VERS. 1, 2: Y oí una gran voz del templo, que decía a los siete ángeles: Id, y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra. Y fué el primero, y derramó su copa sobre la tierra; y vino una plaga mala y dañosa [úlcera maligna y gravosa, V.M.] sobre los hombres que tenían la señal de la bestia, y sobre los que adoraban su imagen.
ESTE capítulo describe las siete copas de la ira de Dios sin mezcla de misericordia, y los efectos que se producen cuando ellas son derramadas en la tierra. Lo primero que preguntamos es: ¿Cuál es la interpretación verdadera de estas cosas? ¿Son simbólicas? ¿Se habrán cumplido mayormente en lo pasado? ¿O son literales, y pertenecen al futuro?
El tiempo de las plagas.--La descripción de la primera plaga revela claramente y en seguida el tiempo en que caerá sobre la tierra, porque es derramada sobre los que tienen la marca de la bestia y adoran su imagen, precisamente las cosas contra las cuales nos amonesta el tercer ángel. Esta es una prueba concluyente de que estos juicios no caerán hasta después que este tercer ángel haya terminado su obra, y de que la clase de personas que oye su amonestación y la rechaza, será la que reciba las primeras gotas de la indignación de Dios cuando rebosan los cálices. Si estas plagas están en lo pasado, también hay que situar allí la imagen de la bestia y su adoración. Si éstas son cosas pasadas, la bestia de dos cuernos, que hace esta imagen, y toda su obra pertenecen también al pasado. Si tal es el caso, entonces el mensaje del tercer ángel, que nos amonesta con referencia a esta obra, es también pasado; y si se dió hace siglos, entonces el mensaje del primer ángel y el del segundo pertenecen también al pasado. Entonces los períodos proféticos, sobre los cuales se basan los mensajes, especialmente los 2.300 días, terminaron hace siglos. Si tal es el caso, las 70 semanas de Daniel 9 pertenecen completa-
mente a la época judía, y queda destruída la gran prueba de que Cristo fué el Mesías. Pero en las observaciones sobre Apocalipsis 7, 13 y 14, se ha demostrado que el primer mensaje y el segundo se dieron en nuestra propia época; que el tercero se está cumpliendo ahora; que la bestia de dos cuernos subió al escenario y se está preparando para realizar la obra que le ha sido asignada;
y que la formación de la imagen y la imposición de su culto están precisamente por suceder. A menos que todas estas opiniones puedan refutarse, las siete postreras plagas deben asignarse también por completo al futuro.
Pero tenemos todavía otros motivos para situarlas en lo futuro y no en lo pasado.
Bajo la quinta plaga, los hombres blasfeman a Dios por causa de sus dolores y plagas, a saber, por supuesto, las llagas o úlceras causadas por el derramamiento de la primera plaga. Esto demuestra que estas plagas caen todas sobre una misma generación de hombres, algunos de los cuales son indudablemente arrebatados por cada una, pero otros sobreviven a través de todas las terribles escenas.
Estas plagas son el vino de la ira de Dios sin mezcla de misericordia, con el cual el tercer ángel amenazó al mundo. (Apocalipsis 14:10; 15:1.) Las expresiones usadas allí no pueden aplicarse a otro juicio alguno que caiga sobre la tierra mientras Cristo intercede con su Padre en favor de nuestra familia humana caída. Por lo tanto, debemos situar esas plagas en lo futuro, a saber, para cuando haya terminado el tiempo de gracia.
Otro testimonio más definido con respecto al comienzo y la duración de estas plagas se halla en estas palabras: "Y fué el templo lleno de humo por la majestad de Dios, y por su potencia;
y ninguno podía entrar en el templo, hasta que fuesen consumadas las siete plagas de los siete ángeles." (Apocalipsis 15:8.) El templo presentado aquí es evidentemente el que se menciona en Apocalipsis 11:19: "Y el templo de Dios fué abierto en el cielo, y el arca de su testamento fué vista en su templo." En otras palabras, tenemos delante de nosotros el santuario celestial. Cuando
los siete ángeles que tienen las siete copas de oro reciben sus órdenes, el templo se llena de humo por la gloria de Dios, y nadie puede entrar en el templo, o santuario, hasta que los ángeles hayan cumplido su obra. No habrá por lo tanto ministerio sacerdotal en el santuario durante ese tiempo. Por consiguiente, estas copas no se derraman antes que se haya clausurado el ministerio de Cristo en el tabernáculo celestial, sino inmediatamente después. Cristo ya no es mediador. La misericordia, que durante tanto tiempo detuvo la mano de la venganza, ya no intercede más. Los siervos de Dios han sido todos sellados. ¿Qué podría esperarse sino castigo y destrucción para la tierra?
Puesto que estos juicios han de caer en un futuro muy cercano, cuando se manifieste el día de la ira, procedamos a averiguar su naturaleza raleza, y cuál será el resultado cuando desde el templo se dé a los siete ángeles la solemne y terrible orden; "Id, y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra." Aquí se nos invita a echar una mirada a la "armería" de Jehová, y a contemplar las "armas de su indignación." (Jeremías 50:25, V.M.) Aquí se descubren los depósitos de granizo que se reservan para el tiempo de angustia, para el día de batalla y guerra. (Job 38:22, 23.)
La primera plaga.--"Y fué el primero, y derramó su copa sobre la tierra; y vino una plaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la señal de la bestia, y sobre los que adoraban su imagen." (Véase también Zacarías 14:12.)
No hay motivo aparente para no considerar esto como estrictamente literal. Estas plagas son casi idénticas a aquellas que Dios infligió a los egipcios cuando estaba por libertar a su pueblo del yugo de servidumbre, de cuya realidad nadie puede dudar. Dios está por recompensar a su pueblo con la liberación final y la redención, y sus juicios se manifestarán de una manera no menos literal y terrible. No se nos dice cuál es la naturaleza de las llagas o úlceras. Tal vez sean similares a la plaga de tumores que cayó sobre Egipto. (Exodo 9:8-11.)
VERS. 3: Y el segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y se
convirtió en sangre como de un muerto; y toda alma viviente fué muerta en el mar.
La segunda plaga.--Es difícil concebir una substancia más infecciosa y mortífera que la sangre de un muerto; y es ciertamente espantoso el cuadro evocado por el pensamiento de que los grandes depósitos de agua de la tierra, que son indudablemente designados por el término mar, se hayan de transformar de tal manera bajo esta plaga. Fijémenos aquí en el hecho notable de que la expresión "alma viviente" se aplica a seres irracionales, como los peces y otros animales del mar. Es posiblemente el único caso en que se aplica de esta manera en nuestra versión, pero en los idiomas originales se presenta con frecuencia, y ello demuestra que el hecho de que el término se aplique al hombre en el comienzo (Génesis 2:7) no nos proporciona prueba alguna de que esté dotado de una esencia inmaterial e inmortal llamada alma.
VERS. 4-7: Y el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tu, oh Señor, que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas: porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen. Y oí a otro del altar, que decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.
La tercera plaga.--Tal es la descripción que se hace de la terrible retribución exigida por la "sangre de los santos" que derramaron manos violentas, y cae sobre los que han cometido o desean cometer tales acciones. Aunque nos resulten incomprensibles los horrores de aquella hora en que las fuentes de las aguas y los ríos serán como sangre, la justicia de Dios quedará vindicada, y aprobados sus juicios. Hasta los ángeles exclaman: "Justo eres tú, oh Señor, . . . porque has juzgado estas cosas: porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas. . . . Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos."
Puede ser que alguien pregunte cómo puede decirse que la
última generación de los impíos ha derramado la sangre de los santos y los profetas, puesto que no se ha de dar muerte a la última generación de santos. Hallaremos la explicación si leemos Mateo 23:34, 35; 1 Juan 3:15. Estos pasajes demuestran que la culpabilidad proviene tanto de los motivos como de las acciones. Ninguna generación formuló jamás un propósito más resuelto de entregar a los santos a la matanza sin discriminación, que el que se trazará en un futuro no lejano la generación actual. (Véanse los comentarios sobre Apocalipsis 12:17; 13:15.) Por sus motivos y designios, derraman la sangre de los santos y de los profetas, y son tan culpables como si pudieran ejecutar sus perversas intenciones.
Parecería que ningún miembro de la familia humana hubiera de sobrevivir mucho tiempo si durase una plaga tan terrible corno ésta. Por lo tanto, debe ser de corta duración, como lo fué la plaga similar que cayó sobre Egipto. (Exodo 7:17-21, 25.)
VERS. 8, 9: Y el cuarto ángel derramó su copa sobre el sol; y le fué dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el grande calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene potestad sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
La cuarta plaga.--Debe notarse que toda plaga sucesiva tiende a aumentar la calamidad de las anteriores y a recalcar la angustia de los culpables. Se nos presenta aquí una plaga dolorosa y molesta que hace sufrir a los hombres, inflama su sangre, y ejerce su influencia febrífica en sus venas. Además, no obtienen sino sangre para placar la sed que los devora. Y para colmo, se da al sol un poder insólito, y derrama sobre ellos un torrente de fuego, de modo que se sienten abrasados por el gran calor. Pero, según el relato, sus sufrimientos no logran sino arrancarles terribles blasfemias.
VERS. 10, 11: Y el quinto ángel derramó su copa sobre la silla de la bestia; y su reino se hizo tenebroso, y se mordían sus lenguas de dolor; y blasfemaron del Dios del cielo por sus dolores, y por sus plagas, y no se arrepintieron de sus obras.
La quinta plaga.--Ese testimonio establece un hecho impor-
tante. Las plagas no destruyen inmediatamente todas sus víctimas, porque algunos de los que al principio fueron aquejados por las llagas, viven todavía cuando se vacía la quinta copa, y se roen la lengua de dolor. En Exodo 10:21-23 se hallará una ilustración de esta copa. Es derramada sobre la silla de la bestia, el papado. La silla de la bestia se halla dondequiera que esté la sede papal, que ha estado hasta ahora, y sin duda continuará, en la ciudad de Roma. "Su reino" abarca probablemente todos aquellos que son súbditos eclesiásticos del papa, doquiera estén.
Como los que sitúan las plagas en lo pasado consideran ya cumplidas completamente las primeras cinco, nos detenemos aquí un momento para preguntar en qué momento pasado se han cumplido estos castigos anunciados aquí. ¿Pueden haber sido infligidos juicios tan terribles sin que nadie lo sepa? Si no, ¿en qué punto de la historia se cumplieron? ¿Cuándo cayó la plaga mala y dañosa sobre una parte especificada y extensa de la humanidad? ¿Cuándo se transformó el mar en sangre de hombre muerto, y murió toda alma viviente que había en él? ¿Cuándo se transformaron las fuentes de las aguas y los ríos en sangre, y la gente hubo de beber sangre? ¿Cuándo quemó el sol a los hombres con fuego hasta el punto de arrancarles maldiciones y blasfemias? ¿Cuándo se royeron la lengua de dolor los súbditos de la bestia, al mismo tiempo que blasfemaban contra Dios a causa de sus llagas? En estas plagas, dice la inspiración, se completa la ira de Dios, pero si pueden caer sin que nadie lo sepa, ¿quién considerará de aquí en adelante su ira como cosa tan terrible, o procurará rehuir sus juicios cuando se vea amenazado por ellos?
VERS. 12-16: Y el sexto ángel derramó su copa sobre el gran rio Eufrates; y el agua de él se secó, para que fuese preparado el camino de los reyes del Oriente. Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas: porque son espíritus de demonios, que hacen señales, para ir a los reyes de la tierra y de todo el mundo, para congregarlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda
sus vestiduras, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza. Y los congregó en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
La sexta plaga.--¿Qué es el gran río Eufrates, sobre el cual se derrama esta copa ? Algunos opinan que es el río Eufrates literal, que corre en Asia. Otros, que es un símbolo de la nación que ocupa el territorio por el cual fluye dicho río. Esta última opinión es preferible por muchas razones.
Sería difícil comprender qué se habría de ganar con el secamiento del río literal, puesto que no ofrece obstáculos serios al progreso de un ejército en marcha. Es de notarse que el secamiento se produce para preparar el camino de los rayes del Oriente, es decir organizaciones militares regulares, y no una muchedumbre mixta y sin equipo, de hombres, mujeres y niños, como eran los hijos de Israel frente al mar Rojo o al río Jordán. 21 Eufrates tiene solamente unos 2.200 kilómetros de longitud, o sea la tercera parte de los que tiene el Misisipí. Sin dificultad alguna, Ciro desvió todo el río de su cauce cuando sitiaba a Babilonia. Durante las numerosos guerras que se han reñido a lo largo de sus riberas, muchos ejércitos poderosos han cruzado y vuelto a cruzar su cauce, sin que jamás fuese necesario secarlo para dejarlos pasar.
Sería tan necesario secar el río Tigris como el Eufrates, porque el primero es casi tan grande como el último. Sus fuentes se hallan a unos 25 kilómetros solamente una de otra en las montañas de Armenia, y el primero sigue un curso casi paralelo y a corta distancia del último en todo su recorrido. Sin embargo, la Biblia no dice nada del Tigris.
El secamiento literal de los ríos se produce bajo la cuarta plaga, cuando se da al sol poder de quemar a los hombres con fuego. Durante esta plaga se producen indudablemente las escenas de sequía y hambre tan gráficamente descritas por Joel, y como resultado de ellas, se declara expresamente que "los ríos de las aguas se secaron." (Véase Joel 1:14-20.) Difícilmente podría el Eufrates ser exceptuado de este castigo; y no le quedaría ya mucha agua para secarlo literalmente bajo la sexta copa.
Estas plagas, de acuerdo con la misma naturaleza del caso,
deben ser manifestaciones de ira y juicios contra los hombres;
pero si el secamiento del Eufrates literal es todo lo que se presenta aquí, esta plaga no es de esta índole, y no resulta ser muy grave.
Con todas estas objeciones contra la posibilidad de considerar aquí el Eufrates como río literal, debe entenderse figurativamente ese nombre como símbolo de la potencia que, al comenzar este secamiento posea el territorio regado por aquel río. Todos concuerdan en que esta potencia fué Turquía. De ahí que podemos buscar el cumplimiento de las especificaciones de esta profecía en algo que afecte definidamente a la nación turca.
El río es usado así como símbolo en otros lugares de las Escrituras. (Véase Isaías 8:7; Apocalipsis 9:14.) Con referencia a este último texto, todos deben conceder que el Eufrates simboliza la potencia turca; y como es la primera y única otra vez que esta palabra se presenta en el Apocalipsis, es muy propio considerar que conserva el mismo significado en todo el libro.
El secamiento del río sería, pues, la disminución del poderío turco, la reducción gradual de sus fronteras. Esto es lo que ha sucedido realmente.
En su apogeo, el imperio otomán se extendía por el este hasta el Tigris y el mar Caspio; por el sur hasta Adén, e incluía a Arabia, Palestina, Egipto, Argelia; por el norte abarcaba el reino de Hungría, los países balcánicos, Crimea. Turquía guerreó repetidas veces contra los ejércitos más poderosos de Europa, con Alemania, Rusia y otras naciones. Llevó sus conquistas hasta el interior del Asia, y recibió pedidos de ayuda de la India. Pero este poderoso azote de la cristiandad no superó sus límites. En los acontecimientos que produjeron la crisis de 1840, casi se desmoronó, y desde entonces ha estado declinando rápidamente. Consideremos algunas de sus pérdidas.
Turquía perdió el reino de Hungría en 1718; la Crimea en 1774; Grecia en 1832; Rumania, Montenegro y Bulgaria en 1878; Tripolitania en 1912; Egipto en 1914, Mesopotamia le fué quitada por Gran Bretaña en 1917. Perdió Palestina en 1917; Siria en 1918; el Hechaz más o menos al mismo tiempo. Al finalizar la primera guerra mundial, los Dardanelos y Constantinopla fueron
internacionalizados, y la capital turca se trasladó a Angora. Turquía recobró de los griegos la Anatolia occidental, inclusive Esmirna; recuperó la porción occidental de Armenia y las fuentes del Eufrates, como también su antigua capital, Constantinopla, en Europa, y una porción de Tracia; pero aun así le queda poco territorio a este imperio que fué una vez poderoso. Su dominio se ha ido reduciendo provincia tras provincia, hasta que le queda apenas una sombra de sus antiguas posesiones. Por cierto que la nación simbolizada por el Eufrates se está secando.
Pero se puede objetar que mientras contendemos por el carácter literal de las plagas, vemos un símbolo en una de ellas, y así la hacemos simbólica. Contestamos que no. Es verdad que, bajo la sexta plaga, se introduce una potencia en su forma simbólica, así como sucede bajo la quinta, donde se menciona la silla de la bestia, que es un símbolo bien conocido; o como leemos también en la primera plaga algo acerca de la marca de la bestia, su imagen y su adoración, que son también símbolos. Todo lo que recalcamos es que los castigos resultantes de cada copa tienen carácter literal. En el caso de la sexta plaga esto es así como con todas las demás, aunque las organizaciones que sufren estos juicios pueden ser presentadas en su forma simbólica.
La batalla de Armagedón.--Puede preguntarse: ¿Cómo quedará preparado el camino de los reyes del Oriente por el secamiento, o consunción, del poder otomano? La respuesta es obvia. ¿Para qué se ha de preparar el camino de estos reyes? ¿No es para que suban a la batalla del gran día del Dios Todopoderoso? ¿Dónde se ha de pelear esta batalla? La respuesta del profeta es que los que pelean esta batalla serán congregados "en el lugar que en hebreo se llama Armagedón." Este nombre proviene del antiguo valle de Meguido, donde en tiempos del Antiguo Testamento se riñeron tantas batallas decisivas, según lo atestigua la historia. Acerca del nombre de Armagedón, dice Lyman Abbott, en un diccionario de conocimientos religiosos;
"Este nombre se da a la gran llanura de la Palestina central que se extiende desde el Mediterráneo hasta al Jordán, y separa las sierras del Carmelo y de Samaria de las de Galilea. . . . Es
la antigua llanura de Meguido, el Armagedón de Apocalipsis 16:16."[1] Acerca de la importancia de este campo de batalla, Jorge Cormack dice:
"Meguido era la clave militar de Siria, Dominaba a un tiempo el camino hacia el norte, hacia Fenicia y Celesiria, y el camino que cruzaba Galilea hacia Damasco y el valle del Eufrates. . . . El valle de Kishon y la región de Meguido eran campos de batalla inevitables. A través de toda la historia conservaron ese carácter; allí se decidieron muchas de las grandes contiendas del sudoeste de Asia."[2]
Admitiendo que "Meguido era la clave militar de Siria" y que dominaba los caminos del Cercano Oriente, el lector tendrá, sin embargo, interés en saber por qué, además de la declaración profética directa de que la batalla final se peleará allí, esta región haya de ser escogida por las naciones de la tierra como escenario del último gran conflicto. Para responder a esta pregunta lógica sometemos las conclusiones de otros escritores cuyos anos de investigación acerca de las razones sociales, económicas y políticas que inducen a las naciones a pelear, los hacen acreedores a nuestra consideración.
"Con la caída de la soberanía otomana . . . se volverá a suscitar la eterna cuestión de la posición del Asia Menor. Esa tierra es el corredor entre Europa y Asia, a lo largo del cual han pasado la mayoría de los conquistadores europeos que invadieron el Asia, con la sola excepción de los rusos, y la mayoría de los conquistadores asiáticos que invadieron a Europa."[3]
Notemos ahora la opinión que, acerca de Constantinopla y sus alrededores, ha sostenido durante mucho tiempo H. Huntington Powers: "Constantinopla con su estrecho tributario es el sitio más estratégico del mundo. . . . Cuando Napoleón y el zar Alejandro se sentaron en Tilsit para dividirse el mundo entre sí, Alejandro dijo a Napoleón, según se afirma: 'Dénos o quítenos lo que quiera, pero dénos Constantinopla. Mi pueblo está prepa-
rado a hacer cualquier sacrificio por Constantinopla.' Napoleón estuvo inclinado largo rato sobre el mapa, y luego enderezándose con resolución repentina, contestó: '¡Constantinopla! ¡Nunca! Significa el dominio del mundo.'. . . Tanto los mercaderes como los estrategos consideran a Constantinopla como la más valiosa de las posesiones territoriales."[4]
Leemos, además, acerca de cómo el interés del mundo se ha transferido de Constantinopla a la Turquía Asiática:
"El problema de Constantinopla ha dejado perplejo y angustiado al mundo durante muchos siglos. Las naciones han renido numerosas guerras y han sacrificado innumerables vidas para poseer o controlar esa gloriosa ciudad y los admirables estrechos que separan a Europa de Asia y que conectan el Mar Negro con el Mediterráneo, el Oriente con el Occidente, el mundo eslavo con el latino-germánico. Hasta aquí se creyó generalmente que una tentativa de decidir la cuestión de Constantinopla llevaría inevitablemente a una guerra mundial entre los Estados que pretendieran hacerlo, pues su acuerdo era imposible. De ahí que los diplomáticos miraran con temor la cuestión de Constantinopla y la consideraran insoluble. . . . Sin embargo, aunque podemos regocijarnos de que el siempre amenazante problema de Constantinopla ha sido por fin eliminado, parece posible que otro problema, mucho mayor y peligroso, se suscite casi inmediatamente en su lugar. La cuestión de la Turquía Asiática está pasando al primer plano."[5]
Debido a que el territorio durante tanto tiempo ocupado por los turcos domina las grandes rutas comerciales de tres continentes, fué siempre codiciado por cuantos ambicionaran llegar a ejercer el dominio mundial. El descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo en el Cercano Oriente ha aumentado enormemente el deseo de las naciones por poseer el Asia Menor y la región regada por el Eufrates. En verdad el descubrimiento de que las palabras de Job 29:6: "Y la piedra me derramaba ríos de aceite," no era una hipérbole sino una verdad literal, ha in-
ducido a toda nación de primera categoría a reconocer que esos yacimientos de petróleo, por su parte bien comparables a los del hemisferio occidental, constituirían una posesión inestimable en las manos de los que quieran dominar el mundo comercial y militar.
Pero, ¿por qué se habrían de interesar los reyes del Oriente en esa cuestión que afecta en forma definida al Cercano Oriente? No nos olvidemos de que la historia nos dice que tres veces ya fué invadido el Cercano Oriente por conquistadores orientales y que esas invasiones dieron ricas recompensas a los invasores. En vista de que todo el Oriente está en trance de renacimiento, no es ilógico que sus gobiernos también codicien el oro líquido del valle del Eufrates.
En una entrevista concedida por el general británico Sr. lan Hamilton a Kingsbury Smith, corresponsal de la agencia noticiosa International News Service, mientras el general Hamilton hablaba de la amenaza que para la civilización occidental y europea representa la penetración asiática, predijo que "el lugar donde Europa intente detener la penetración asiática llegará a ser el último campo de batalla de todo tiempo y señalará el fin de la civilización." Dijo además: "He estudiado cuidadosamente el mapa y el lugar más propicio para que Europa haga frente y rechace al Asia se llama Meguido, o, en algunos mapas, Armagedón."[6]
De lo que dicen estos escritores parecería desprenderse que si ejércitos poderosos como los que podrían movilizar "los reyes de la tierra y de todo el mundo" se hubiesen de reunir en alguna parte situada entre el antiguo valle de Meguido y las vastas expansiones del valle del Eufrates y del Asia Menor, para pelear la "batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso," se cumpliría ciertamente la profecía en lo que se refiere al territorio designado por el término "Armagedón."
Durante siglos los territorios de Palestina y del Eufrates han estado bajo el dominio de gobernantes mahometanos, responsables ante la nación turca. Es, por lo tanto, lógico creer que
Turquía llegará a su fin antes de que los reyes de la tierra hagan desembocar sus ejércitos en aquel territorio. El fin de Turquía prepara el terreno para la batalla del Armagedón.
Los tres espíritus inmundos.--Un suceso digno de notarse bajo esta plaga es la salida de los tres espíritus inmundos para congregar a las naciones para la gran batalla. El espiritismo, que ya se ha difundido por el mundo, resultaría muy adecuado para hacer esta obra. Pero alguien preguntará si es posible que una obra ya en pleno desarrollo puede ser designada por la expresión que consideramos, en vista de que con ella la profecía no introduce los espíritus hasta el derramamiento de la sexta plaga, que es todavía cosa futura. Contestamos que en éste, como en muchos otros movimientos, los instrumentos que el cielo designa como los que serán empleados en el cumplimiento de ciertos fines pasan por un proceso de preparación preliminar para el papel que han de desempeñar. Así que, antes que los espíritus puedan tener una autoridad tan absoluta sobre la especie humana como para congregarla para la batalla contra el Rey de reyes y Señor de señores, deben primero afianzar su influencia entre las naciones de la tierra, y hacer que su enseñanza sea recibida como de autoridad divina y su palabra como ley. Esta obra se está realizando ahora, y una vez que el espiritismo haya adquirido plena influencia sobre las nacíones en cuestión, ¿qué instrumento más adecuado podría emplearse para congregarlas en tan temeraria y desesperada empresa ?
A muchos puede parecerles increíble que las naciones estén dispuestas a empeñarse en una guerra tan desigual como sería el subir en batalla contra el Señor de los ejércitos; pero engañar es una de las ocupaciones de estos espíritus de demonios, porque van realizando milagros y con ellos engañan a los reyes de la tierra, para que crean una mentira.
Una declaración que hizo sir Eduardo Grey, mientras hablaba en la Cámara de los Comunes, demuestra que algunos grandes estadistas reconocen que los espíritus de demonios influyen en las naciones para incitarlas a la guerra. Al describir la acción de estas fuerzas, el ministro de Relaciones Exteriores británico dijo: "Es
realmente como si en la atmosfera del mundo obrase alguna influencia maligna, que perturba y excita a cada una de sus partes."[7]
Ramsay MacDonald, dos veces primer ministro de Gran Bretaña, dijo:
"Parecería que estuvieran todos hechizados, o que obraran bajo alguna condenación a ellos impuesta por los demonios. . . . Los pueblos empezaron a sentir que había algo demoníaco en las operaciones que se realizan ahora para acrecentar los ejércitos, las marinas y las fuerzas aéreas."[8]
El origen de estos espíritus denota que obrarán en tres grandes divisiones religiosas de la humanidad, que son representadas por el dragón, la bestia y el falso profeta, es decir el paganismo, el catolicismo romano y el protestantismo apóstata.
Pero, ¿en qué consiste la fuerza de la recomendación hecha en el versículo 15? El tiempo de gracia debe haber terminado, y Cristo debe haber dejado su cargo de mediador, antes que empiecen a caer las plagas. ¿Corre algún creyente el peligro de caer después de esto? Se notará que esta advertencia se da en relación con la obra de los espíritus. De ello se deduce que es retroactiva, y se aplica desde el momento en que estos espíritus empiezan a obrar hasta el fin del tiempo de gracia. Por el empleo del presente en lugar del pasado en el tiempo gramatical de los verbos, que es permisible en el griego, el pasaje corresponde a esta forma: Bienaventurado es aquel que haya velado y guardado sus vestiduras, puesto que la vergüenza y desnudez de cuantos no hayan hecho esto se verá especialmente en este tiempo.
"Los congregó." ¿Quiénes son los mencionados aquí como "congregados," y cuál es el instrumento empleado para congregarlos? Si la palabra "los" se refiere a los reyes del vers. 14, no es instrumento bueno el que los ha de congregar; pero si el sujeto del verbo "congregó" es "espíritus," ¿por qué está el verbo en singular? El carácter peculiar de esta construcción ha inducido a algunos a leer así el pasaje: "Y él [Cristo] los congregó [a los
santos] en un lugar que se llama en hebreo Armagedón [la ciudad ilustre, o Nueva Jerusalén]." Pero esta interpretación es insostenible.
Notemos lo que dice exactamente el pasaje. La palabra que se traduce por "espíritus" es pneumata, substantivo plural. De acuerdo a una ley del idioma griego, cuando un substantivo plural es del género neutro, como pneumata, requiere que el verbo esté en singular. Por consiguiente, en el versículo 14, el verbo "salir" que tiene a los "espíritus" como sujeto, está en singular en el original griego. Igualmente, cuando la narración se reanuda después del paréntesis de exhortación del vers. 15, el verbo "congregó" está también en singular en el griego para concordar con "salir" del vers. 14, puesto que los dos verbos tienen el mismo sujeto, a saber "espíritus." Es, por lo tanto, muy razonable traducir así el vers. 16: "Ellos [los espíritus] los congregaron [a los reyes] en un lugar que se llama en hebreo Armagedón." Esta interpretación es la que siguen otras versiones.
"Y los juntaron en el lugar que en hebreo se llama Armagedón," dice la Versión Moderna. Así también dicen la Versión Revisada Americana y la traducción literal de Young. Es, por lo tanto, lógico concluir que las personas congregadas son los secuaces de Satanás y no los santos, que se trata de una obra de los malos espíritus y no de Cristo; y que el lugar donde se congregan no es la Nueva Jerusalén, para las bodas del Cordero, sino el Armagedón, (o monte de Meguido), para "la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso."
VERS. 17-21: Y el séptimo ángel derramó su copa por el aire: y salió una grande voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho es. Entonces fueron hechos relámpagos y voces y truenos; y hubo un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no fué jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra, Y la ciudad grande fué partida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la grande Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira. Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados. Y cayó del cielo sobre los hombres un grande granizo como del peso de un talento: y los hombres blasfemaron de Dios por la plaga del granizo: porque su plaga fue muy grande.
La séptima plaga.--Así describió la inspiración el último castigo que ha de infligirse en el estado actual de la tierra a los que han sido incorregiblemente rebeldes contra Dios. Algunas de las plagas son de aplicación local, pero ésta se derrama en el aire. La atmósfera envuelve a toda la tierra, y de esto se desprende que esta plaga afectará por igual a todo el globo habitable; será universal. El mismo aire se volverá mortífero.
La reunión de las naciones se ha producido bajo la sexta copa, y la batalla queda por reñirse bajo la séptima. Aquí se nos presentan los instrumentos con los cuales Dios matará a los impíos. Se dirá en esta oportunidad: "Ha abierto Jehová su armería, y sacado las armas de su indignación." (Jeremías 50:25, V.M.)
La Escritura declara que se oyeron "voces." Sobre todas ellas se oirá la voz de Dios. "Y Jehová bramará desde Sión, y dará su voz desde Jerusalem, y temblarán los cielos y la tierra: mas Jehová será la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel." (Joel 3:16. Véase también Jeremías 25:30; Hebreos 12:26.) La voz de Dios producirá un gran terremoto cual no lo hubo desde que hubo hombres en la tierra.
"Truenos y relámpagos." Estas son otras alusiones a los juicios de Egipto. (Véase Exodo 9:23.) La gran ciudad está dividida en tres partes; que representan las tres grande divisiones de las religiones falsas y apóstatas del mundo (la gran ciudad): el paganismo, el catolicismo romano y el protestantismo apóstata, que parecen quedar separados para recibir cada uno su apropiada condenación. Caen las naciones; la desolación universal se extiende por toda la tierra; toda isla huye, y ya no se hallan las montañas. Así viene en memoria la gran Babilonia delante de Dios. Leeremos una descripción más completa de sus juicios en Apocalipsis 18.
"Y cayó del cielo sobre los hombres un grande granizo," que es el último instrumento que se usa para infligir el castigo a los impíos. Constituye las amargas heces de la séptima copa. Dios se ha dirigido solemnemente a los impíos diciendo: "Y ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la justicia; y granizo barrerá la acogida de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo." (Isaías 28:17.)
Véase también Isaías 30:30.) El Señor preguntó a Job si había visto las acumulaciones de granizo que había "reservado para el tiempo de angustia, para el día de la guerra y de la batalla." (Job 38:23.)
Se dice que cada piedra era "como del peso de un talento." Según diversas autoridades un talento es más o menos 26 kilogramos. ¿Qué podrá resistir a la fuerza de piedras de ese peso cuando caigan del cielo? En aquel momento la humanidad no tendrá refugio. Las ciudades habrán sido derribadas por un terremoto, las islas habrán huído y las montañas no se hallarán. Nuevamente los impíos expresan su desgracia en blasfemias, "porque su plaga fué muy grande."
La descripción de una tempestad de granizo experimentada en el Bósforo por el comodoro Porter nos permitirá obtener una débil idea del efecto terrible que tendría un desastre como el predicho aquí:
"Habíamos avanzado como dos kilómetros cuando apareció una nube que nos dió indicios de que se acercaba la lluvia. A los pocos minutos descubrimos que caía de los cielos algo que producía un fuerte salpiqueo, y era de apariencia blancuzca. Yo no podía concebir lo que era, pero al observar que las gaviotas procuraban esquivarlo en su vuelo, supuse primero que se precipitaban a la caza de peces, pero pronto descubrí que se trataba de grandes bolas de hielo que caían. Inmediatamente oímos un ruido como de trueno sordo, o diez mil carruajes que rodasen furiosamente por el pavimento. Todo el Bósforo estaba cubierto de espuma, como si la artillería del cielo se hubiese descargado sobre nosotros y nuestra frágil máquina. Nuestra suerte parecía inevitable; levantamos nuestros paraguas para protegernos, pero los trozos de hielo los destrozaron. Afortunadamente teníamos una piel de buey en el barco y nos arrastramos debajo de ella, con lo que nos evitamos mayores daños. A uno de los tres remeros el granizo le aplastó literalmente la mano; otro quedó muy lastimado en un hombro; el Sr. H. recibió un golpe grave en la pierna; mi mano derecha quedó parcialmente inhabilitada, y todos recibimos mayor o menor daño. . . .
"Fué la escena más espantosa que haya presenciado, y ojalá que no me vuelva a ver expuesto a otra semejante. Cayeron en el barco bolas de hielo tan grandes como mis dos puños, y algunas de ellas llegaron con tanta violencia que nos habrían roto un brazo o una pierna si hubiesen dado en esos miembros. Una de ellas dió contra la parte ancha de un remo y lo partió. La escena duró tal vez cinco minutos; pero durante ellos experimenté verdadero pavor. Cuando hubo pasado vimos las colinas de los alrededores cubiertas de masas de hielo, pues no lo puedo llamar granizo; los árboles estaban despojados de todas sus hojas y ramas, y todo parecía asolado. . . .
"La escena era indescriptible. He presenciado muchos terremotos; el rayo ha jugado, por así decirlo, en derredor de mi cabeza; he oído rugir el viento; me he sentido levantado por momentos por las olas hacia el cielo y al siguiente me hundían en el profundo abismo. He estado en acciones bélicas, y he visto la muerte y la destrucción en derredor mío en todas sus formas horribles; pero nunca había tenido antes la sensación de pavor que se apoderó de mí en esa ocasión, y todavía me obsesiona y temo que me obsesione siempre. . . . Mi portero, el más audaz del grupo, que se apartó un instante de la puerta, fué derribado por una piedra, y si no se le hubiese arrastrado adentro por los talones, habría quedado muerto por el granizo. . . . Dos barqueros fueron muertos en la parte superior de la aldea, y hubo una abundancia de huesos rotos. . . . Imaginaos que los cielos se quedasen repentinamente helados, y tan repentinamente desmenuzados en trozos irregulares, que pesaran cada uno de 200 a 500 gramos cada uno y fuesen precipitados a la tierra."[9]
Lector, si tales fueron los efectos asoladores de una granizada, que descargó piedras como los dos puños de un nombre, que pesaban cuando mucho medio kilo, ¿quién podrá describir las consecuencias de aquella venidera tempestad, en la cual "cada piedra" pesará más de 25 kilos? Tan ciertamente como es verdad la Palabra de Dios, él va a castigar pronto así a un mundo culpable. ¡Ojalá que, según su promesa, tengamos "morada
de paz, y . . . habitaciones seguras" en aquella hora terrible! (Isaías 32:18, 19.)
"Y salió una grande voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho es." Así queda todo terminado. Se colmó la copa de la culpabilidad humana. La última alma se ha valido del plan de salvación. Los libros están cerrados. El número de los salvos se ha completado. Se ha puesto el punto final a la historia de este mundo. Las copas de la ira de Dios han sido derramadas sobre una generación corrompida. Los impíos las han bebido hasta las heces, y se han hundido en el reino de la muerte por mil años. Lector, ¿dónde deseas que se te encuentre después de aquella grande decisión?
¿Cuál es la condición de los santos mientras "pasare el turbión del azote"? Ellos son el objeto especial de la protección de Dios, que no deja caer al suelo un solo pajarillo sin tomar nota de ello. Muchas son las promesas dadas para consolarnos. Se hallan contenidas sumariamente en el hermoso y expresivo lenguaje del salmista:
"Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en él confiaré. Y él te librará del lazo del cazador: de la peste destruidora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro: escudo y adarga es su verdad. No tendrás temor de espanto nocturno, ni de saeta que vuele de día; ni de pestilencia que ande en oscuridad, ni de mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra: mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás, y verás la recompensa de los impíos. Porque tú has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación. No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada." (Salmo 91:2-10.)
[1] Lyman Abbott y T. J. Conant, "A Dictionary of Religious Knowledge," págs. 326, 327, art. "Esdraelon."
[2] Jorge Cormack, "Egypt in Asia," pág. 83.
[3] J. B. Firth, en "The Fortnightly Review," mayo, 1915, pág. 795.
[4] H. Huntington Powers, "The Things Men Fight For," págs. 74, 77.
[5] J. Ellis Barker, "The Great Problems of British Statesmanship," pág. 55.
[6] "Journal and American," de Nueva York, 17 de enero, 1938, pág. 2.
[7] Sir Eduardo Grey, en el "Times," de Londres, 38 de noviembre, 1911, pág. 13.
[8] Ramsay MacDonald, citado en "Moción de Desarme del Partido Laborista," "Times," de Londres, 24 de julio, 1923, pág. 7.
[9] David Porter, "Constantinople and Its Environs," tomo I, págs. 44-47.
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