresores. Ese pueblo había sido llevado en cautiverio a causa de sus transgresiones. Al persistir en el pecado atraía sobre sí un castigo cada vez más severo. En ningún momento fueron los judíos como nación más corrompidos moralmente que cuando cayeron bajo la jurisdicción de los romanos.

La Roma papal "se fortalecerá, mas no con fuerza suya."-El éxito de los romanos se debía mayormente a la ayuda de sus aliados, y a las divisiones que había entre sus enemigos, y que ellos supieron siempre aprovechar. La Roma papal también fué poderosa mediante los poderes seculares sobre los cuales ejercía el dominio espiritual.

"Destruirá maravillosamente." El Señor dijo a los judíos por el profeta Ezequiel que los entregaría a hombres que serían "artífices de destrucción" (Ezequiel 21:31); y la matanza de 1.100.000 judíos por el ejército romano cuando destruyó a Jerusalén resultó ser una terrible confirmación de las palabras del profeta. Roma en su segunda fase, la papal, ocasionó la muerte de millones de mártires.

"Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano." Roma se distinguió por encima de todas las demás potencias por su política astuta, con la cual llegó a dominar las naciones. Esta característica se vió en la Roma pagana y en la papal. Así logró destruir a muchos en paz.

Finalmente, en la persona de uno de sus gobernadores, Roma atentó contra el Príncipe de los príncipes, al dictar sentencia de muerte contra Jesucristo. "Mas sin manos será quebrantado." Este es un pasaje paralelo al de la profecía de Daniel 2:34, donde

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la piedra "cortada, no con mano" destruye todas las potencias terrenales.

VERS. 26, 27: Y la visión de la tarde y la mañana que está dicha, es verdadera: y tú guarda la visión, porque es para muchos días. Y yo Daniel fuí quebrantado, y estuve enfermo algunos días: y cuando convalecí, hice el negocio del rey; mas estaba espantado acerca de la visión, y no había quien la entendiese.

"La visión de la tarde y la mañana" se refiere al período de 2.300 días. En vista del largo período de opresión y de las calamidades que habían de caer sobre su pueblo, Daniel se desmayó y estuvo enfermo algunos días. La visión le asombraba, pero no la comprendía. ¿Por qué no cumplió Gabriel en esa ocasión todas sus instrucciones, y no hizo comprender la visión a Daniel? Indudablemente porque Daniel había recibido todo lo que podía resistir y las instrucciones adicionales fueron por lo tanto diferidas para un momento ulterior.

[1] Adán Clarke, "Commentary on the Old Testament," tomo 4, pág. 598, nota sobre Daniel 8:1.

[2] Tomás Newton, "Dissertations on the Prophecies," tomo I, págs. 303, 304.

[3] Id., pág. 306.

[4] Humphrey Prideaux, "The Old and New Testament Connected in the History of the Jews," tomo 1, pág. 378.

[5] Gualterio Fogg, "One Thousand Sayings of History," pág. 210.

[6] Véase Humphrey Prideaux, "The Old and New Testament Connected in the History of the Jews," tomo 2, págs. 106, 107.

[7] Véase 1 Macabeos 8; Flavio Josefo "Antigüedades Judaicas," libro 12, cap. 10, sec. 6; Humphrey Prideaux, "The Old and New Testament Connected in the History of the Jews," tomo 2, pág. 166.

[8] S. P. TregeIIes, "Remarks on the Prophetic Visions in the Book of Daniel," nota al pie de la pág. 89.

[9] "Dialogues on Prophecy," tomo 1, págs. 336, 327.

Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis: Indice de los Capitulos
Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis (Tomo I), Capitulo 7: La Lucha por el Dominio Mundial
Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis (Tomo I), Capitulo 9: Una Vara Profético Cruza los Siglos
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Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis (Tomo I y Tomo II) by Urías Smith (Copyright 1949; Edición Revisada 1977, 1979) was originally published by the Pacific Press Publishing Association, 1350 N. Kings Road, Nampa, Idaho 83687 USA, a wholly owned and operated Seventh-day Adventist publishing house. The electronic text for Las Profecías de Daniel y Del Apocalipsis by Urías Smith was not supplied by the Pacific Press Publishing Association. However, their permission was requested and secured to freely distribute it.

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